Educación
Juan Eslava Galán: «Ahora existe una legión de alumnos logsetomizados»
Escritor. Ha publicado 81 libros. El autor reflexiona sobre el éxito, la educación y la política actual.
Escritor. Ha publicado 81 libros. El autor reflexiona sobre el éxito, la educación y la política actual.
Ajeno a los cenáculos literarios, Juan Eslava Galán es uno de los escritores con más lectores del país. Nació en Arjona (Jaén) en 1948, se dedicó durante treinta años a la enseñanza, parte de los cuales los pasó en Inglaterra, se dio a conocer con el Premio Planeta con «En busca del unicornio», se distingue por una independencia a prueba de modas, se acerca al centenar de títulos publicados y, también es ajeno a jubilaciones, se piensa morir con la pluma en la mano.
–Hasta ahora ha publicado 81 libros, ¿a cuántos piensa llegar?
–A los que el cuerpo aguante, especialmente el cuerpo de los lectores. Asumo que todo escritor tiene fecha de caducidad.
–¿Para escribir bien hay que comer bien?
–Algunos escritores han escrito buenos libros con el estómago vacío. Yo creo que una dieta adecuada ayuda. Lo malo es que ahora, con las descargas fraudulentas de internet, los autores que empiezan lo van a tener difícil para alcanzar una ingesta suficiente, si quieren vivir solamente de escribir.
–Y para escribir sin tonterías, ¿es necesario alimentarse con comida sin tonterías?
–En todo momento uno debe alimentarse sin tonterías. La cocina sofisticada en manos de un buen cocinero no es mala. Lo malo es cuando tantos malos cocineros creen que pueden atreverse con esas recetas de laboratorio y producen auténticas marranadas.
–¿Cuál es el plato más tonto que ha comido en su vida?
–Un bocadillo de cacahuetes –era lo único que había– en un memorable viaje arqueológico a Granada. Fue en 1965 y todavía me repite.
–Si somos lo que comemos, ¿en qué medida somos lo que leemos?
–En toda medida. El escritor se alimenta, espiritualmente, de lo que vive y de lo que lee.
–¿Y el libro más prescindible que ha leído?
–No hay libro prescindible. Un mal libro puede servir para equilibrar un mueble.
–¿Cuando uno escribe una «Historia secreta del sexo en España» es porque ya no existen secretos para él?
–El sexo se mantiene lleno de secretos a eso, como a escribir, nunca se aprende del todo.
–Se dedicó treinta años a la enseñanza, ¿la echa de menos?
–En vista de cómo están las cosas, no. Ahora tenemos una generación de profesores excelentemente preparados a los que la indisciplina tolerada por padres e instituciones no permite que realicen correctamente su trabajo. Los niños deben venir domados –educados– de casa para que en el colegio o en el instituto se les forme académicamente. Los padres han hecho dejación de ese deber suyo y así nos va. Y hay que fomentar el amor al trabajo e inculcar al alumno que las metas se consiguen con esfuerzo.
–¿Qué sistema educativo le parece mejor, el Bachiller antiguo, el BUP o el actual de la ESO?
–El Bachiller antiguo, sin ningún género de dudas. Desde hace cuarenta años los sucesivos planes de enseñanza nos han hecho progresar hacia el abismo. Existe ahora toda una generación de alumnos logsetomizados.
–¿Por qué ahora es tan difícil que los políticos se pongan de acuerdo en materia de Educación?
–Sólo piensan en ganar las elecciones cada cuatro años y en Educación se siembra una cosecha que se recoge a los veinte, más o menos.
–Escribe libros de historia para «escépticos». ¿No vendería más si los dirigiera a ingenuos y/o apasionados?
–Muchos ingenuos y apasionados leen también mis libros y me dicen que aprenden de ellos.
–¿Sigue siendo válida la idea de que «español es el que no puede ser otra cosa»?
–Es una «boutade», claro. Yo estoy muy orgulloso de ser español y siempre escribo España y me cabreo cuando ciertos políticos e intelectuales esquivan ese nombre y dicen «este país».
–¿Cuál le parece el rasgo más insólito del carácter español?
–Combinamos la generosidad –a la cabeza mundial en donaciones de órganos– con la envidia, el dolor y el reconcomio del bien ajeno.
–¿En qué época de la historia de España se ha puesto más imaginación?
–Siempre hemos estado regidos por políticos faltos de imaginación dominando a un pueblo cerril y beato, me duele decirlo.
–¿Ningún editor le ha sugerido un libro para desbaratar la memoria histórica?
–Se desbarata ella solita. Fue una ocurrencia de un político sin sustancia al que faltaba un hervor, el típico acusica del patio del colegio. Creo imprescindible que los historiadores escriban la historia y asienten e interpreten el pasado; también creo necesario que se rescaten los restos de represaliados a los que enterraron en los arcenes de las carreteras y se lleven a cementerios, pero que una generación de nietos eche en cara a otra los crímenes de sus abuelos es injusto, estúpido. Especialmente cuando los abuelos de las dos partes se mancharon de sangre.
–«De la alpargata al seiscientos» es un título suyo que resume la evolución del franquismo, ¿en qué titulo podría resumirse la de la democracia?
–De los presos políticos a los políticos presos.
–¿Qué es lo mejor que se trajo de su estancia en Inglaterra?
–Aprender un poco de la cultura inglesa, que tiene mucho que enseñarnos, por ejemplo el pragmatismo. Churchill gana la II Guerra Mundial, se presenta a las elecciones y no lo votan. Para la paz, con el país en bancarrota, era mejor un político laborista. Eso es cultura política. ¡Cuánto tenemos que aprender de ellos!
–¿No son los ingleses uno de los pueblos más raros del mundo?
–Pueden ser muy cabrones y falsos, pero sus virtudes prevalecen sobre sus defectos.
–¿Quién tiene más lectores: Nicholas Wilcox o Eslava Galán?
–Wilcox tenía dos veces más lectores que Juan Eslava, lo que no me hacía gracia. Hace muchos años que lo asesiné y ahora no sé si seguiría vendiendo más que yo.
–¿Tiene previsto jubilarse?
–Aunque no pueda aspirar ya a la Medalla del Trabajo concedida por el ministro Solís, me gustaría escribir hasta el último día de mi vida, morir como Molière, en el escenario. No obstante soy realista. Un día dejarán de leerse mis libros, la editorial dejará de felicitarme por Navidad, yo seguiré escribiendo aunque sepa que no intereso, pasarán los años y el día que vean mi esquela en el periódico dirán algunos: «Ah, pero ¿todavía vivía?». Eso es lo que ha ocurrido con muchos autores. ¿Quién se acuerda de Gironella, Álvaro de la Iglesia, Vizcaíno Casas o Umbral?
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