Cine

Cine

Alberto Rodríguez, realismo sin peinetas ni inciensos

«Grupo 7»-nominada a 16 goyas- quita el tapón del tipismo y aborda los bajos fondos sevillanos anteriores al 92 para hablar de la tentación

Alberto Rodríguez, realismo sin peinetas ni inciensos
Alberto Rodríguez, realismo sin peinetas ni inciensoslarazon

No hay alfombras rojas en las aceras, ni las cajeras del supermercado preguntan por el nombre del diseñador. Tal es la desproporción del cine, donde de talla natural era Jane Mansfield y a Bogart le pagaban bien por fumar como nadie. Alberto Rodríguez, tan lejano a toda esa verbena de egos (eguitos) que en un mes polucionarán la noche de los Goya, espera en la puerta de la iglesia de San Julián, templo de la antigua Sevilla. Un vecino le desea suerte con alirón de transistor deportivo, de ojalá gane nuestro equipo fuera de casa. Él estará sentado en el patio de butacas del centro de Congresos Príncipe Felipe; con 16 nominaciones y la sombra lumpen de «Grupo 7» esperando los cabezones: «Estos premios te hacen un sitio en la cartelera, aunque sea para que te trituren 'El Hobitt', 'Lincoln' o la cosechadora de los óscars, que se entregan una semana después. Nuestra ceremonia tendría más sentido en otra fecha, llevando el compás del calendario; hay que evitar que la reverberación de los medios se diluya».

Rodríguez lleva la portañuela de los vaqueros entreabierta y unas anotaciones (un recado, un «llégate-a-la-farmacia») escritas con bolígrafo azul sobre los nudillos de su mano izquierda. Viene como si el «1» lo acabara de dejar en la parada. Con un carrito rojo y su hijo dormido, paseamos una hora, que es lo que dura la clase de inglés de su otra hija. A veces, la gentileza comparte contigo ese sentimiento universal de ciudadanía de barrio, comparte la sobrevenida mediana edad y comparte hasta las viejas noches, enterradas ya en el aire: «Santiago Amodeo (el codirector de su primera película 'El Factor Pilgrim') y yo nos conocimos en los bares de la Alameda, donde él ponía copas en el bar Las Sirenas. Allí estaban el rock, las prostitutas de sillas en la puerta y los travestis al borde del bulevar. Fue antes de que el boom arrinconara este ambiente y apareciera un nuevo barrio, donde los pisos pasaron de 2 a 20 millones. No sé a dónde fue a parar toda esa gente, la que estaba en la dureza de la calle Joaquín Costa. ¿Desaparecieron con la Expo? Con el 92 descubrimos una Sevilla, cuyo esqueleto de la Cartuja todavía parecería joven en cualquier nueva ciudad del mundo y se evaporó otra, que estaba a este lado de la valla de Torneo. Al ambientar la película, redescubrimos que, a finales de los 80, tener aire acondicionado era un privilegio. Ahora asoman los splits blancos en cada balcón. Los tuvimos que borrar digitalmente, igual que mucho mobiliario urbano actual. Nos sirvió para refrescar la memoria, que ya por edad, tenemos, aunque a nosotros todo esto que contamos en 'Grupo 7' todavía nos parezca recién pintado».

Rodríguez tarda en enchufar la mirada. Conversa bien, al ralentí, con un ligero ensimismamiento. Los pies no se le despegan del suelo por la fuerza de la gravedad de la hipoteca. La industria española del cine tiene tiempos de huevo de diplodocus. Esta larga gestación entre película y película (3/4 años), le ha llevado, en lo económico, a ser previsor, a una austeridad, de 80 metros y al cineclub casero CanalPlus. Recuerda el cine Regina, a 150 pesetas la sesión y repasa en voz alta las películas que todavía tiene pendientes para ver en las salas. «Los grandes guionistas de nuestro cine son además otra cosa: telefonistas, autónomos, conductores. Están pluriempleados porque dedicarse a la escritura del cine no les da para vivir. En la industria americana hay margen para dedicarse por entero a escribir. Los norteamericanos saben que el cine es una divisa, una carta de presentación de todo el país. Amodeo y yo estábamos echando un partido de fútbol. Y cuando acabó el partido, no sé porqué, los del otro equipo, empezaron a decir que el cine español era una mierda. Nosotros empezamos a rebatirlo y cuando no entraban en razones, dijimos, eh, es que nosotros somos directores de cine. ¿Por qué no se dice lo mismo de la política, la agricultura o la industria?