Bogotá
Mónica de Greiff, la improbable promotora de la Bogotá Fashion Week
La presidente de la Cámara de Comercio de la capital colombiana admite no entender de moda, pero sí cree en un sector cada vez más relevante para su ciudad, por lo que en dos años ha transformado la pasarela para posicionarla entre las más importantes de la región
La presidente de la Cámara de Comercio de la capital colombiana admite no entender de moda, pero sí cree en un sector cada vez más relevante para su ciudad, por lo que en dos años ha transformado la pasarela para posicionarla entre las más importantes de la región
Mónica de Greiff fue la primera mujer en Colombia en liderar el ministerio de Justicia, en 1989. Cuando el entonces presidente, Virgilio Barco, reunió a su gabinete para una foto que sería difundida en prensa, De Greiff tuvo que pedirle ropa prestada a la relaciones pública Ivonne Nicholls porque, según ella, no encontraba en su armario un traje digno de la ocasión. “No tengo ni idea de moda. Yo entiendo del tema empresarial”, confiesa treinta años más tarde, ahora que se encuentra a la cabeza de la Cámara de Comercio de Bogotá.
A pesar de su desinterés por la moda, De Greiff es la persona que ha impulsado significativamente la Bogotá Fashion Week, que pasó de ser un pequeño evento local a un acontecimiento que atrae compradores y periodistas de todas partes del mundo, además, por supuesto, de un escaparate del diseño hecho en Colombia. La segunda edición de esta pasarela desde que la Cámara se hiciera cargo de su organización acaba de celebrarse en Bogotá, en el recién inaugurado centro de convenciones Ágora, de los más grandes de América Latina. De Griff asegura que “de un año a otro el evento ha crecido en más del cien por ciento en términos de la cantidad de diseñadores que aplican para participar y de los que son elegidos para recibir los servicios de la Cámara, que son todos gratuitos”.
Se refiere a asesoría en términos de negocio, desde evaluación del mercado de cada marca y de su competencia hasta detalles de financiación y eficiencia en producción. Maira Zárata, fundadora de la joven marca Pessoa, que desfiló el segundo día de la pasarela, afirma que, efectivamente, los asesores que la Cámara le asignó la ayudaron a consolidar su marca: “Me apoyaron en aspectos del negocio que se me escapaban, como establecer precios y mejorar la calidad del producto”. Por su parte, Juliana Mejía, directora creativa de la firma de bolsos y cazadoras de cuero Divina Castidad, ya bastante consolidada y con puntos de venta en España, resalta lo beneficiosos que fueron los talleres de liderazgo en los que participó por iniciativa de la Cámara.
Nina García, editora de la edición estadounidense de "Elle", conversa con la diseñadora colombiana Juliana Mejía
Para De Greiff, garantizar el crecimiento sostenido y sostenible de las firmas que asesora la institución que lidera es indispensable: “Creemos que hay mucho talento en Bogotá y que estos jóvenes pueden vivir de su talento, por eso los ayudamos a ser buenos emprendedores y a tener permanencia”. Se trata, además, de un sector cada vez más significativo para la ciudad, pues existen 32.000 empresas de moda y confección a día de hoy en Bogotá. “En Colombia, sin embargo, de cien empresas nuevas, casi la mitad muere antes de cumplir los cinco años”, se lamenta.
La presidenta ha trabajado tanto en el sector privado como en el público -“El servicio público es gratificante de una manera que no es material y es también el que mayor impacto social tiene”, asegura- y en muchas ocasiones ha sido de las primeras mujeres en incursionar en ciertas industrias, como en la de minas, donde trabajó al principio de su carrera. Sin embargo, no siente que haya tenido que romper ningún techo de cristal. “Yo me sentía afortunada de estar allí, pero nunca sentí que no fuera para mi. Lo asumí con mucha responsabilidad, porque eso es siempre lo primero”, afirma. “En todo caso, me aburren mucho las que creen que por ser mujeres se lo merecen todo. Tiene que haber una cuota importante de políticas positivas para incluir a la mujer, pero no en base a que sean mujeres, sino a su mérito. Yo odiaría que me dieran un trabajo por mi género”, asegura.
El co fundador de Ailanto en el Market Place de la BFW, donde las marcas exponían sus productos
En Colombia, en todo caso, no es conocida por ser la primera mujer ministra de Justicia, sino por no haberse dejado intimidar por los narcotraficantes. Poco después de ser nombrada ministra, De Greiff recibió una amenaza de muerte. Entonces, Colombia atravesaba un momento complicado en la lucha contra las drogas y la ministra debía decidir si firmar o no el tratado de extradición con Estados Unidos que afectaría directamente a los narcos. Al final, De Greiff lo firmó y durante un viaje a Estados Unidos anunció públicamente que no renunciaría, independientemente de las amenazas.
Pero, poco después, sí lo hizo. De su salida del ministerio mucho se ha dicho, como que le fue impuesta. “No fui obligada a renunciar. El presidente Barco me ofreció irme a la embajada de Portugal. Pero yo no quería. Mi marido cree que no entendí el verdadero riesgo que corríamos (risas). Según lo que yo viví, uno tiene que entender sus prioridades y yo tenía claro que la mía era mi familia”, asegura. Se quedó en una ciudad por la que treinta años después continúa trabajando y de la que dice que le gusta todo: “Empezando por el clima. Me fascinan también la comida y sentarme a hablar con la gente sobre qué esperamos y qué queremos de Bogotá”.
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