Sanidad Pública
Bisutería chunga
La expresión “joya de la corona” que todo el aparato propagandístico juntero emplea para referirse al sistema andaluz de sanidad pública es digno de un profundo estudio semiótico: por el sentido patrimonialista de las instituciones connotado por la referencia monárquica y por la querencia matriarcal que sugiere la imagen de Susana Díaz con un hospital colgado del pescuezo cual si fuera una alhaja. Con el inicio de la vacación previsto para este fin de semana, M. O. se levantó el miércoles con un hormigueo en la parte izquierda del cuerpo. Acudió raudo el 061 y el médico de urgencias emitió un dictamen tranquilizador: contractura en el cuello, con un antiinflamatorio podría incluso conducir tres horas hasta la casa que había alquilado. La segunda opinión, telefónica desde el extranjero, difería: “Vete al hospital porque tiene toda la pinta de ser un incidente vascular”. En los centros del SAS, cuyas pruebas diagnósticas están en muchos casos externalizadas, una tomografía o una resonancia tardarían diez días y una ecografía de la carótida, dos meses. “Váyase tranquila a la playa y lo vemos a la vuelta”. Por suerte, su pasado de funcionaria le permite contar con un seguro privado y, realizadas todas las pruebas tras dos días de ingreso, caía la noticia como una evidencia: infarto cerebral. Leve, sí, pero un infarto cerebral con todos sus avíos donde el primer matasanos –y a su estela, todo el entramado dependiente de la Consejería de Salud– vio una mala postura en la siesta. Seguro que la gran mayoría de los profesionales son unos fenómenos que trabajan en condiciones no siempre ideales y blablablá... he aquí sólo un caso cercano que no ha tenido consecuencias irreversibles y que debería ser tomado como una advertencia sin castigo. Un poquito de Sidol para la joya de la corona.
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