Ciudadanos
Es posible restaurar la democracia
La candidata de Ciudadanos a la presidencia de la Generalidad, Inés Arrimadas, firmó anteanoche un triunfo digno de Pirro de Epiro, ese rey clásico que ganaba batallas sin sustancia mientras perdía guerras mollares. La lectura en clave nacional, valga la palabra en todo el esplendor de la polisemia, de los resultados de las elecciones regionales del jueves no puede ser menos que desoladora, sobre todo para los mariachis de Mariano Rajoy, ese estratega de cartón. El resultado de la bella jerezana, primera en el recuento como nunca lo fue el cordobés Montilla pero probable y desgraciadamente jamás monarca en el palacio de San Jaime, sí deja alguna buena noticia muy en el retrogusto. Por ejemplo, el voto charnego –casi vale decir andaluz– en el noreste de España decanta elecciones como antaño, a pesar del adoctrinamiento nacionalista al que han sido sometidas tres generaciones. La inmersión educativa es eficaz, pero sólo relativamente: Arrimadas ganó en las diez ciudades más pobladas de Cataluña, lo que confina al separatismo a las zonas rurales y lo convierte, tan moderno y cosmopolita como se creía, en un movimiento de boina y mondadientes. Los «García», hijos de la emigración, conforman la vanguardia urbana de una región cuya clase dirigente tiene que arañar sufragios masía por masía. La peripecia del PSC es bien reveladora, en este sentido: el millonario Iceta, niño pijo de la izquierda caviar, no quiso que Susana Díaz lo ayudase en la campaña y ha tenido que ver cómo el otrora cinturón rojo barcelonés devenía en búnker naranja. Un bienio de normalidad en los colegios y la clausura de la radiotelevisión autonómica completarían con éxito la desnazificación que necesitan los catalanes, todos los catalanes, para volver a vivir en democracia.
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