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¿Quién mató y cómo al infante don Jaime de Borbón?

Carlota Tiedemann, su segunda esposa, le propinó un botellazo en la cabeza que le dejó inconsciente en el suelo, de donde le recogió para abandonarle a las puertas de una clínica

Don Jaime representó en varias ocasiones a su padre, el rey Alfonso XIII
Don Jaime representó en varias ocasiones a su padre, el rey Alfonso XIIIlarazon

Carlota Tiedemann, su segunda esposa, le propinó un botellazo en la cabeza que le dejó inconsciente en el suelo, de donde le recogió para abandonarle a las puertas de una clínica

La vida del infante don Jaime de Borbón y Battenberg (1908-1975), tío carnal del Rey Juan Carlos I y padre del duque de Cádiz, fue ya desgraciada desde su mismo nacimiento, cuando se temió que el niño pudiera ser sordo y, como consecuencia de ello, mudo. De joven, representó a su padre, el rey Alfonso XIII, en numerosos actos oficiales, recorriendo algunas ciudades del país junto al dictador Miguel Primo de Rivera. Tras la renuncia de su hermano mayor Alfonso, en 1933, se convirtió en príncipe de Asturias y heredero de su padre al trono. Pero la ilusión le duró tan sólo diez días, hasta que varios conspicuos monárquicos –José Calvo Sotelo, entre ellos–, alentado por su propio padre, le convenció para que renunciara a la Corona de España en la habitación de un hotel de Fontainebleau, alegando que era incapaz incluso de mantener una conversación telefónica. Don Jaime dio ejemplo de sumisión, estampando su firma en el documento que le entregaron, sin notario presente que diese fe del acto.

- En la adversidad

Durante gran parte de su vida luchó contra su grave limitación, ayudado por unas monjitas que le enseñaron a leer en los labios. Su carácter se forjó así, desde niño, en la adversidad. Tenía un gran corazón, era afable y cariñoso, adoraba a su madre y a su hermano mayor, temía a su autoritario padre, y se dejaba influir por quienes le rodeaban, haciéndose así en extremo dependiente, lo que sin duda fue el peor de sus defectos y la causa de su perdición.

Aun así, en el ámbito estrictamente dinástico, Alfonso XIII demostró no tenerlas todas consigo cuando urdió un matrimonio morganático para su hijo, después de que éste renunciase en Fontainebleau. Fue así como el infante se desposó con Emanuela Dampierre, la cual le abandonaría para contraer segundas nupcias con Antonio Sozzani, un antiguo amigo suyo. Poco después, don Jaime se unió a la prusiana Carlota Tiedemann, que le llevaría a la ruina económica y hasta la mismísima tumba, bajo el influjo de su mala estrella.

Un Grande de España me lo contó todo mientras componía la única biografía del infante publicada hasta la fecha, «Don Jaime, el trágico Borbón» (La Esfera de los Libros, 2006).

A finales de los años setenta, la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg, hermana del infortunado, se sinceró con este noble caballero, quien me lo refirió a su vez de palabra con pelos y señales. En un momento dado de la conversación, él enarcó las cejas y, sin dejar de mirarme, se inclinó hacia delante para susurrarme al oído, como si temiese que alguien más pudiera escucharle:

–Ella le mató...

–¿Quién? –inquirí yo, intrigado.

–Su segunda mujer.

–¿Carlota Tiedemann?

–Ella... ella le mató [sentenció de nuevo].

–¿Cómo supo eso?

–Me lo contó la hermana del pobre don Jaime.

–¿Cuál de las dos?

–Cristina de Borbón y Battenberg. Fui a verla una tarde de verano, a finales de los setenta, a su coqueto pisito de la calle Velázquez, donde la infanta se instalaba dos veces al año (en junio y en diciembre) antes de regresar otra vez a Turín. Pasaba temporadas en Madrid desde el fallecimiento de su marido, Enrico Marone, dueño de la empresa Cinzano, a finales de los sesenta...

«¿El infante, asesinado por su segunda mujer? ¿Estaba ante un caso de homicidio silenciado?», pensé, alarmado.

Decidido a llegar al fondo del asunto, retomé el momento álgido de nuestra conversación:

–Y bien, ¿qué le dijo la infanta aquella tarde?

–Aquella tarde... [tragó él saliva], mientras tomábamos café en su saloncito privado, Cristina me reveló la dolorosa verdad sin poder contener aún lágrimas de rabia y emoción.

–¿Le dio algún detalle del presunto homicidio? [Insistí].

–Sí, claro [dijo atenuando la voz]. Fue horrible: me dijo que Carlota Tiedemann le sacudió un botellazo en la cabeza a don Jaime y que luego éste se desplomó en la calle golpeándose de nuevo.

–Seguro que ella estaba ebria [aseveré].

–Sí; habían bebido los dos. Discutieron... y ella le propinó el botellazo. Luego, cogió a don Jaime, que residía en Lausana desde la muerte de la reina Victoria Eugenia, en un chalecito que él llamaba «Chemin Primerose» [Camino primoroso], lo metió en un coche y se lo llevó lejos de allí, abandonándole a la puerta de una clínica en Saint-Gall, en la Suiza oriental.

–¿Ahí quedó todo?, ¿nadie reclamó una investigación? [alegué yo, perplejo e indignado].

Él simplemente dijo, haciendo una mueca de cinismo: «La Familia Real, precisamente no. Estas cosas, en la corona se tapan».

En el momento del fallecimiento se encontraban junto a su padre Alfonso y Gonzalo de Borbón Dampierre, acompañados de Carmen Martínez-Bordiú y la infanta Cristina. El cadáver de don Jaime fue trasladado al hospital cantonal de Lausana para ser embalsamado, tarea que ocupó todo el viernes, 21 de marzo. El hotel Royal de Lausana acogió a la Familia Real española hasta el momento del entierro, celebrado a las dos de la tarde del día 24 en el pequeño cementerio del bosque de Vaud. Casualidades del destino: la regia familia había aguardado seis años atrás, en el mismo hotel, la muerte de la reina Victoria Eugenia. Como el fin de semana no se celebraban servicios funerarios en Lausana, el cuerpo del infante tuvo que ser instalado en una capilla ardiente en la funeraria de San Roque, hasta la celebración de los funerales en la recoleta iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy.

@JMZavalaOficial