Famosos
«Mamá no pide así el desayuno»
Carmen Borrego, veterana en la televisión aunque la menos conocida del clan Campos, fue el descubrimiento del «reality»
Carmen Borrego, veterana en la televisión aunque la menos conocida del clan Campos, fue el descubrimiento del «reality»
Para muchos ha sido un descubrimiento ver a Carmen en el «reality» sobre el trío Campos, ese auténtico matriarcado. Es una gran desconocida que pasmó con su sentido del humor, claridad expositiva –enmendadora de lo que acaso modificaron televisivamente– y enorme experiencia en los medios aún sin dar la cara como María Teresa o Terelu. Ella trabaja, y cómo, en la sombra realizadora, ahora en la primera cadena con su «Dime qué fue de ti», del que quedan cinco por emitir, a mucha distancia de aquel más tipo «El caso» que situó a Paco Lobatón. Carmen es desconocida, pero no para quienes desde hace mucho trabajamos a sus órdenes en diferentes cadenas, en programas que recuperan afectos perdidos, como en su última realización. Le apasiona crear tras la cámara, dirigir, ordenar y que nadie, salvo el equipo, conozca su creatividad, que pone de relieve en esta última labor con un sello y presentación «made in America». Incluso entre las gentes del medio, como repitió esa Carlota Corredera, guapísima pero perejil en todas las salsas, una cita permanente en sus presentaciones o de tertuliana respondona achispando sus claros ojos celtas. Parece imposible que Carmen aún sea personaje nuevo para muchos, acaso volcados en la Campos, rompedora de audiencias en pleno mes de agosto, donde la gente prefiere un toldo playero a sentarse ante la tele.
El verano siempre es temido por terrible para los índices. Pero eso no contó hace tres días para el gancho del terceto madre e hijas, tan distintas y no distantes incluso de físico o comportamiento. Sutil pero rotunda, Carmen empezó diciendo que «mamá no pide así el desayuno, al verlo tuve que reírme». Qué no sabrá ella del temperamento de esa maestra irreemplazable, que con su 75 recién cumplidos, hace pocas semanas, sigue cautivando. Su capacidad comunicadora no tiene parangón. Un caso excepcional acrecentado por la sabiduría que sólo otorga el tiempo. A pie de cañón, apacible y ahondadora, si el caso lo permite, como en su última entrevista con un Alejandro Sanz, que parecía inédito hasta tenerla enfrente. Indagó cálidamente. Apoya a los nuevos valores, protege las revelaciones especialmente cantoras que en su «¡Qué tiempo tan feliz!» ven su primera oportunidad de proyección. No es nuevo el que María Teresa confíe en nuevas promesas. En tiempos hizo debutar a Lara Dibildos de reportera, cuando entonces ma-má Valenzuela estaba en plenitud. Su hija siempre me contesta que «está muy bien» cuando pregunto por ella. Así será y he de creerla. Fueron mañanas donde también debutó Alejandra Prat, casi simultáneamente con Rocío Carrasco, ya sin pretensiones de pisar las pasarelas. Su debú en el Hotel Ritz pasó a los anales del desastre, pronto olvidado por su afán de superación.
En el documental sobre las Campos me faltaron muchas cosas, quizá no tan sentidas como esa Terelu declarando que siente vergüenza de desnudarse ante un hombre. O cuánto padeció con el cáncer del que aún seguirá tratamiento al menos durante otros dos años. La medicación produce el engorde, que no la gordura actual. Pero, de igual forma que evocó casi melancólicamente a su marido, Alejandro Rubio, me hubiese gustado que diese el nombre –lo imagino, uno que va de guaperas incluso ya madurito– por el que se sintió rechazada físicamente. Ofrece una buena panoplia de más amoríos-capricho que pasiones, donde también está su ya inseparable como amigo –lo es, lo es y bueno– Kike Calleja. Algunos objetaron poca profundidad en el repaso incluso guasón de Carmen. Es de las que no deja títere con cabeza y recuerdo viajar en su coche hasta Marbella, rebosante de trastos, donde sólo nos faltó el loro. Inolvidable experiencia como este innovador retrato de Teresa y sus niñas, donde me gustaría husmear en sus vestidores para ver su histórica colección de zapatos, ahora aumentada con los que ella diseña para una firma de Elda-Petrel y son un atractivo en El Corte Inglés. Son emblemáticos en ella y suelo entonarle el «andares de reina», fragmento de una revista. Otra lección magistral, donde deberían aprender las que ahora se creen únicas. Lo de Carmen no es casual sino un momento oportuno.
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