Andalucía
En honor de las víctimas
Hace trece años, la Asamblea General de la ONU decidió dedicar el 27 de enero, este próximo domingo, a la conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. En torno a esta jornada hay dos destacadas iniciativas aunque, lamentablemente, ninguna de las dos tiene lugar en Andalucía, sino en Madrid. El Centro Arte Canal ofrece hasta el 3 de febrero una extraordinaria exposición sobre Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio nazi, donde fueron asesinadas más de un millón de personas. Está estructurada en varias partes en las que se da a conocer cómo se inoculó el antisemitismo, por qué se levantó en esa pequeña localidad cercana a Cracovia, cómo era el día a día en este espacio consagrado al horror, de qué modo se procedió al exterminio, en qué circunstancias fue su liberación y cómo es en la actualidad.
Situado muy cerca de la Plaza Mayor y de la Puerta del Sol, el Centro Sefarad Israel ha programado varios actos durante este mes para dar a conocer uno de los episodios más tristes de la historia de la Humanidad. De la docena de actividades de esta entidad, la que probablemente despertará mayor interés será, el jueves 31, el testimonio de una sefardí superviviente de Auschwitz, la única de su familia que no pereció durante el Holocausto. Por desgracia, las oportunidades para escuchar de primera mano el horror del nazismo son contadísimas en España frente al caso del Museum of Tolerance de Los Ángeles, por ejemplo, donde hay varias al día. Evidentemente, este centro, promovido por el célebre «cazanazis» Simon Wiesenthal, tiene la ventaja de estar ubicado en una ciudad en la que residen numerosos supervivientes en el seno de una amplia comunidad judía. Aunque el contenido esencial de lo que suelen contar éstos no suele diferir mucho de lo visto, oído o leído en películas y libros, es difícil no sobrecogerse durante el relato de sus penalidades en primera persona.
Uno de los episodios más desconocidos del Holocausto fue el terrible exterminio de judíos en Lituania: no fue solo una iniciativa del invasor nazi sino que contó también con un notable apoyo local. Hace unos días escribía sobre estos hechos el periodista, escritor e historiador David Solar en este mismo periódico a propósito de una interesante película estrenada la semana pasada, «Caso Murer: el carnicero de Vilnius», en la que interviene un actor encarnando al citado Wiesenthal, responsable de que este oficial de las SS al frente del gueto de Vilnius fuera juzgado en 1963. La película recrea precisamente este proceso y el contexto tan poco propicio para que se hiciera justicia. Tiene conexión con estos hechos la recién editada «Illska. La maldad», del escritor islandés Eiríkur Örn Norddahl, porque los cuatro abuelos de Agnes, la protagonista, se vieron envueltos en esta masacre, dos como víctimas y dos como sus verdugos. En la cercana Estonia estuvo el bisabuelo de la cineasta andaluza María Royo, que cuenta en su fascinante documental «Rediscovering Pape» la colaboración de éste, que hablaba perfectamente ruso, con los nazis.
A propósito del Holocausto han surgido en las últimas semanas dos polémicas en el seno del mercado editorial. El Memorial Auschwitz desaconsejó la lectura de «El tatuador de Auschwitz» por sus numerosos errores, detallados en una serie de tuits y, más recientemente, Arturo Pérez Reverte señaló, en la misma red social, la cantidad de novelas en cuyo título figura este lugar tan siniestro u otros similares como Mauthausen o Treblinka. Su ironía, dirigida a editoriales y autores, no fue entendida así por esta institución, que lo consideró «una burla irrespetuosa» a la memoria de sus víctimas. Martha Hall Kelly no puede darse por aludida por los comentarios de Pérez Reverte; en su entretenida novela «Las mujeres de la casa de las lilas», ambientada en gran parte en Ravensbrück, no aparece en el título este campo de concentración destinado a presas, que no alcanzó el siniestro renombre de los anteriores. La novela se centra en tres mujeres cuyas vidas se cruzaron a pesar de vivir en los Estados Unidos, Polonia y Alemania. De ellas, solo la norteamericana se mantuvo a cierta distancia física, que no emocional, de la II Guerra Mundial; tanto la polaca como la alemana compartieron su existencia en Ravensbrück, la primera como prisionera y la segunda en la piel de una doctora al servicio del nazismo.
Como antídoto para evitar que la historia pueda repetirse es muy útil el libro de Michel Wieviorka, «El antisemitismo explicado a los jóvenes», en el que aporta luz sobre muchos aspectos, haciéndolo de un modo muy ameno bajo la forma de una entrevista. No obstante, se debe recordar que hubo otras víctimas del nazismo como narran los cineastas andaluces Gonzalo y Sergio Crespo en su interesante documental «Te quiero, hermano», dedicado a dos miembros de su familia, muertos en Mauthausen, donde fueron recluidos muchísimos refugiados españoles y de donde pudieron salir, entre otros, Juan de Diego Herranz, tío abuelo del escritor andaluz Borja de Diego, y Simon Wiesenthal, que emprendió con tesón su deseo de hacer justicia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar