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Coque Malla: «Madrid es mi kriptonita; tocar aquí me hace vulnerable»
Coque Malla / Cantante.. El 26 de diciembre tocará en el Barclaycard Center de Madrid. Asegura que hasta que llegue esa fecha no va a dormir. En la capital ha tenido noches muy difíciles, pero también es donde ha dado sus mejores conciertos. Ahora, cuando interpreta algo de los Ronaldos, le miran con extrañeza
El 26 de diciembretocará en el Barclaycard Center de Madrid. Asegura que hasta que llegue esa fecha no va a dormir. En la capital ha tenido noches muy difíciles, pero también es donde ha dado sus mejores conciertos. Ahora, cuando interpreta algo de los Ronaldos, le miran con extrañeza
En sus últimos discos, incluidos «La hora de los gigantes», «Termonuclear» y «Mujeres», Coque Malla ya demostró un momento de forma apabullante, pero con «El último hombre en la tierra», directamente se queda solo. Un trabajo imprescindible, audaz y bellísimo. Histórico.
–El 26 de diciembre toca en el Barclaycard Center de Madrid.
–Tocar en Madrid es siempre especial. Hay muchas referencias cercanas y emocionantes, sobre todo por el público. Hace poco escribía en las redes sobre eso y utilizaba la metáfora de Supermán y Kriptón para explicarlo. Te vuelves vulnerable. Entre el público mucha gente no te ve como una especie de superhéroe infalible al que sólo conoce por hacer cosas fantásticas encima de un escenario: te ha visto levantarte por la mañana malhumorado, te ha visto cagarla, dudando, equivocándote... pero si lo llevas bien y tienes el día, es inmejorable. En Madrid he tenido noches muy difíciles encima de un escenario, pero también he dado los mejores conciertos de mi vida. Es muy hermoso. Y luego está el añadido del Palacio de los Deportes... Ufff. Grande, histórico, mítico.
–¿Habrá sorpresas? ¿Habrá invitados?
–Habrá sorpresas e invitados, pero en absoluto será un Coque & friends. Es la puesta de largo de un espectáculo que hemos perfeccionado desde que arrancó la gira en mayo. Vestiremos el escenario, aumentaremos las luces, el sonido... e incorporamos una sección de vientos. Esto mejorará el sonido de muchas canciones de «El último hombre en la tierra» y añadiremos otras que no hicimos antes por falta de instrumentación. Espero que en esa sección de vientos pueda estar mi hermano Miguel Malla, responsable de los arreglos del disco y uno de los artífices de su sonido. Será emocionante.
–Por cierto, creo que la relación con sus ex de Los Ronaldos es estupenda.
–Lo es. Somos como una familia que se quiere mucho, pero que ya no comparte hogar. Nos vemos en las ocasiones especiales, estamos pendientes los unos de los otros, nos hacemos regalos en Navidad, pero cada uno tiene su vida. Y para el público y la Prensa ha cambiado mucho la percepción de esa historia. Al principio entre los asistentes había un 90% de fans de Los Ronaldos que iban para ver si había suerte y el «colgao» ese que estaba en el escenario cantando canciones sobre dudas existenciales y sobre los sueños tocaba «Adiós papá» o «Guárdalo» y se dejaba de hostias [muy a la española todo]. Ahora es casi al revés. La gente llena los conciertos porque quiere escuchar «Berlín», «Una moneda», «La señal» o «El último hombre en la tierra». Bueno, y «No puedo vivir sin ti», claro. De hecho, sucede algo que jamás pensé que llegaría a ocurrir: gente que se pasa el concierto cantando las letras de arriba abajo y cuando llega el único momento Ronaldos del show ponen cara de extrañeza, como diciendo «¿esto qué es?». Son ya más años en solitario que con Los Ronaldos, y empieza a notarse.
–Su último disco ha sido recibido con entusiasmo por la crítica.
–No sólo por la crítica especializada, el éxito de público está siendo brutal. En los conciertos se nota una energía muy bestia. El salto con este álbum ha sido muy claro. Hemos pasado de llenar pequeños teatros a agotar salas grandes con gente de todas las edades desgañitándose. Antes leías los labios de algunos, ahora les oyes a todos. Es emocionante. No vivía una energía así desde el principio de Los Ronaldos. Y va a más...
–Cuando comentó en la discográfica que quería hacer un trabajo con arreglos orquestales y de vientos, ¿sacaron la calculadora y se echaron las manos a la cabeza?
–En realidad la saqué yo (risas) y presenté unos números viables. No nos engañemos, tampoco hablamos de un disco con la orquesta sinfónica de Londres en todas las canciones.
–¿Quizá la falta de perspectivas invite a arriesgarse? Es que arranca el disco y lo primero que suena es... ¡un cuarteto de cuerda! ¡Y lo enlaza con un trote de aires country y una tuba!
