Andalucía
Contra la soledad, compañía, tan simple y tan difícil
La ONG Solidarios busca voluntarios para acompañar a personas mayores en Sevilla y Granada
La ONG Solidarios busca voluntarios para acompañar a personas mayores en Sevilla y Granada
Isidra tiene 63 años y una subida de tensión ocular la dejó ciega de un ojo y apenas ve por el otro, por lo que le da «miedo» salir sola a la calle. Sus dos hijas tienen problemas de salud. Una chica le va a casa algunos días a limpiar y fue quien alertó a los servicios sociales de que Isidra se pasaba el día «acostada y llorando». Derivaron el caso a la ONG Solidarios, que buscó a Antonio, un joven de 21 años que lleva un mes acompañándola y para ella ya es «Antoñito, y que no me lo quiten». Con él acude al centro de mayores del Polígono Sur y además de participar en las actividades, hablan, algo tan simple pero esencial para unos seres sociales como los humanos.
«Yo la veo más contenta y lo más importante, que no esté todo el día en su casa. Los servicios sociales priorizan lo material pero independientemente de la clase social y los recursos económicos, la soledad no distingue», sentencia Antonio, estudiante de Trabajo Social y Sociología al que inicialmente trabajar con mayores no le atraía porque «se tiende a tener muchos prejuicios, pero Isidra me ha sorprendido, la mayoría son mujeres que han trabajado mucho y no consta». Isidra corrobora sus años sirviendo en casa de «la señorita Pili, que ya es viejita como yo y me sigue llamando, y con mi señorita Carmen y Don Guillermo, que ya han muerto, y me di un lote de llorar». Sin embargo, cobra «la pensión chiquitita» lo que le impide llevar una dieta para diabéticos y pagar para que le hagan de comer a diario (ya ha tenido algún accidente en la cocina).
Para Antonio «hay que tener unos recursos más especializados para los mayores y al revés, se está recortando». «Que nos dieran un poquito más a las viejas, que no nos suban un euro, que luego se lo llevan ellos. No voy a hablar de política porque es que me pongo de mala leche y con razón», sentencia. «Isidra es la más antisistema, a su manera», bromea Antonio.
La ONG Solidarios desarrolla este programa en Granada y Sevilla. En la capital hispalense trabaja en el centro, la Macarena y desde hace dos años en el Polígono Sur. Actualmente atiende a 27 personas pero hay diez en lista de espera, por lo que su responsable provincial, Marisa Vázquez, hace un llamamiento al voluntariado. Aunque la mayoría son jóvenes, también hay adultos como Jesús, que lleva 15 años dedicando parte de su tiempo a acompañar a otros. Natural de Valladolid, siempre ha vivido lejos de su madre. Son siete hermanos pero «cada uno hizo su vida y al final se quedó sola, aunque todos íbamos a verla. Murió a los cuatro meses de instalarme yo en Sevilla, eso se me quedó».
Se crea un vínculo emocional
Para Jesús, acompañar a Emma una vez a la semana como hace desde hace cuatro meses «no es un acto de caridad sino de justicia». Emma –en realidad oficialmente se llama María José porque a los 9 años le dijeron a su padre que su nombre no era cristiano y se lo cambiaron– tiene 83 años y hace tres enviudó. Tiene varios hijos y nietos que van a verla y la llaman, pero se sentía sola y con Jesús «charlamos de nuestras cosas, porque yo hablo mucho», repite durante la conversación, como que su padre era portugués, que nació en Triana o que escribe poesías pero se las revisa Jesús porque «tengo muchas faltas de ortografía, fui poco al colegio y por ejemplo en vez de Conchita pongo chochita». Emma sufre algunos problemas de memoria y cognitivos que Jesús le ayuda a frenar con ejercicios mentales y preguntas como «¿está feliz tu nieto?» para que Emma recuerde que el niño se llama Félix. Un chico que «no entiende que un señor vaya a ver a su abuela y no cobre por ello», cuenta Jesús, para quien «es una satisfacción ver sonreír a Emma» y compartir tiempo con ella que «ha sido muy generosa, ha ayudado a mucha gente del barrio».
Lola Sánchez, técnica de Solidarios, corrobora que el acompañamiento voluntario ofrece algo que no da el profesional pues «se crea un vínculo emocional, cubre la afectividad».
Es el vínculo que en apenas cuatro meses ha creado también Chari, de 69 años, con Pablo, de 21, con el que reconoce que «a veces habló más que mis hijos –tiene cuatro, no todos en Sevilla–, charlamos de nuestros cosas y le estoy cogiendo mucho cariño». Pablo, además de acompañar a Chari al centro de mayores una vez a la semana –donde ella «se apunta a todo» pues desde que existe está «mucho mejor de ánimo»–, la ayuda con la informática a pasar las fotos del móvil. Pero sobre todo «nos liamos a rajar, tomamos un cafelito o paseamos por el barrio. A mí me sirve de mucho, me está dando mucha compañía», dice Chari, que también pide que haya más voluntarios como él porque «hay mucha gente muy sola que no tiene con quien hablar».
Pablo ya había trabajado con inmigrantes y personas sin hogar pero tenía interés en alguna experiencia con este colectivo pues «hay pocas personas voluntarias con mayores». A él también le aporta los ratos que comparte con Chari, «nos hacemos compañía y nos desahogamos a veces» pues él también le cuenta «sus cosas» a ella, el día que se ven y por whatsapp. Aunque nada sustituye al cara a cara.
Recuerdos por escrito
La Asociación Torre de Babel está recopilando en un libro, bajo el título de «Los años necesarios», historias de vida de personas mayores de diversos barrios de Sevilla, tras un primer volumen protagonizado por vecinos del centro histórico. Emma es una de las cinco elegidas para participar, la historia de una niña nacida en Triana de madre sevillana que murió cuando ella tenía 9 años y padre portugués que falleció cuando contaba 15. Se quedó entonces huérfana y viviendo sola con ayuda de unos amigos de la familia hasta que conoció a su novio, Luis, con el que se casó y sacó una familia adelante vendiendo tupperware.
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