Papel
Una noche inolvidable y un arco iris a la carta
En 2015 la mayoría de las personas pensaron que se trataba de «otra moda japonesa más». Una «start-up» llamada Ale vendía lluvias de meteoritos. El cliente podía elegir la ubicación, la hora y hasta el color del evento. La idea nació de la mente de la doctora Lena Okajima, Takeo Watanabe, de la Universidad Teikyo, y Hironori Sahara, de la Universidad Metropolitana de Tokio. La primera lluvia se lanzó un año más tarde. Un satélite, del tamaño de una mochila, se puso en órbita a unos 450 kilómetros de la Tierra. En su interior llevaba centenares de esferas del tamaño de guisantes con una composición química secreta. Cuando se liberó la carga, siguiendo las órdenes de ubicación y hora del primer cliente, las esferas comenzaron a ganar velocidad, atraídas por la gravedad terrestre y al llegar a la atmósfera, a unos 8 kilómetros por segundo, la fricción las hizo brillar en diferentes colores, según su composición química, como una lluvia de meteoritos o estrellas fugaces.
El lanzamiento inicial costó cerca de 6 millones de euros y cada esfera tenía un valor de 6.000 euros. Al entrar en la atmósfera brillaron durante varios segundos y luego se desintegraron. Igual que el satélite unos meses después. El proyecto de Ale tuvo también un impacto científico: la altitud a la que ardían las esferas es demasiado alta para globos y muy baja para los transbordadores. El análisis de la luz, permitió comenzar a investigar la temperatura y densidad de la atmósfera y a revelar cambios ambientales. También se comparó las características de estas lluvias artificiales con las producidas por meteoritos y fue posible intuir su composición.
La empresa Ale se erigió de este modo en la primera que vendía coreografías del cielo. A partir de ese momento comenzaron a surgir nuevos emprendimientos que proponían experiencias únicas en centros de vacaciones. En 2020 nació Borealis Nights, una compañía con capital indio que llevaba las auroras boreales a cualquier lugar del mundo. Gracias a un satélite con un láser ultra intenso, pueden cargar energéticamente electrones y hacerlos chocar contra el campo magnético terrestre, simulando lo que ocurre con los vientos solares y produciendo luces de colores fantasmagóricos en cualquier latitud. El servicio permite elegir ubicación y hora, pero no garantiza cómo serían las figuras. Sólo que duraran unos tres minutos como máximo.
Dos años después, la española Rainbow Sky, hizo algo similar, sólo que lo que vende no es espectáculos nocturnos, sino diurnos. Su lema: «Persigue tu arco iris», se hizo famoso a nivel mundial y la gente los contrataba para colocar un arco iris cerca de su casa rural, en una boda o en un amanecer en la playa. El sistema óptico que permitía a Rainbow Sky producir estos coloridos fenómenos a voluntad se basaba en una serie de satélites con prismas que utilizan la humedad del ambiente para generar los arco iris. El gran salto ocurrió cuando, gracias a la nanotecnología, éstos pudieron generarse con colores diversos y elegidos por el cliente.
Dado que cada elemento químico tiene una gama de colores específica (por eso sabemos la composición de la atmósfera de otros planetas), la NASA utilizó esta tecnología para enviar a otras galaxias un mensaje de colores que exhibiera nuestra diversidad química.
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