Sevilla
De cabeza a la nada
A Pedro Sánchez le preparan cada vez más los mítines, como los sondeos del CIS, para que no vea la falta de apoyos a un proyecto sin proyecto
A Pedro Sánchez le preparan cada vez más los mítines, como los sondeos del CIS, para que no vea la falta de apoyos a un proyecto sin proyecto
A 55 millones de años luz, en la galaxia M87, se ha confirmado la existencia de los agujeros negros. Albert Einstein en 1915 tenía razón porque le hemos puesto rostro al vacío, a la nada, a lo que no puede ser. Desde nuestros ojitos, con los pies en la Tierra, vemos ese monstruo en el que caben 6.500 soles como el que nos alumbra cada día, allí todo lo que entra se convierte en el auténtico vacío. Un agujero negro nos iguala en nuestra pequeñez, nos somete a la dictadura de la insignificancia, sirve para apaciguar los ánimos, para tomar conciencia de la memez cotidiana. Nuestra posición en lo que se entiende como Universo no es ya que sea irrelevante, es que es casi inexistente. Woody Allen puede frotarse las manos porque con esto de los agujeros negros se reafirman sus neurosis sobre el metro cuadrado que nos ha tocado vivir. Si ya sabemos, como nos confirman desde la galaxia M87, que somos menos que una cagarruta, el ejercicio siguiente pasa por hacernos a la medida de nuestro hueco existencial y preguntarnos como Isaac Davis por qué merece la pena vivir. Cada uno encontrará la horma de su zapato, tendrá muy cerca de su mano la llavecita con la que abrir, aunque sea unos segundos, la puerta de la felicidad. Sólo es cuestión de intentarlo.
Todo suena a cornetas, huele a incienso, mientras se vende el programa electoral. A Pedro Sánchez le preparan cada vez más los mítines, como los sondeos del CIS, para que no vea la falta de apoyos a un proyecto sin proyecto. El presidente arrancó la arenga a las urnas en Dos Hermanas, feudo del socialismo que no soporta a Susana Díaz, quien estrena corte de pelo para convencerse de que de verdad está en una nueva etapa después de que Juanma Moreno haya comenzado a darle a la máquina de gobernar de una vez por todas. A los quirófanos abiertos los fines de semana para eliminar el «bolondrón» se suma ahora la rebaja fiscal prometida. Menos impuestos, más facilidades para la creación de crecimiento, dinamización de la inversión, el manual básico de las escuelas de negocio.
Las urnas esperan un nombre propio que llegue a la Moncloa para algo más que cambiar el colchón, y ese «praenomen» y «nomen» que nos desvela hay que aliñarlo un poquito con una buena sesión de medidas de gobierno. Gestión, gestión, que se vea que el experimento andaluz funciona. Sin embargo, las cofradías no quieren ver aparecer por la puerta al político.
En la Congregación no han dado rodeos para evitar el circo en pleno Jueves Santo. Era muy fácil la imagen de la derechona, la derechita y la derechilla ante el Cristo de la Buena Muerte con los legionarios de fondo, pero a Abascal, Casado y Rivera les han mandado una carta desde Málaga para adelantarles que no quieren verles por allí para entonar «El novio de la muerte». Por si acaso, se quedan en casa.
Se desconoce la devoción de Juan Marín, que tiene la sartén por el mango y se lleva muy bien con sus compañeros de viaje del PP. Se entiende con todos, aunque la dupla que hace con Bendodo, con el «Óscar de la política» en la solapa, es la más sólida en esta aventura de los casi 100 días de Gobierno del cambio andaluz. Gestión, gestión, gestión, Marín no se frena si sabe que tiene la cuerda larga y reconoce que la expresidenta le ha devuelto el saludo después de que se rompiera el pacto de Gobierno. Mejor el buen tono que la amargura del rencor.
Qué lejos queda ese mundo, cuánto tiempo, parece que han pasado siglos y no hace ni seis meses de la ruptura del aquel idilio. Ha cambiado todo tanto, que vemos esa etapa de esplendor y poder del PSOE casi tan lejos como la galaxia M87. Muy lejos, mientras el partido del puño y la rosa arrancaba la campaña de las generales en Dos Hermanas, su gran valedor en Sevilla, su gran líder, esperaba sentado en una butaca a que comenzara un concierto sinfónico. Ni mítines, ni arengas, ni banderas, quizás sea eso lo que nos dicen desde la galaxia M87, bajar un poco la cabeza para que no te conozcan y disfrutar de la música de Arnold Shönberg. Para Alfonso Guerra debe ser eso lo más parecido a estar dentro de un agujero negro, militar en el PSOE de Pedro Sánchez.
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