Moda
Lorenzo Caprile: «Me habría gustado inventar el pantalón vaquero»
Lorenzo Caprile / Modisto. Asegura que para llegar al estampado hay que dominar el color y aprender a perderle el miedo. Y si él lo dice... De la cabeza de este apasionado de los libros han salido algunos de los trajes más icónicos de los últimos veinticinco años.
Asegura que para llegar al estampado hay que dominar el color y aprender a perderle el miedo. Y si él lo dice... De la cabeza de este apasionado de los libros han salido algunos de los trajes más icónicos de los últimos veinticinco años.
Más de un cuarto de siglo abriendo su taller de costura todos los días –excepto en agosto, el mes en que el equipo se toma un descanso– ha hecho que Lorenzo Caprile sea el autor de algunos de los trajes más icónicos de los últimos 25 años. Vistió a Doña Sofía y a la Infanta Elena y le hizo el traje de novia a Cristina de Borbón. También fue el autor del ceñido vestido rojo de gala que lució la Reina Letizia, cuando aún era la periodista Ortiz, para caminar por la alfombra roja de Dinamarca en los previos a la boda del heredero de ese país. Fue un mes antes de contraer ella matrimonio con el entonces Príncipe Felipe y su atuendo causó gran expectación. Lorenzo es un apasionado de la moda y no soporta que le llamen diseñador o costurero; él se define como modisto, que según la Real Academia de la Lengua es la «persona que se dedica a hacer prendas de vestir o a crear modas o modelos de ropa, principalmente para mujer».
–¿Qué es más difícil, vestir a una princesa o a una «it girl»?
–A una «it girl», porque teóricamente sigue la tendencia y una princesa, en cambio, tiene cosas más importantes en la cabeza que estar a la moda y confía en el profesional.
–¿Pasará a la historia de la costura por vestir de novia a Cristina de Borbón?
–Creo que no, ya que no creo que pase a la historia por un traje mediático. En todo caso, por llevar un cuarto de siglo abriendo mi taller a diario y por no haber tirado la toalla. Es cierto que en mi carrera hay una serie de trajes mediáticos, como la torera de Doña Elena o los trajes que viste Anne Igartiburu en las campañas de Navidad, pero ésos los llevo en el ojal.
–¿Por cuál de los trajes que ha creado le gustaría pasar a la historia de la costura española?
–Por el que tengo entre manos en este momento y que tengo que entregar a una clienta.
–¿Torreta se merecía el Premio de Diseño de este año? Lo digo porque ha levantado críticas.
–Ni siquiera sabía que existían esos premios. Yo me quedé en el dedal de María Rosa Salvador, que era una fiesta preciosa que se organizaba todos los veranos. Pero, vaya, si se lo han dado, pues mi enhorabuena, pero no sé ni qué se premia, ni quién los premia.
–¿Algo que usted nunca haría?
–Nunca digo nunca.
–¿Y algo que repetiría por mil?
–Leer y leer es mi sueño dorado. Me estoy haciendo una biblioteca maravillosa y tengo una parte muy completa especializada en moda.
–¿Tiene manías?
–Un montón, cada día más: cosas de la edad, que estoy con un pie en los 50... la más pesada es mi manía por el orden. El desorden me altera porque es una pérdida de tiempo y de dinero
–¿Qué es lo más raro que le han pedido?
–Sin duda, bordar un escudo del Atleti en el forro de un vestido de novia.
–¿Por qué ese empeñó en llamarse modista en vez de diseñador?
–Pido a los lectores de LA RAZÓN que consulten el diccionario de la RAE: ahí tienen la respuesta.
–¿Se ha negado alguna vez a vestir a alguien?
–Jamás. Soy muy pequeño para rechazar un encargo. Y también para trabajar gratis. Yo cobro por mi trabajo y, aunque puedo hacer un descuento, no me puedo permitir regalar mis creaciones.
–¿Los Caprile tienen derechos de propiedad intelectual?
