Andalucía
Heredando
La única metáfora semánticamente a la altura de la tarea del nuevo Gobierno de la Junta es la del «desguace». Como un trasto viejo, del régimen cleptómano casi todo conviene quemarlo sin el mínimo miramiento excepto algunas piezas aún aprovechables, como el eficaz entramado de empresas e instituciones públicas que gestiona el turismo en la región, quizá el único legado digno del (loado sea Alá) extinto Partido Andalucista, que los pergeñó a finales del siglo pasado para que el PSOE lo ampliase con éxito durante el primer cuarto de la actual centuria. He aquí un caramelo, con oceánico presupuesto adosado, para que lo saboree Juan Marín quien, además, ha asumido las competencias de una cosa muy rara llamada «regeneración democrática». Entre la nada más absoluta y la genuina madre del cordero, ahí cabe cualquier cosa. Por ejemplo, hacer o no caso a Vox cuando exige que se fiscalice la capacitación del batallón de profesionales, o lo que resulten ser, que ha comido en el último lustro gracias a la pingüe industria de la igualdad. En ese punto percibe Ciudadanos, también el PP, una ocasión para diferenciarse de la derecha anatemizada pero el votante intuye otro motivo para abandonar a quien acepta, sin presentar batalla, los dogmas mendaces de la izquierda. Cuidado pues, que aquí el más populista hace relojes y nadie deja de colarse por una rendija que le abran, siquiera la más angosta. Mientras, cada consejería filtra los nombres de la miríada de organismos prescindibles que medita cerrar (puestos en fila el listado es impresionante, alrededor de la centena) para dar sensación de proactividad donde prima una prudencia rayana en el canguelo y fronteriza con el colaboracionismo. Dos partidos son muchos compromisos. ¿Por qué lo llaman cambio cuando quieren decir herencia?
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