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¿Por qué las mujeres viven más que los hombres?
En la carrera de la longevidad ellas ganan. A los 85 años hay cerca de seis vivas por cada cuatro hombres. A los 100 llegan el doble de féminas.
En la carrera de la longevidad ellas ganan. A los 85 años hay cerca de seis vivas por cada cuatro hombres. A los 100 llegan el doble de féminas.
Los fetos masculinos tienen mas probabilidades que los femeninos de morir durante el periodo de gestación. Se calcula que se conciben 124 bebés niño por cada 100 bebés niña. Sin embargo, nacen 105 niños por cada 100 niñas alumbradas, es decir, durante los nueve meses de embarazo las chicas han podido compensar casi en su totalidad el déficit de gestaciones de su género en fase embrionaria. A partir de ahí, la ventaja hacia las mujeres no deja de crecer. El 90 por 100 de las personas que llegan a 100 años en el mundo son féminas. Hay motivos suficientes para pensar que existen razones naturales detrás de este fenómeno. De hecho se sabe que en otras especies como las moscas o los ratones ocurre exactamente lo mismo: ellas viven más que ellos.
Nuestros genes son inmortales (siempre que pasen de generación en generación) pero nosotros no somos más que el instrumento, el vehículo, que los genes utilizan para saltar de un ser vivo a otro. Al menos eso opinan algunos biólogos algo reduccionistas. Visto de ese modo, el cuerpo humano es una carcasa de usar y tirar. Una vez cumplida su función de perpetuar la especie, la naturaleza le deja que se marchite y muera. Eso es lo que algunos científicos han llamado la «teoría del soma desechable».
Los que defienden esta teoría postulan que un organismo está constituido por células germinales (reproductoras) inmortales y por células somáticas mortales. El soma es útil únicamente en cuanto que garantiza la reproducción y con ello la transmisión de la información genética presente en la línea germinal. Existe un equilibrio entre el gasto de recursos que son empleados en la reparación y el mantenimiento somático y los necesarios para la reproducción. Una vez garantizada la reproducción, el soma es desechado con la satisfacción del deber cumplido.
Se cree que el cuerpo femenino es «desechado» más tarde por la naturaleza. En los humanos, como en la mayoría de las especies, el estado de conservación del organismo femenino es de vital importancia para el éxito de la reproducción. El feto necesita crecer en un útero sano y el bebé requiere los cuidados nutricionales de un pecho sano en sus primeros días de vida. La intervención del hombre o del macho en la reproducción eficaz depende menos de su estado de salud continuado. Basta con que esté sano en el momento mismo de la concepción. De ser cierta esta teoría, la mujer ha sido dotada biológicamente para llegar más tarde a ser «soma desechable».
¿Es cierto que los osos blancos no son blancos?
Efectivamente. El pelaje de los osos polares, que nosotros consideramos inmaculadamente blanco, no es blanco. Sus pequeños vellos son en realidad transparentes. Se trata de una adaptación evolutiva que ha adquirido a lo largo de millones de años la especie de oso Ursus Maritumus para poder sobrevivir en áreas del planeta de muy baja temperatura. Los pelos dejan pasar la radiación solar y permiten que la piel se caliente mejor. Al dispersarse la luz del sol y rebotar en el cuerpo del animal genera la sensación de color blanco. Pero en determinadas horas del día, la dispersión de la luz produce otros efectos visuales. Por ejemplo, puede apreciarse la piel del oso con una coloración aparentemente anaranjada o gris.
¿Por qué el sol oscurece la piel y aclara el pelo
Parece paradójico que pelo y piel compartan el mismo pigmento protector de las células, la melanina, pero que ser comporten distinto ante el sol. La razón está en las diferencias estructurales de ambos tejidos. El pelo es uno muerto. La parte más visible es una mezcla de lípidos, agua, pigmentos y proteínas y solo produce melanina cerca de la raíz. El sol envejece las puntas y las clarea aunque pueda oscurecer la parte más cercana al cuero cabelludo. La piel es mucho más activa y reacciona al impacto de la radiación enviando grandes cantidades de melanina a las capas externas, para protegerse.
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