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El rescate del «Alakrana» en Cataluña

La Razón
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El 17 de noviembre de 2009 un helicóptero de la Armada tenía perfectamente ubicados en su línea de fuego a los piratas que acababan de cobrar un rescate de 2,3 millones de euros por liberar al atunero vasco «Alakrana». La difunta Carmen Chacón, entonces ministra de Defensa, ordenó no abrir fuego a pesar de que los soldados de la Armada insistían por radio en que tenían a los piratas somalíes completamente a su alcance. Este hecho –poco conocido– no ha sido olvidado por la Marina de Guerra española.

Sabedor del peligro de la piratería en las costas de Somalia, el Partido Nacionalista Vasco había pedido al Gobierno de Zapatero que dejase embarcar a infantes de la Marina Española (sic) en los barcos pesqueros para garantizar su protección. El Gobierno socialista rechazó la propuesta.

A poco de conocerse el secuestro del atunero vasco comenzaron las movilizaciones públicas principalmente en Bermeo (Vizcaya) pidiendo al Gobierno español devolver a los dos piratas que habían sido capturados por la Fragata Canarias y estaban siendo juzgados mientras el barco seguía secuestrado para facilitar así su liberación.

Los sicólogos conocen bien este comportamiento que denominan de la «víctima identificable». El lector interesado puede consultar el trabajo de los sicólogos George Loewenstein, Deborah Small y Jeff Strand publicado en 2006 en el libro «Behavioral Public Finance». El fenómeno de la «víctima identificable» explica que los individuos sienten mucha más empatía hacia las víctimas bien identificadas que hacia las «víctimas estadísticas» o no identificadas. Sólo así se explica que la población presione para el pago de un rescate que libere a personas cuyo rostro han mostrado las cámaras de televisión aunque esto signifique que la probabilidad de futuros secuestros aumente. La población se reconforta en la improbabilidad estadística de sufrir en carne propia un secuestro en fechas futuras, aunque no se le escapa que el riesgo es mayor después de aceptar el chantaje y pagar el rescate.

Los separatistas catalanes convirtieron en «víctima identificable» al binomio urna-democracia, mientras que la «víctima no identificable» era el conjunto de derechos que ampara la Constitución de 1978 incluso por encima de la unidad de España, históricamente muy anterior al texto constitucional. Esa estrategia de comunicación diseñada por los gurús del «procés» ha sido comprada por una parte no pequeña de los medios de comunicación internacionales, que han estado casi huérfanos de un discurso alternativo que permitiese ver como víctima a la propia soberanía nacional residenciada en el conjunto de los españoles.

El nacionalismo no es un sentimiento racional sino emocional. A poco que se coloca en el imaginario colectivo el discurso del victimismo desde las escuelas y los medios de comunicación financiados con el dinero de todos, el resto es visibilizar a la víctima y forzar la petición de libertad. A menudo se me viene a la cabeza la película «Cortina de humo» (Barry Levinson, 1997) para entender el desafío secesionista desde la petición del Pacto Fiscal por Artur Mas hasta la fecha.

El secesionismo implica el secuestro de la soberanía nacional del conjunto de los españoles. Caer en el pago del rescate en forma de cesiones adicionales es malbaratar lo que es de todos y que en breve será de nuevo rehén de los próximos que invoquen el uso de las urnas para lograr con ello lo que no consiguieron con el tiro en la nuca.