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Rafael Álvarez «El Brujo»: «El miedo es más violento cuando no se reconoce»

Rafael Álvarez «El Brujo» / Actor y dramaturgo. Llega hoy a Madrid inmerso en su particular mundo. Primero, convertido en Don Quijote y Sancho; y en tres semanas cambiará el discurso para centrarse en Santa Teresa.. Por el camino se parará y desmenuzará cualquier tema que considere oportuno una vez pise las tablas y le mande el gusanillo del directo

Rafael Álvarez «El Brujo»
Rafael Álvarez «El Brujo»larazon

Llega hoy a Madrid inmerso en su particular mundo. Primero, convertido en Don Quijote y Sancho; y en tres semanas cambiará el discurso para centrarse en Santa Teresa. Por el camino se parará y desmenuzará cualquier tema que considere oportuno una vez pise las tablas y le mande el gusanillo del directo

Llámenle Rafael o Brujo. «Una de las dos, da igual», dice. Sea de un modo u otro, los rizos canos que coronan a este hombre dirán que es él, sin duda alguna. Cuenta que, antes, esto de las entrevistas no era su fuerte. Le daban algo de pereza, ahora sólo pide una cosa: «Que fluya». Entre tanto, llega hoy a los Teatros del Canal de la capital con «Misterios del Quijote», donde desmenuzará el mundo laberíntico del básico cervantino. «Lo que se hace con el “Quijote” es celebrarlo y conmemorarlo, pero leerlo... ¡Joder!», que sirva como ejemplo de una de sus perlas. Rafael Álvarez «El Brujo» sólo lo hizo una vez, pero sin ninguna prisa. Cuatro años tardó en diseccionarlo. Con él estará hasta el 11 de septiembre en el coliseo madrileño, para volver, tres días después, al mismo escenario de la Sala Verde con «Teresa o el sol por dentro». Dos de los infinitos universos que circulan por los adentros de este juglar y que armoniza con el yoga.

–¿Se pueden tener simultáneamente más espectáculos en la cabeza? Porque no para de moverse de uno a otro.

–Bueno, hay algunos que no hago desde hace bastante, «La Odisea», «El evangelio de San Juan» y «El asno de oro». Ahora estoy centrado en «Mujeres de Shakespeare», «Teresa o el sol por dentro», «Misterios del Quijote», «El lazarillo de Tormes» y «Cómico». Cinco. Muy activo.

–Lo dicho. Pero algo tendrán el uno del otro para poder compaginarlos.

–Hay un parentesco con manifestaciones diversas. Diferentes desarrollos de un mismo tema, aunque muy profundamente vienen del mismo ADN, pese a que su manifestación, o fenotipo, es diferente.

–Así de primeras, en tres de ellos ha aprovechado sendos centenarios –Santa Teresa, Shakespeare y Cervantes–.

–Me apunto a cualquier aniversario con una facilidad tremenda. Vivimos de ellos.

–Cualquier excusa es buena para celebrar.

–¡Y qué pena que Shakespeare y Cervantes no nacieran dos veces!

–No sé si otro año con ruedas de prensa semanales sobre sus efemérides sería soportable...

–(Risas).

–¿Qué tiene de quijotesca su ruta por España?

–Pues que debo inventarme un personaje como Alonso Quijano hace con Don Quijote. Tengo que imaginar cada año una obra o un pretexto nuevo porque los programadores de los teatros públicos actúan en función del escaparate, aunque los espectadores pasen de todo eso. Les dan igual las preferencias del director, las relaciones que tenga con el concejal, su miedo a ser destituido, el temor de los cómicos... Sólo quieren pasarlo bien y salir contentos. Les da igual que sea el mismo.

–Confiese, ¿ha repetido alguna vez espectáculo?

–Igual que decía Tony Leblanc: hay que cambiar el título y dejar los mismos chistes (risas).

–Y encima funciona...

–¡De qué manera! Nadie se entera (risas). Entonces dices: «Si ya lo había probado yo esto antes...».

–Por eso lo suelta...

–Y ahí empiezan los «ahora que lo dices me suena...». Pero a la gente le da igual. Al programador no, necesita un título diferente. Ellos ni siquiera ven la función; van por la mañana a la oficina para que le cuenten que ha ido bien y que ha gustado. Y punto.

–¿Sólo es eso lo que les importa? O viceversa.

–Como todos los funcionarios que están pendientes del nombramiento del concejal de turno. Preocupados por si les van a volver a llamar después de las siguientes elecciones, igual que los cómicos y actores estamos con la mente en si nos van a contratar.

–Usted se habrá quitado ese miedo hace años.

–Lo tengo, pero con sorna. Ya lo comento con cierto cachondeo. El miedo es más violento cuando no se reconoce. Si ves a alguien muy tieso, ése está acojonado. Pero si ves a otro diciéndolo, ése tiene menos miedo.

–¿Don Quijote tiene algo de Brujo?

–Era un Brujo increíble porque se inventa un mundo entero, hace un acto de magia y crea una realidad paralela a través de su imaginación, voluntad y palabras.

–¿Cuántas veces ha leído el «Quijote»?

–Una, pero muuuy despacio. Tardé cuatro años.

–Sí, se lo tomó con calma. Sería a conciencia.

–Volvía a leer las páginas una y otra vez. No lo he hecho de una vez y he vuelto a empezar. Me detenía en otros libros que tenían relación con cosas del «Quijote» y volvía para avanzar progresivamente hasta el final.

–¿Qué ha descubierto con esos pasitos?

–Que es una novela llena de recovecos y sabiduría.

–Un laberinto...

–Sí, inmenso. Hasta arriba de misterios.

–Pone hasta en duda su autoría...

–Es una referencia a la propia invención de Cervantes de que él encontró las aventuras de Don Quijote de la Mancha escritas en unos pergaminos atribuidos a Cide Hamete Benengeli. Un juego sobre ese juego.

–Hace de guía turístico.

–Algo así. Como si coges a un grupo de japoneses y les enseñas la catedral de Notre Dame o Burgos.

–Por venir más acá...

–O el monasterio de Silos, pero digo Notre Dame porque es la de los alquimistas y el «Quijote» es una obra que tiene una gran cantidad de referencias a esta simbología y a contenidos esotéricos.

–En sus espectáculos hay mucho de improvisación y de actualidad. Si saliera al escenario dentro de 20 minutos, ¿qué morcilla metería?

–Pues acabo de llegar de la Sierra y no sé nada. Ni siquiera si tenemos Gobierno...

–Todo igual.

–Me quitas un peso de encima. No veo nada. De vez en cuando llegaban mis hijos con alguna medalla de oro de las olimpiadas y ya.

–No sería excusa para quedarse callado, seguro.

–Eso está claro. Bueno, lo del Gobierno sí lo sabía, era broma, pero ya me parece esto tan pesado, tan aburrido, con una gente tan insulsa... Esa gente que los partidos nombran para que den la cara ante los medios... Eso es una pesadez insufrible. Deberían darle ese papel a Wyoming.

–¿Suena a risa todo esto?

–Al final, cada uno hace su papel. No se ríen. Si al menos hicieran eso tendrían gracia, serían unos sinvergüenzas con cachondeo, pero son muy tristes. Son gente que se cree lo que está diciendo. La política ahora mismo en España expresa un estado de ánimo gris y anodino, por eso la estrella de este gran espectáculo es Rajoy. En esa clave él se lo lleva de calle. Jugando a esto siempre va a ganar. Le das tres o cuatro elecciones más y sacaría mayoría absoluta. Sólo votarían los del PP.

–A ver cómo termina el asunto... Vamos con el segundo espectáculo.

–«Teresa o el sol por dentro».

–Efectivamente.

–Es un montaje sobre la inmensa figura de esta gran mujer.

–Uniendo uno con otro, ¿qué locura quijotesca hay en éste?

–¡Uff! Tienen un paralelismo increíble. La aventura mística de Santa Teresa de Jesús o de Teresa de Ávila, que me gusta más.

–Apoyo la idea por motivos familiares.

–También es una aventura caballeresca, comienza con libros de santos que se inmolaban e iban a buscar el reino de Dios a través del martirio en tierra de infieles. Ésa es la aventura mística. En su infancia estaba centrada en ese tipo de leyendas. Así como Don Quijote ve a Amadís de Gaula y otros libros de caballerías, ella ve esos «Flos sanctorum», donde vienen las vidas casi mitológicas de los grandes santos que buscaban una dimensión de la realidad más allá de la realidad. Y los dos llegan mediante esa locura divina y caballeresca a una plenitud a la hora de la muerte que es una magnitud espiritual.

–Ambos recorrieron mucho camino también.

–300.000 kilómetros dicen que hizo Santa Teresa, que no sé como lo han averiguado, pero hay gente para todo. Y el Quijote llegó a Barcelona y volvió. Todo sin GPS, tenían mérito.

–Y las ampollas de los pies...

–También.

–¿Cree en Dios?

–Creo en Dios.

–¿Por qué?

–No solamente pienso que exista, sino que creo en él. Como un padre que confía en su hijo aunque le diga que no le apetece ir al colegio, pues igual.

–Cuestión de confianza al final, pero usted, además de lo emocional, habla de algo sensorial.

–Sí. Creer en una persona es haber experimentado o tener una confianza en su bondad. Lo importante es la experiencia de la comunión con la divinidad, no lo es ser católico o budista, sino la comprobación de la realidad espiritual por encima de la creencia o del dogma. Eso es lo que puede unir todas las religiones. Ya no es que mantenga que existe en el universo un principio causal y una inteligencia que se manifiesta en el orden natural, a veces, de una forma incomprensible, pero siempre digo que para comprender una película hace falta llegar a la secuencia final.

¿Mar o montaña?

Si de perderse se trata, no hay dudas para El Brujo: la Sierra de Gredos. Frente a esas montañas, en el valle del Tiétar, tiene una casa en la que se aísla del mundo. Allí es donde huye cuando tiene un hueco libre en la agenda y se rodea de los suyos para desconectar de todo lo demás.