Política
Elecciones por causas naturales
Termina otra semana sin que Susana Díaz sustancie la disolución que precederá a las elecciones y se acerca, por consiguiente, el «deadline» de final de septiembre si es que son ciertas sus intenciones de llevarnos a las urnas antes del puente de la Purísima. Es decisión que se toma en un segundo, desde luego, pero el apuramiento de los plazos indica, cuanto menos, dudas, ya que hace tiempo que todas las formaciones se pusieron en modo precampaña. No se beneficiará en ningún caso del factor sorpresa de una convocatoria, tal y como anuncian los arúspices, para el último domingo de noviembre. En cualquier caso, la legislatura fenecerá en marzo por causas naturales, de modo que la diferencia entre las diversas fechas barajadas nunca será enorme. O sí, debido a las sorpresas (frecuentes) que da la vida, como cantaba Rubén Blades antes de su fracaso como candidato a la presidencia de Panamá. De todas formas, no era éste el asunto que nos traía hasta aquí, sino la ausencia casi total de pistas demoscópicas. Cerrado el mercado futbolero, las quinielas periodísticas más jugosas deberían haberse trasladado al mundo de las encuestas, sobre todo en un curso con sobreabundancia de citas electorales como el que acaba de estrenarse. Pero no. Los partidos andan con las nalgas tan apretadas, perdonarán la ordinariez, que ni siquiera las encargan a las empresas amigas ni filtran esos famosos «sondeos internos» más falsos que un euro de madera con los que atizan a los incautos durante las campañas. Se huele el miedo de todos. Miedo en quien no se atreve a pedir a elecciones abiertamente, porque toda travesía del desierto es susceptible de alargarse, y miedo en quien no se atreve a convocarlas a pesar de haberse quedado sin socio parlamentario y, con toda probabilidad, sin presupuesto.
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