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Carmen Sylva o la reina Isabel de Rumanía

El pseudónimo que usaba evocaba su atracción por las leyendas de amores y bosques

Bajo su alias llegó a publicar poemas, baladas, relatos, novelas y cuentos
Bajo su alias llegó a publicar poemas, baladas, relatos, novelas y cuentoslarazon

El pseudónimo que usaba evocaba su atracción por las leyendas de amores y bosques.

La reina Isabel de Rumanía, esposa del rey Carol I, era hija del príncipe Hermann de Wied, filósofo y pensador, y de la princesa María de Nassau. Nacida el 29 de diciembre de 1843, desde su infancia destacó por su generosidad, sinceridad y espíritu independiente. A los diez años de edad empezó a componer versos y a los catorce escribió ya una novela. Con el tiempo publicaría, bajo el pseudónimo de «Carmen Sylva», poemas alemanes, baladas, novelas y cuentos rumanos, historias cortas, ensayos, colecciones de aforismos, obras de teatro y dramas franceses, inspirados en su mayor parte en leyendas populares de Rumanía.

Escribía habitualmente en alemán, su lengua materna. Fue traducida a las principales lenguas europeas y, desde luego, al rumano, que también escribía bien, al igual que en francés e inglés. A pesar del pseudónimo, todo el mundo reconocía a la autora, a la que sus enemigos motejaban de «marimacho» o «vergüenza de las Casa Reales», mientras que sus amistades le llamaban «salvaje rosa de Wied». El gran escritor y académico francés Pierre Loti le dedicó una obra precisamente como Carmen Sylva. Según Guy des Cars, ese pseudónimo evocaba su atracción por las leyendas de amores y bosques. Ella lo definió en uno de sus poemas: «Carmen es la canción y Sylva el bosque... Ella dedica su canto al bosque magnífico y si yo hubiera nacido en los bosques que amo estaría muda mi lira para repetir este poema».

La archiduquesa María Valeria de Austria vertió en su diario un comentario ácido acerca de la su obra: «5 de agosto (1895). Encuentro después de 12 años con Carmen Sylva, que ha venido a Ischl con el rey para una visita de dos días. Singular fascinación, no obstante la muy exigua admiración por sus escritos». Por su parte, la infanta Paz escribió el 21 de agosto de 1890: «...Últimamente he tenido ocasión de conocer al Rey y a la Reina de Rumanía (Carlos y la Princesa de Wied, con el sobrenombre poético de Carmen Sylva) y al hermano del Rey, el Príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen. Todos son muy simpáticos, sobre todo Carmen Sylva». Con ella siguió la infanta Paz en excelentes relaciones pues admiraba sus poesías.

Sin hijos, se rodeaba de chicas jóvenes, arrodilladas a sus pies, admirándola, exaltadas por su lenguaje inspirado. Se veía a sí misma como una antigua castellana que hacía hilar, coser o bordar a su alrededor. El mundo le parecía una escena de teatro donde ella tenía el papel principal, trágica pero benevolente, llena de piedad por las miserias de la humanidad. Aún joven tenía ya los cabellos blancos y los ojos de un azul penetrante. Reía a menudo con sus dientes de blancura espléndida. No era una belleza, pero ella y su voz melodiosa desprendían un encanto que fascinaba. Ese patetismo trágico que emanaba de ella, daba a todos los que se le aproximaban el deseo de aligerar el peso que soportaba.

Durante la guerra ruso-turca de 1877-1878 cuidó de los heridos con devoción y fundó la Orden de Isabel para premiar los servicios distinguidos en ese trabajo. Mejoró la educación de las mujeres y estableció varias sociedades caritativas. Se distinguió también como excelente pianista, organista y cantante, y también como pintora e iluminadora de grabados. Algunos de sus trabajos fueron escritos con Mite Kremnitz, una de sus damas de honor. Entre las traducciones realizadas por Carmen Sylva hay versiones alemanas de romances de Pierre Loti o de las críticas dramáticas de Paul de St. Victor, o una traducción inglesa de la colección de canciones populares rumanas de Elena Vacarescu.