–Es una trompa, pero sé por dónde va... (risas). Es lo bueno de que todo haya saltado por los aires. Pero dudo que tenga que ver sólo con las perspectivas comerciales. También con la cantidad de estilos, música de diferentes épocas, formatos, inventos, conciertos en sitios raros, bandas que se reinventan, o que nacen y mueren, y a las que tenemos acceso inmediato con internet. Ya no hay un estilo comercial. Cualquier cosa puede ser un bombazo y convertirse en viral. No es que haciendo esto o lo otro estés arriesgando. Ya no existe la apuesta segura, si es que alguna vez existió.
–Su disco tiene hallazgos infrecuentes en el pop y el rock españoles. ¿Fruto de ese contexto?
–Es posible. Pero sobre todo de la decisión de no parar de investigar y buscar diferentes formas de hacer un gran disco. Mejor, de no parar hasta hacer un gran disco. Es posible que muchas veces no lo consiga, pero en el intento habré conseguido algunas buenas canciones y sonidos. Y desde luego pasarlo como un enano.
–En uno de los temas le reza a un Santo, Santo, ¿quién o qué es y qué le pide?
–Es un tópico, pero el santo somos nosotros mismos. Lo que le pido es que algún día encontremos la manera de ser más libres. Y sólo nosotros mismos somos capaces de hacerlo.
–Usted y su hermano, Miguel, que vive en Nueva York y escribió los arreglos, colaboraron vía Skype. ¿La distancia ayuda a tomar distancia y ver con perspectiva?
–No me lo había planteado así, pero seguramente. Lo que estoy seguro es que la distancia evitó más de una bronca (risas).
–Leí que se identifica con Woody Allen, cuando decía que a veces, en mitad de los rodajes, quiere fugarse.
–Absolutamente. Soy un perfeccionista total. Y me refiero a la enfermedad, no a la virtud. Creo que existe una patología en psiquiatría que es la del perfeccionismo y no sé en qué grado o gravedad me encuentro, pero la padezco.
–¿Para quién escribe uno?
–Vaya usted a saber... para sí mismo, para el público, para sus amigos... Fundamentalmente para las mujeres hermosas.
–¿A quién «dejó marchar» Coque Malla y de qué «agujero quiere salir»?
–Repase usted la letra, fue ella la que me dejó marchar (risas).
–¿Y «la mujer que maduró y tiene un cachorro de león y es una perfecta equilibrista»?
–Pues por primera vez (y espero que no sea la última), es un personaje salido de mi imaginación. Me siento orgulloso de esa letra porque como digo, por primera vez consigo dejar de mirarme el ombligo al escribir una historia.
–¿Y esos aires como de Nino Rota y circo en «El último hombre en la tierra», la canción, de dónde vienen?
–Mis primeras influencias musicales vienen del cine. Mucho antes que a los Stones o a Dylan, yo escuchaba sin parar a Gene Kelly, a Fred Astaire, a Frank Sinatra, Leonard Bernstein o Bernard Herrmann. ¡Y mi hermano también! Y eso se nota en el disco. Pero la canción a la que se refiere contiene un homenaje más antiguo que Nino Rota. ¿Se acuerda de «Oliver», el musical de Carol Reed con canciones de Lionel Bart? Ahí lo dejo...
–Y a su hija, ¿le gustan sus canciones?
–Tiene un oído brutal. No es amor de padre. Intento luchar cada día contra la ceguera paterna y ser lo más objetivo que puedo. Pero el otro día flipé... Estaba cantando el clásico infantil «Susanita tiene un ratón», y cuando llegó a la parte en la que modula –que es cuando la letra dice: «Le gusta el fútbol, el cine y el teatro...»– ¡la hizo perfectamente! En esa parte la canción cambia de tono de una forma poco habitual, y sin la referencia de la armonía es muy complicado acertar. Yo me he tirado toda la vida cantándola y cuando llega esa parte pierdo la tonalidad. Pues ella la clavó. Flipé orgulloso.
–¿Qué hace uno después de firmar un disco así?
–Descansar y dedicarse a tocar y a disfrutar del escenario y de la carretera. Ya vendrá la inspiración cuando tenga que venir. Cuando tenga algo que contar diferente a lo que cuento en «El último hombre en la tierra». Y sin mirar atrás...
¿Mar o montaña?
Después del duro trabajo de «parir» un disco y si las entrevistas o las giras lo permiten, este madrileño acostumbrado al asfalto trata de relajarse en una buena playa. Eso sí, su cabeza no deja de dar vueltas a nuevos temas, nuevos arreglos... Este año, asegura, no podrá descansar de verdad hasta Navidad.
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