Política

Andalucía

El blanco de El Ejido

Invernaderos en El Ejido
Invernaderos en El Ejidolarazon

La estampa navideña en esta zona de Andalucía resulta sumamente fotogénica. El imponente paisaje de blanca Navidad como la de los cuentos sucede en El Ejido durante todo el año. El color níveo es aquí perenne. Como la fruta de la comarca, no está nunca fuera de temporada. El secreto está en el plástico de los invernaderos que rodean por completo el pueblo como el océano circunda una isla. El Ejido es el islote de «la resistencia», el reino blanco de Vox en Andalucía.

Javier es uno de los 7.377 ejidenses que votaron el 2 de diciembre al partido de Santiago Abascal y de Francisco Serrano. En total, han sido tres de cada diez vecinos los que han apoyado a un partido que hace escasamente tres años, en las anteriores elecciones autonómicas, las de 2015, contabilizó 58 papeletas. «Claro que me acuerdo, voté al PP», confiesa Javier, que representa una parte de ese trasvase de números que ha proporcionado en el municipio almeriense la mayor ratio de votantes de Vox de toda Andalucía (29,5%).

Para Javier ha sido muy inesperado. Ahora, desde la distancia, casi un mes después, no está «arrepentido», ni mucho menos, interrumpe, está «contento, satisfecho». «En el mitin se vio que íbamos en serio, pero para ganarle al PP... Ha sido una barbaridad», compara Javier, refiriéndose al primer acto público de campaña de Vox, que eligió este municipio de 89.000 habitantes del Poniente almeriense para presentarse ante su «resistencia», que es como se denominaron los simpatizantes de Vox cuando no era más que un partido fantasma.

Javier, 51 años, fontanero, sostiene que él no es racista. Y le molesta que llamen así a la gente de Vox. Al salir de la cafetería Príncipe 1, en la avenida Príncipes de España, saluda a un varón de origen magrebí. «Es Adel, nos conocemos de toda la vida», apunta, pero continúa explicando que aquí, en El Ejijo, unos van por un lado y los otros, por el otro. «Lo natural. Y más desde la desgracia», remata.

En el año 2000, con el comienzo del siglo, una joven vecina del pueblo de 26 años, Encarnación López, apareció sin vida en el barrio de Santa María del Águila. Las imágenes dieron la vuelta a España. Había comenzado
«la caza del moro». Tres años después, su asesino era condenado a 11 años de prisión. «Pocos años fueron», explica Sonia mientras toma el sol en la plaza Las Flores.

Este pequeño foro ejidense pertenece al género de plazas duras que se han construido en todos los cascos antiguos municipales a lo largo de las décadas. El sol que rebota en las placas de blanca piedra marmórea debe ser venenoso en verano. Alrededor, una veintena de árboles ornamentales, también palmeras, dan sombra a los periféricos bancos. En uno se ha sentado Sonia. A esta mujer en sus sesenta y pocos le parece que el voto de Vox en El Ejido no sólo ha estado causada por la inmigración. «Todo está muy mal», se queja.

Sonia asegura que ella no votó a Vox, porque dice que no vota «a ninguno», pero que los inmigrantes, aparte de esa propensión al aislamiento de las comunidades musulmanes, al gueto, se dedican a trabajar, «van a lo suyo». Según los datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, la tasa de desempleo en la comunidad musulmana es del 36,7%, algo mayor que la media de la población activa andaluza. «El trabajo del campo no lo quiere nadie ya», añade.

En la acera del bar Tertulia, cerca de Las Flores, Luis se está fumando el cigarro del café. «El aburrimiento de los agricultores es por qué se vende el tomate en el campo a una peseta y en el supermercado, a un millón; el hartazgo de la gente viene de la paguita y del enchufado...», enumera este administrativo que dice dirigirse camino de la calle Murgis, una vía larguísima que conecta el centro de El Ejido con las afueras, desembocando en el Camino del Cementerio.

Más allá del pueblo, en sus confines, el océano de plásticos vuelve mostrar el blanco de la comarca del Campo de Dalías en todo su esplendor. Desde el espacio, es el blanco más extenso desde Pulpí a Ayamonte, que es como Susana Díaz, presidenta en funciones, se refiere a los dos extremos de Andalucía. Nada es lo mismo después de las elecciones. Estos territorios son ahora zona de Vox, una espuma a la que se le presume recorrido desde el Cabo de Gata al de Finisterre.