–Yo no creo en eso, es perder el tiempo y la energía. Como decía Chanel: «Preocúpate cuando dejen de copiarte», ahí es cuando tienes que prestar atención. Así que, al contrario: me gusta que la gente se adapte a mi ropa, la disfrute, la preste y que se caiga a trozos de tanto usarla.
–¿La crisis en el taller de costura Caprile se nota en que se hacen más arreglos que originales?
–No, eso yo no lo he notado. Nosotros seguimos haciendo los mismos arreglos.
–¿Qué prenda le hubiera gustado inventar?
–Como dijo el Maestro Yves Sant Laurent: el pantalón vaquero.
–¿Qué modistas le emocionan del presente?
–Todos y ninguno.
–¿Y del pasado?
–Te digo uno inglés, uno español y una francesa: Charles James, Pedro Rodríguez y Coco Chanel, la única y la mejor.
–¿Le cambiaría algo al estilo de vestir de la alcaldesa madrileña, Manuela Carmena?
–No, porque la veo muy coherente con su estilo. Por cierto, me gusta mucho la nueva primera ministra inglesa, la señora May. Me demuestra que alguien que se viste así es porque la cabeza le funciona.
–¿Y a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau?
–Tampoco, porque también es coherente y va correcta. No va a la última porque tampoco es su estilo. A la que veo cada vez más de abuela y aburrida es a Hillary Clinton, se podía haber dado un «lifting» de estilo.
–¿Y al de la Reina Letizia?
–En absoluto. Además, comentaría que últimamente la estoy viendo más coherente y que he notado que está abriendo el armario a nuevas propuestas.
–Los políticos españoles se preocupan de la vestimenta en época electoral, luego regresan a la desidia. ¿Por qué puede ser eso?
–Regresan a la desidia en todo, no sólo en la ropa. Se preocupan de las cosas en el momento electoral y, luego, si te he visto no me acuerdo. Vuelven a sus fueros.
–¿Obama es peor presidente por ir bien vestido?
–No, no lo creo. Desde Kennedy no había habido ningún presidente estadounidense con ese porte. También le luce más la ropa porque tiene un físico muy agradecido.
–¿Esos pantalones de pernera holgada de Rajoy, los vaqueros raídos de Iglesias o el desenfado medido de Sánchez, hablan por ellos?
–Por supuesto: la ropa es el lenguaje más universal y antiguo que existe. La primera información que te da una persona es por su ropa. El señor de derechas de toda la vida, el que quiere ser de todos los sitios para que no se le escape ninguno y el otro, un progre muy antiguo, porque así iban mis hermanos cuando eran rojillos en la facultad y corrían delante de los grises.
–¿En la variedad está el gusto o lo mejor es ser fiel a una línea concreta?
–¡Puf! Depende de tantas cosas. De la edad, para empezar; cuando uno es joven tiene el derecho de arriesgar y cambiar, pero cuando eres maduro ya tienes un estilo y no quieres complicarte la vida. Está bien tener una base a la que ser fiel, pero de vez en cuando hay que amenizarla con alguna locura.
–¿Habrá Museo Caprile con todos sus incunables?
–Ni me lo planteo. Si lo hay ya lo harán mis sobrinos, pero mi colección de ropa sí que me gustaría que estuviera en un museo.
–¿Sigue sin tener televisión en casa?
–Ya tengo, pero sólo la enchufo para ver el canal 24 horas. Es que la tele te engancha y a mí lo queme gusta es leer.
–¿Qué le echará de casa, los libros o los trajes «vintage»?
–Ambos, toda la casa es biblioteca y los trajes los tengo en un almacén donde también guardo más libros.
La mezcla de la Italia de Liguria, región de la que proviene la madre del modisto, y el Laredo cántabro, donde pasó los veranos en su infancia –más la pasión por la lectura y la alta costura–, condicionan la elección de Caprile a la hora de decantarse por un destino. Excepto este verano, en el que una operación ineludible le ha tenido casi inmovilizado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar