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José Bros: «El presente no existe porque nos recreamos en el pasado y vivimos en el futuro»

El tenor estrena «Don Carlo». Afronta un personaje complejo, que ve como un reto musical e interpretativo. de primer orden

José Bros: «El presente no existe porque nos recreamos en el pasado y vivimos en el futuro»
José Bros: «El presente no existe porque nos recreamos en el pasado y vivimos en el futuro»larazon

El tenor estrena «Don Carlo». Afronta un personaje complejo, que ve como un reto musical e interpretativo de primer orden.

Si no fuese tenor –algo que vamos a desechar por el bien de la ópera–, José Bros podría ser terapeuta. Hablar con él procura más serenidad que tomarse cinco Trankimazines. Simplemente porque es un hombre que se toma la vida y su profesión con exigencia pero sin agobios. Hoy estrena en El Escorial (Madrid) «Don Carlo», bajo la dirección de Albert Boadella, y el tenor se muestra concentrado pero tranquilo, tanto que dan ganas de llevárselo a casa. En esencia es un disfrutón de la vida y se le nota. Y, lo más importante, Bros, que está acostumbrado a que le oigan a él, sabe escuchar, una forma de andar por el mundo que está en vías de extinción.

–El Infante Don Carlos era un hombre esquizofrénico, con mal carácter, con mal temperamento y me cuentan que usted es todo lo contrario.

–Sí, además es la primera vez que lo interpreto. No tengo nada que ver con él,por lo que me enfrento a un doble reto: abordar la partitura a nivel musical, vocal e interpretativo. Pero yo me acerco a la ópera sin miedo y deshago mi personalidad en beneficio del personaje.

–¿Entonces?

–El público se va a encontrar algo que está muy lejos de lo que estamos acostumbrados a ver en Verdi. Hay cierta agresividad, que en la ópera no se ve muy a menudo: esa esquizofrenia, esos brotes psicóticos en un hombre que puede rozar la bipolaridad... Es lo que hace tan atractivo este reto. No siempre un tenor tiene que salir como el príncipe azul y cantar las arias más bellas. Sería muy aburrido, ¿no?

–¿Ha soñado alguna vez que se quedaba sin voz?

–Por suerte no me ha ocurrido, pero no hace falta soñarlo. A veces vives circunstancias difíciles. Cuando sufres una faringitis y una rinitis y, aunque sabes que no estás al cien por cien, no puedes suspender porque el espectáculo ya está montado. Es como el que camina con una piedra en el zapato: te molesta la piedra pero puedes seguir caminando. Pero no se te olvida que tu voz, tu instrumento, no vibra con toda la fluidez necesaria.

–¿Qué personaje actual merecería una ópera?, ¿quizá Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa?

–¡Uff! En la ópera los protagonistas siempre son antepasados, sean de ficción o no. ¿Pero tú crees que es necesario que se haga una ópera sobre ellos? Es que ya tenemos todos muy claro lo que está pasando, está todo muy explicado. No tienen misterio, y en la ópera siempre hay que conservarlo.

–Le confieso que tengo pánico escénico a la ópera. Creo que me va a dar un ataque de tos y les voy a desconcentrar...

–A veces ocurre, pero pasa lo mismo con los móviles. Todavía suenan en medio de la representación, y eso que avisan. Los escuchas, pero lo normal es estar por encima de esas cosas y concentrado en la interpretación. Aunque si eso ocurre en las pausas musicales es muy incómodo. Pero regreso a tu pregunta, no hay que tenerle miedo a la ópera: imagínate, te sientas durante dos horas y media en tu butaca, empiezas a disfrutar, a olvidarte de los problemas... Para mí es una gran terapia porque se desconecta de todo.

–Y, usted, ¿cómo desconecta?

–Durante cuatro o seis semanas ni canto ni abro una partitura. Adoro mi profesión pero necesito ese tiempo para volver con más energía. Disfruto de mi familia, de mis amigos, de Cádiz, de tomarme un pescaíto, darme paseos con la bicicleta.

–Le gusta mucho el fútbol y es del Barça. ¿Cantaría su himno como lo hizo su compañero Plácido Domingo con el del Madrid?

–Claro que sí, aparte de que es muy bonito y animoso. Cuando llegas al Camp Nou, y lo escuchas minutos antes de que empiece el partido... Es muy emotivo. Ahora que lo pienso: sería algo muy especial que en la ópera sucediese algo parecido, un himno operístico o que cada teatro tuviese el suyo propio. ¡Qué subidón para los artistas!

–Pero tendrán otro tipo de recompensas.

–El aplauso del público, eso también es un himno. Es lo que nos enriquece el alma. ¿Tú sabes lo que te llena pensar «sí, señor, han disfrutado».

–Se habla mucho de los divos de la ópera, pero fíjese que creo que algunos aficionados también son muy divos.

–No es una cosa que me sorprenda porque me encuentro con todo tipo de aficionados. Pero no les llamaría divos. Sí que es verdad que en algunos teatros son más fríos, en otros más entusiastas. Los cantantes vivimos impregnados en muchos sentimientos y tenemos que tener la capacidad de trasmitirlos y el espectador tiene que estar abierto a recibirlos, porque si no está predispuesto a pasar un rato agradable...

–¿Qué le pareció el espectáculo de «Los tres tenores»?

–Una maravilla porque acercaron la ópera a gente que no la conocía. De todos los espectáculos que hicieron yo me quedo con el de las termas de Caracalla del 90. Fue novedoso, mágico. Tres grandes tenores –Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y Josep Carreras–, tres grandes trayectorias y una batuta como la de Zubin Mehta. Me acuerdo de un concierto de Pavarotti en el Liceo, creo que un año antes. Había sacado el álbum «Tutto Pavarotti» y fíjate lo entusiasmada que estaba la gente que le ovacionaron gritándole: «Tutto, Tutto» porque me imagino que creían que se llamaba así. Eso es acercar la ópera a la gente.

–¿Qué opina sobre la decisión del el Ayuntamiento de Madrid, que ha renunciado al palco del Real?

–No lo sabía. Me parece una decisión respetable. Lo que sí encuentro, porque lo he visto en algunos teatros y no hablo del Real, es que se reservan palcos para instituciones o «sponsors» y luego se quedan vacíos cuando sabes que las entradas están agotadas. Espero que esto se cuide más y, ante la gran demanda, se reubique a otras personas.

–Ustedes tienen una agenda muy a largo plazo, ¿le preocupa el futuro?

–Nos proyectamos tanto al futuro y nos recreamos tanto en el pasado que el presente es inexistente. Eso es una pena. Tú y yo ahora mismo estamos disfrutando de este ratito, que es lo que importa, no pensar cómo nos fue ayer y qué pasara mañana. Y estamos viviendo un presente muy importante.

–Le veo en un estado muy zen.

–¡Qué va! Me siento un privilegiado. Qué bueno es levantarse pensando: «Voy a trabajar en lo que me gusta». Y comparto lo máximo que puedo con mi familia y mis amigos. ¿Qué más se puede pedir?