Cine

Andalucía

Entre dos mundos

José Miguel García y Sunny Han / Foto: La Razón
José Miguel García y Sunny Han / Foto: La Razónlarazon

Este martes se conmemora el 70 aniversario de la proclamación de la República Popular China, lo que se antoja una magnífica ocasión para repasar la muy poco conocida relación entre este inmenso país y Andalucía. Un nombre fundamental es Antonio Ramos Espejo, nacido en Alhama de Granada en 1878 y cuya aportación al cine ha sido dada a conocer gracias al tesón del investigador Juan Ignacio Toro Escudero. Con apenas 18 años, Ramos Espejo se marchó a Filipinas como soldado para combatir a los insurgentes de Katipunan que luchaban por la independencia. Fue su puerta de entrada a un continente en el que contribuyó a la expansión del cine, ese nuevo invento procedente de Europa. En Filipinas realizó las primeras filmaciones y, con el apoyo de los Agustinos Recoletos, recorrió diversos puntos del archipiélago para proyectar pequeñas películas de temática religiosa destinadas a evangelizar. Una vez que España perdió este territorio de ultramar, Ramos Espejo decidió instalarse en Shanghai, donde llegó a convertirse en un magnate de la incipiente industria del cine. En esta capital abrió la primera sala en China, a la que siguieron otras en Macao y Hong Kong, una de ellas bautizada con el nombre de Colón. Seducido por el séptimo arte, levantó un estudio cinematográfico y apostó por la producción de películas. Así, se convirtió en una figura fundamental en los inicios de esta cinematografía, en su condición de productor, distribuidor y exhibidor. Pero, tal como señala el investigador Toro Escudero, China también estaba en el punto de mira de empresarios norteamericanos, ansiosos por acceder a este mercado. En el documental «Leimasi, el emperador español del cine chino», codirigido por él y por Rafael Nieto, que cuenta con la coproducción de la empresa andaluza Summer Films, sale a relucir que en esta feroz lucha por la competencia se produce el asesinato de su amigo, socio y gerente de su compañía, Bernardo Goldenberg, nacido en Singapur, de origen judío y nacionalizado español. Este luctuoso hecho desencadenó que, poco después, Antonio Ramos Espejo decidiera abandonar China y regresar a España, donde abrió el cine Rialto en plena Gran Vía madrileña.

Este emprendedor granadino coincidió durante su estancia en Shanghai con otro andaluz cosmopolita, el ubetense Adelardo Fernández Arias. Además de escritor, político, periodista y aventurero nato (era muy dado a batirse en duelos), el polifacético Fernández Arias fue durante su juventud diplomático. Su primer destino como cónsul fue Manila, de donde se trasladó a Shanghai y allí, gracias al relevante papel de Ramos Espejo como empresario cinematográfico, el séptimo arte se cruzó en su vida, pero su carrera como actor, director, guionista y productor la desarrolló en la floreciente industria italiana de hace un siglo.

El 1 de octubre de 1949 no solo se proclamó la República Popular China sino que supuso que la hasta ese momento conocida como República China se instalara en la isla de Taiwán, estableciendo en Taipei su capital. En esta pujante ciudad, un modelo de civismo y limpieza, tiene su sede la empresa Local Tiger International, formada por la eficiente productora Sunny Han, amante de la cultura andaluza, y el realizador sevillano José Miguel García, asentado en Taiwán desde hace varios años. Con su compañía producen documentales, muchos de ellos para National Geographic, y premiados en festivales internacionales. Recientemente han estado trabajando en un documental sobre problemas de vivienda en Asia, lo que les ha llevado a grabar en Hong Kong las llamadas casas tumba o jaula y en Mongolia cómo influye la tradicional filosofía nómada de sus habitantes en la expansión de la capital.

Del otro lado, entre los naturales de origen chino estrechamente vinculados con Andalucía, destaca el nombre de Can Wang, más conocido por su nombre artístico, «Gitano de Pekín». Este joven ingeniero medioambiental fue el primer guitarrista de su país en conseguir plaza en el Conservatorio de Córdoba para cursar el grado superior de flamenco y su pretensión es abrir el día de mañana una escuela en China. Igualmente significativo es el caso de Quan Zhou Wu, ilustradora y diseñadora gráfica nacida en Algeciras hace casi 30 años, que publicó en 2015 el cómic «Gazpacho agridulce, una biografía chino-andaluza»; tan divertido e ingenioso como anticipa su título. Dos años más tarde, la misma editorial especializada en cómics, la prestigiosa Astiberri, decidió sacar al mercado un segundo volumen titulado «Andaluchinas por el mundo» en el que narra sus andanzas por Madrid y Reino Unido, así como la de sus hermanas en un estupenda reivindicación de mescolanza chino-andaluza.

La sombra de la duda

De la oferta tan apabullante que ofrecen las plataformas digitales destaca una producción peculiar, de gran calidad, y que podría servir de patrón para futuras experiencias. Se trata de «Criminal», formada por 12 capítulos pero con la particularidad de que cuatro países, España, Alemania, Francia y Reino Unido, aportan tres episodios cada uno; todos tienen lugar en una comisaría de policía y en su mayor parte en la sala de interrogatorios.

Además de este elemento en común y de que, en aras de una mayor unidad, el decorado, entre otros elementos, sea el mismo, las doce historias son de alta intensidad dramática, prácticamente un duelo interpretativo con la permanente sombra de la duda.

De los tres capítulos españoles destaca el segundo, «Carmen», por el extraordinario trabajo que realiza la andaluza Inma Cuesta (nacida en Valencia pero criada en Arquillos, Jaén), acusada de haber dejado morir ahogada a su hermana autista.

Está, como es habitual en ella, soberbia en su personaje al igual que Emma Suárez, acertadísima protagonista de los tres episodios españoles. El autor del guión de este episodio es el almeriense Manuel Martín Cuenca, que firma el que tal vez sea el mejor de los realizados en España.

Las otras dos historias permiten además disfrutar del talento de dos grandes, como son Carmen Machi, en un registro muy diferente al habitual, y Eduard Fernández, magnífico como siempre.