Historia

Jerez de la Frontera

El caballo cartujano

La Razón
La RazónLa Razón

Se llama así porque fue el caballo que seleccionaron los monjes cartujos en Santa María de la Defensión, allá por 1484, en Jerez de la Frontera. Durante más de tres siglos, aquella yeguada se convierte en una de las más apreciadas, llegando a expandirse a lugares tan emblemáticos como la Escuela de Versalles (en época de Luis XVI) o la yeguada austríaca de Lipizza, para abastecer a la Escuela de Equitación de Viena. Como consecuencia de su estampa armónica, de sus elegantes movimientos, de su nobleza y de la comodidad de su paso, estos caballos españoles de estirpe cartujana fueron los preferidos de reyes, emperadores y cónsules. Los retratos ecuestres de Felipe III, realizado por Velázquez, o el del Duque de Lerma, pintado por Rubens, son un claro ejemplo de ello. Su importancia radica en que, tras la Revolución Francesa, su sangre se ha mantenido sin cruces, en máxima pureza, hasta nuestros días. En la actualidad, se cifra en unos 2.500, aproximadamente, el número de ejemplares pertenecientes a esta valiosa estirpe repartidos por distintos puntos del continente. Ayer concluyó el Salón Internacional del Caballo (SICAB), sin que muchos de los visitantes se dieran cuenta de la presencia de caballos cartujanos, procedentes de la Yeguada de La Cartuja (Hierro del Bocado) y de otras ganaderías. Se trata, por tanto, de una reserva genética de enorme valor, que puede considerarse como la aristocracia del caballo de pura raza español. Criado en los valles y marismas de Andalucía, de él dijeron que «es el más apropiado para un rey en su día de triunfo». No hay más que ver el imponente retrato de Carlos V en la batalla de Muhlberg. Los nietos de aquel corcel que pintó Tiziano siguen galopando con todo su esplendor, como herederos de una raza única.