Andalucía

El cuarto poder

Uno de los fenómenos editoriales del inicio de este siglo fue la excelente «Soldados de Salamina», donde Javier Cercas relataba la sorprendente historia del escritor falangista Rafael Sánchez Mazas, que logró salvar la vida en un fusilamiento durante la Guerra Civil. Cuatro décadas antes que Cercas, el periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh escribió un sobrecogedor libro, el recién editado en España «Operación Masacre», que relata el fusilamiento de unos inocentes en represalia por una intentona golpista contra la coalición cívico-militar que despojó a Perón de la Presidencia de Argentina a mediados de los años 50. Walsh fue desaparecido horas después de poner en circulación «Carta abierta de un escritor a la Junta Militar» con motivo del primer aniversario de la llegada al poder del siniestro Videla; antes pudo publicar varias historias policíacas y algunos libros de investigación, entre los que «Operación Masacre» se sitúa como el mejor de todos. Tras realizar una modélica presentación de sus desafortunados protagonistas, Walsh reconstruye y relata magistralmente cómo sucedieron los hechos y cómo varios de estos inocentes lograron salvar su vida; resulta escalofriante la descripción física y emocional de algunos supervivientes al percatarse de que están a punto de recibir un tiro de gracia. En la mayor parte del libro destaca como mero narrador de hechos, poseedor de una prosa exquisita, pero en otros pasajes desliza opiniones tan contundentes como ésta: «La Argentina libertadora y democrática de junio de 1956 no tuvo nada que envidiar al infierno nazi».

La práctica coincidencia en el tiempo del final de la dictadura en España con la llegada de la Junta Militar al poder en Argentina propició que llegaran a nuestro país muchos argentinos como Héctor Alterio o Cecilia Roth en busca de la libertad perdida y, como en el caso del primero, por las amenazas de muerte del grupo terrorista de ultraderecha Triple A. El nombre de José López Rega, conocido como El Brujo por su afición al esoterismo, aparece íntimamente ligado al de la Triple A, así como al de Juan Domingo Perón y su última esposa, María Estela. Los tres residieron en Madrid: el primero como embajador plenipotenciario tras varios escándalos en su país natal, Perón durante su exilio y la viuda de éste desde que fue liberada por la Junta Militar en 1981 hasta la actualidad.

Andalucía sirvió de refugio a algunos de estos argentinos que vieron peligrar su vida con la llegada de Videla y sus secuaces al poder. Uno de ellos, ya fallecido, fue amenazado también por la Triple A y acabó muy vinculado al flamenco, al que dedicó más de dos décadas de trabajo y pasión. Al igual que Rodolfo Walsh, militó en organizaciones izquierdistas y simpatizó con el peronismo revolucionario; se vio envuelto en algunos hechos violentos como un secuestro y el asalto a un banco en el que hubo dos víctimas mortales. Refugiado en España, escribió cuatro libros sobre el peronismo y abjuró de la violencia incluso con fines políticos. Ni sus más cercanos colaboradores supieron nunca nada de su pasado, sobre el que jamás hablaba. Cuando su acento, desprovisto de evidencias argentinas, llamaba la atención en círculos flamencos y le preguntaban por su procedencia, siempre respondía que era de la localidad donde residía.

El camino inverso a éste, y al de tantos otros, fue el que realizó Adelardo Fernández Arias hace ahora casi un siglo. Resulta difícil definir a este hombre nacido en Úbeda en 1880 porque se dedicó al periodismo (como editor, director y corresponsal), la política, la diplomacia (fue cónsul en Manila, Shanghai, Ciudad del Cabo y México DF), la literatura (novelas, teatro y zarzuelas) y el cine, tanto en su faceta de director, productor y guionista como en la de actor. Este ejemplo de versatilidad embarcó en 1924 rumbo a Buenos Aires, donde colaboró en la popular revista «Caras y Caretas» en la que igual sacaba un reportaje sobre los entresijos del cine que se sumergía en las profundidades de una cárcel en «La ciudad del silencio». Su mayor hito fue entrevistar a Albert Einstein, aunque a tenor del texto publicado no se desprende que le despertara una gran simpatía. Colaboró con el semanario «América» en el que narró, con cierto sarcasmo e ironía, la fuga de ocho presos del temible (por las condiciones climatológicas de la zona) presidio de Ushuaia, en Tierra del Fuego, destino de presos políticos como Héctor J. Cámpora, quien llegó a ser Presidente de Argentina por un breve periodo de tiempo, el suficiente para que Perón pudiera presentarse a unas elecciones y ser elegido Presidente por segunda vez. Fernández Arias regresó a Europa pero siguió vinculado con la prensa argentina como corresponsal del diario Crítica en Berlín, donde asistió a los prolegómenos del nazismo. Años después, en 1935, escribió «Hitler, el salvador de Alemania», título que no presagiaba desde luego grandes dotes de clarividencia. Su germanofilia implicaba en aquellos tiempos ser anglófobo, por lo que no desaprovechó la ocasión de acudir como enviado especial de este periódico a la India para arremeter contra las autoridades británicas que trataban de sofocar los deseos de independencia del país asiático, con Gandhi como uno de sus más significativos líderes.

Al igual que «Operación Masacre» es el resultado de una serie de artículos publicados por entregas, Fernández Arias tomó como punto de partida sus crónicas para escribir los libros «A través del país que Gandhi despertó... (La India revolucionaria)» y «La India en llamas (La hoguera, el fuego y las cenizas)», hoy disponibles en algunas librerías de segunda mano. Walsh sigue siendo reivindicado y en su país es admirado mientras que Fernández Arias llegó a ser tan radical en sus postulados, que incluso fue censurado por los propios militares sublevados a los que apoyó durante la Guerra Civil, por lo que acabó abandonando el periodismo y hoy es un completo olvidado.