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La trilogía televisiva de Sorkin: El nexo biográfico de un maestro
En la carrera de cualquier creador es fácil encontrar, a poco extensa que sea, las preocupaciones, los intereses y los sueños que han marcado sus vidas y han trasladado a sus producciones. David Simon o Shonda Rhimes pueden ser ejemplo de esto, pero hay alguien que aún ha dejado más clara su predilección por una temática: Aaron Sorkin. Porque, a pesar de que el creador neoyorquino alcanzó la fama internacional con «El ala Oeste de la Casa Blanca», tres de sus cuatro producciones tienen un nexo en común muy importante, la propia televisión.
En 1998, un año antes de que enseñase al mundo que era posible que los personajes andasen y hablasen a la vez, con sus famosos «walk&talk» en los pasillos de la Casa Blanca, Sorkin estrenó en la ABC «Sports Night». Ambientada en la redacción de un programa deportivo, la serie narraba en tono cómico el día a día de presentadores, jefes y técnicos del mismo. A pesar de que alguien tuvo la brillante idea de añadir innecesarias risas enlatadas, lo cual despista bastante al espectador, la producción es una interesante serie que no se ciñe únicamente al deporte, sino que también tiene tiempo de cuestionar la situación del periodismo o plantear las incertidumbres a las que se enfrentan los trabajadores del medio. Algo que, de alguna forma, está presente y es evidente en toda la trilogía televisiva de Sorkin.
A pesar de que en su primera temporada la serie contó con el aval de la crítica y el público, e incluso logró algunos premios, la cadena decidió no renovarla después de su segunda temporada. Condenándola así a aparecer desde ese momento en las listas de series canceladas injustamente. Pero las historias televisivas de Sorkin no permanecerían mucho tiempo fuera de la pantalla. En 2006, la NBC estrenó «Studio 60 on the Sunset Strip», un drama ambientado tras las cámaras de un programa de «sketches» similar al «Saturday Night Live». El propio Sorkin reconoció que la serie tenía elementos autobiográficos y algunos personajes estaban basados en personas reales. Y en ella nos encontramos al guionista Matt Albie y el productor Danny Tripp soñando con hacer historia en la televisión, mientras se enfrentan a multitud de imprevistos y a una cúpula directiva para la que la correción política es más importante que la verdadera televisión. Sus impresionantes números musicales, sus ingeniosos «sketches» o sus interesantes planteamientos acerca de la industria televisiva no fueron suficientes para retener a los doce millones de espectadores que vieron la serie en su estreno. Y la NBC decidió suspenderla al finalizar su primera temporada, con lo que la producción acompaña indudablemente a su hermana mayor en las listas de cancelaciones injustas.
En 2011 los seguidores de Sorkin y de la buena televisión se felicitaron porque el creador se uniese a la cadena HBO para crear una serie ambientada en una redacción de noticias. Un año después tuvieron la oportunidad de experimentar cierto desencanto, o no, cuando se encontraron a un puñado de periodistas idealistas conducidos por un hombre con ínfulas y una mujer histérica, que en los momentos más cruciales tenían tiempo de resolver el más absurdo de los problemas. Una lástima, porque cualquiera de las dos creaciones previas tenían más enjundia periodística que la que aspiraba a ser la obra maestra.
- Lo mejor
Sus diálogos, por muy pretenciosos que parezcan. Quizá sea cierto que nadie habla como los personajes de Sorkin, con razonamientos indiscutibles y de prosa fácil, pero no lo es menos que a cualquiera le gustaría poder hacerlo. Y su manejo de la metatelevisón, criticable, pero de agradecer.
- Lo peor
Queriendo incidir en sus principales preocupaciones, aunque a veces no era necesario, Sorkin ha sido capaz de repetirse, o quizá, reciclar sus propias creaciones. Y lo demuestran los numerosos vídeos que seguidores y detractores del creador han colgado en internet, donde encontramos diálogos y situaciones sospechosamente parecidas.
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