Papel
El ducado no quiere ser coronado
En la Casa de Alba no ha caído muy bien que un actor ocupe el corazón de la duquesa de Montoro. Siempre han esperado que la pequeña emparentase con alguien «de buena familia»
Eugenia Martínez de Irujo es como su madre, la fallecida Duquesa de Alba: apasionada, bohemia, dominante, de las de ordeno y mando. Tras ese aspecto de mujer dulce y tranquila, se esconde todo un temperamento. En la vida y también en el amor.
Su currículum sentimental es una mezcolanza de hombres de todo tipo, tan dispares como Colate Vallejo Nájera, Rosauro Varo, Francisco Rivera, Gonzalo Miró, Alessandro Lecquio, Luis Fernández Conde, Sergio Baigorri o Miguel Báez «Litri». Incluso podemos añadir a la lista a aquel argentino que colocaba las hamacas en una playa ibicenca y con el que tuvo una aventura veraniega.
Ahora, José Coronado, once años mayor que ella, con el que comenzó a salir hace unos cuatro meses y con el que, seguramente, le veremos este verano en París, donde el actor rueda una película sobre el «caso Paesa».
Una fuente de su círculo más íntimo nos hace un insólito descubrimiento sobre una faceta que apenas se conoce de la duques de Montoro: «Eugenia es pasional en sus relaciones sentimentales, se entrega totalmente, le pone mucho entusiasmo. No es la clásica mojigata que deja que su pareja tome la iniciativa. Y en Coronado ha encontrado, en este sentido, el hombre perfecto».
Y es que, la misma fuente nos cuenta que «a pesar de que por su vida han pasado hombres de todo tipo, a ella, los que más le gustan son los “machotes”, porque como es muy dominante, piensa que a veces viene bien estar con alguien que sea la horma de su zapato».
A su hermano mayor, Carlos, actual Duque de Alba, no le gustan mucho los hombres como Coronado ni la gente de la farándula, hubiera preferido para la pequeña de la casa un novio más «formal», alguien de buena familia y, si pudiera ser, relacionado con la nobleza. Sin embargo, sus hermanos Cayetano y Jacobo también están unidos a la nadadora Melani Costa y a la pintora y ex presentadora televisiva Inka Martí. Y entre los mejores amigos de Eugenia están Boris Izaguirre y Fernando Tejero. Nada que ver con la jet financiera y aristocrática que él frecuenta.
Seis años después de romper con Miró, y sin haberla «pillado» con otro hombre en tanto tiempo, Coronado ha transformado en una persona feliz a una mujer hundida por la muerte de su madre y a la que apenas veíamos, como antes, en actos sociales. Hasta la misma Carmen Tello, la que fuera mejor amiga de la Duquesa de Alba, afirma que José es un ángel enviado del cielo por su amiga para alegrarle la vida a su hija. En el entorno de la duquesa, todos, desde Tejero a Izaguirre o los Tous, ven con buenos ojos esta historia de amor.
El actor nos dijo esta misma semana que «soy muy feliz, y ya veremos qué pasa». Se le veía con los ojos brillantes, una sonrisa constante y apostando por esta relación. Por lo menos, eso es lo que nos aseguran en su círculo más íntimo: «José apuesta muy fuerte por esta historia sentimental, está muy colgado de Eugenia, y a ella la vemos muy enamorada».
Pero otros piensan que en Coronado, la hija menor de la Duquesa de Alba, «ha encontrado al padre que se le fue tan pronto, el actor es la figura protectora y cariñosa que echaba en falta. Eso sí, está enamorada de José, se le nota en las miradas que le lanza y en sus efusivos gestos de cariño».
Excepto con Francisco Rivera, marido durante años y padre de su hija Tana, la menor de los Alba, no ha pensado emprender un serio proyecto de vida en común con ningún otro hombre. Ni tan siquiera con Gonzalo Miró, con el que jamás tuvo proyectos de boda o de convivir bajo el mismo techo. Con el torero todo iba bien hasta que llegaron a sus oídos los rumores de infidelidades, con el hijo de Pilar Miró las discusiones estaban en el orden del día. Lo de Lecquio fue una aventura inabordable, y con el resto, idilios más o menos pasionales con fecha de caducidad.
Le tachan de caprichosa, nada dócil y de sorpresivos enfados. La genética materna ayuda a la hora de no dejarse «llevar» por nadie, de actuar siempre bajo propio criterio, huyendo de las malas influencias. Elige su camino y no hace caso de influencias externas cuando toma una decisión.
Su novio pasará la mayor parte del año fuera de España. El verano, en la capital parisina, y, después, en otro país europeo. Los deberes profesionales le retendrán lejos de Eugenia, pero ya se especula con que no faltarán los encuentros furtivos los fines de semana. Pero será difícil despistar a unos paparazzis que les siguen a sol y a sombra. Como ocurrió el pasado miércoles por la noche, cuando pillaron a la pareja en el restaurante madrileño «El Landó», en una cena de despedida, porque el jueves por la mañana el actor emprendía viaje a París. Pasaron la noche juntos en la casa que el artista tiene en la calle José Abascal, y ella salió en dirección a su domicilio a primera hora del día.
Se les ve cómplices y felices, los once años que les separan en edad no son un inconveniente. Eugenia ha roto así su costumbre de salir con hombres más jóvenes que ella. Curiosamente, ni con Francisco ni con Gonzalo mantiene la menor relación, y con el padre de su hija se ha enfrentado en los últimos años en los tribunales por la custodia de Tana.
Recuerdo cuando Francisco, ya separado de su mujer, descubrió que «mi madre, Carmina, me dijo el día antes de casarme con Eugenia que saliera huyendo, en tren, en avión, como fuera... Y no le hice caso». Y añadía con ironía, seguramente como una broma, que «ser duque de Montoro fue un braguetazo total». Ni a Fran ni a Coronado les impresionan los títulos, ponen por delante a las personas, porque, uno y otro, son autosuficientes y no necesitan ser mantenidos.
Esperemos que, ahora, el actor sepa guardar a su lado a la diseñadora de bisutería, sin caer en las «tentaciones» que llevaron a la ruptura entre la duquesa y el torero.
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