Dinamarca
El Duque de Lancaster, Baron Renfrew o el Rey Eduardo VII de Inglaterra
Era aficionado al anonimato para escapar de los engorros del protocolo.
Era aficionado al anonimato para escapar de los engorros del protocolo.
Eduardo VII de Inglaterra «el Pacificador» –llamado «el Tío de Europa»– era en familia «Bertie», «Tum-Tum» para sus amigos o «Kingy» para sus nietos. Disraeli, lord Salisbury o lord Derby, se referían a él como «Hal» o «príncipe Hal». Y mucha gente solía designarle «Teddy Boy» o «Good old Teddy». Era aficionado al incógnito para escapar a los engorros del protocolo y a los escritores de sociedad. En 1860 viajó a Canadá. Quiso cruzar a Estados Unidos y lo hizo el 20 de diciembre atravesando el río Detroit, como barón Renfrew, estudiante, cosa que provocó la rechifla de los yanquis, que le identificaron. Fue acompañado por el embajador británico Lord Lyons. En Filadelfia le negaron la entrada en el hotel donde se alojaba por carecer de credenciales, así que convenció al portero de que era el príncipe de Gales.
En 1884 integró la comisión que examinó las condiciones de alojamiento de los obreros. Vestido como uno de ellos se dirigió a Clerkenwell, mísero barrio de Londres, acompañado del Dr. Buchanan, jefe de sanidad municipal. Fue reconocido y tuvo que acortar su reconocimiento del terreno. Lord Carrington y su policía de escolta le devolvieron a Marlborough House a tiempo de cambiarse para la cena.
Solía visitar París de incógnito con su favorita de turno, pero aceptaba mejor las ventajas que los inconvenientes del anonimato y se impacientaba si tenía que esperar por una mesa en un restaurante. Siendo príncipe de Gales visitó Dinamarca. Paseando con sus dos cuñados subieron al carro de un granjero que les condujo a través del parque al palacio de Fredensborg. El hombre les preguntó si estaban de visita y les dijo que esperaba volver a encontrarles. A la primera pregunta, Alejandro III de Rusia dijo: «Así es», y al preguntarles el granjero sus nombres, el emperador agregó: «Yo soy el zar Alejandro de Rusia y este caballero es el príncipe de Gales». El granjero se dio la vuelta y miró a Alejandro y a Eduardo. «Ah...», dijo, y miró a Jorge I de Grecia que también les acompañaba. «Pero usted es danés, ¿verdad señor?». «Lo era», respondió Jorge, «ahora soy el rey Jorge de Grecia».
El granjero movió la cabeza. «Ah, ah...». Entonces les preguntó: «¿Saben quién soy yo?». Ellos negaron con la cabeza. «Napoleón Bonaparte». Todavía reían al entrar en el palacio de Fredensborg. Cuando iba a París, se hospedaba en el Hotel Bristol como duque de Lancaster, título luego usado por Eduardo VIII en sus viajes de placer. También usaba esa identidad al viajar al sur de Francia, al balneario de Homburg o a Marienbad a tomar las aguas. Allí su alcalde hizo colgar carteles pidiendo que se respetase el incógnito del rey, lo que produjo el efecto contrario. En el monegasco Hotel de Paris se alojó una vez bajo el nombre de capitán White, compartiendo mesa de bacará con el príncipe de Joinville y al duque de Penthièvre.
A veces, como en 1907, la reina Alejandra viajaba como duquesa de Lancaster. La propia reina Victoria les exigía en ocasiones que usaran el incógnito, como al ir a Dinamarca para presentar a su Eddy a sus abuelos los reyes daneses.
✕
Accede a tu cuenta para comentar