Música
Solo y en un albergue, así murió Santos Blanco de «Locomía»
El cantante y bailarín llegó al albergue de Covadonga de Gijón para pasar una semana y murió mientras dormía
Llegó para una semana. Santos Blanco murió mientras dormía en el albergue Covadonga de Gijón, por el que pasaban a diario decenas de personas. Nadie lo reconoció.
Santos Blanco era el rubio de alma angelical que logró convertirse en uno de los pesos pesados de «Locomía». A pesar de no ser uno de los fundadores, en poco más de un año logró convertirse en el alma del grupo. Al que todos escuchaban y seguían, sobre todo en lo referente a las coreografías. Blanco comenzó con el baile clásico y la danza moderna a los 11 años. Antes de formar parte del grupo, era bailarín profesional. Blanco también logró conquistar a los fans, que decían que era un ángel, que vivía con mucha pasión su trabajo y la vida. En 1993 llegó la crisis por la lucha de los derechos del nombre de la formación entre los miembros de «Locomía» y su representante, lo que acabó con el grupo a pesar de haber logrado conquistar al público en España, Latinoamérica e incluso en Japón.
Blanco decidió dejar de lado todo lo referente a la música y se dedicó a la sanidad. Poco más se ha logrado saber sobre su vida en los últimos 25 años. Su fallecimiento provocó un gran «shock» entre sus compañeros de formación y en el mundo de la música. Por el buen recuerdo que les dejó y por la temprana edad a la que se marchaba, 46 años. Además, las circunstancias hicieron que todo fuera mucho más dramático. Santos Blanco murió solo en una habitación del albergue Covadonga de Gijón. No despertó. Su compañero de habitación se fue al baño y pensó que estaba dormido, pero Blanco se había marchado para siempre. Llegó al albergue gijonés para una semana y trató de prolongar su estancia pero no le fue posible. Durante los días que pasó allí, trató de buscar trabajo sin éxito. Poco se sabía de él. Había llegado a Gijón pero no estaba empadronado en la ciudad. Por el lugar pasaba decenas de personas a diario pero nadie lo reconoció. Tampoco por las calles de Gijón que recorrió en busca de un empleo. Ni los servicios sociales. Nadie se podía imaginar que aquel hombre había formado parte de «Locomía», el grupo que revolucionó la música en los 80 con sus trajes cuidados, sus hombreras desproporcionadas y los abanicos que se movían a ritmos imposibles.
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