Sevilla
Caza a la caza
La muerte accidental en Guillena (Sevilla) de un niño de cuatro años durante una cacería levantó la ya, por desgracia, clásica vaharada de basura en las redes sociales, lo que no debe preocupar por ser éstas contenedor de todas las miserias, pero también un debate sobre la actividad cinegética. Que, como todo en esta bendita tierra, se politiza hasta la náusea. Frente a la histeria del animalismo, una depravación que poco a poco converge en perversidad con su prima semántica el bestialismo, Vox adoptó en la campaña de las elecciones autonómicas la causa de la España rural, que es la causa de los cazadores... y no llevaba ni dos horas en la morgue el cadáver del pequeño, cuando desde la progrez se relacionó su muerte con esta formación, como si hubiese sido Francisco Serrano el ejecutor a sangre fría de la criatura. Conviene ir aguando la carga etílica de los argumentos demagógicos y conviene, sobre todo, que los encargados de elaborar los argumentarios muestren un ápice de humanidad. No todo vale, y menos que nada el agitar un suceso tan trágico: es como si tras cada uno de las decenas de chavales ahogados de cada verano, un lobby feroz aullase por puras ganas de joder por la ilegalización de las piscinas. O como si al primer atropello mortal, se plantease la prohibición del tráfico rodado. Justo esta semana, además, se tramita en el Congreso una modificación legislativa sobre tenencia de armas de fuego (incluidas las de colección), que ha soliviantado a los sectores afectados por, dicen, demasiado restrictiva. La portación de un revólver de autodefensa por parte de Santiago Abascal provocó que Teresa Rodríguez lo tildase despectivamente de pistolero. Antes que él, al menos otro líder nacional se vestía con pipa: Julio Anguita. Ciertos hábitos no son de izquierdas ni de derechas.
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