Sevilla

Hong Kong

Vista de la ciudad china desde el puerto / Foto: Andy Wong
Vista de la ciudad china desde el puerto / Foto: Andy Wonglarazon

Conocidas las Torres Petronas de Kuala Lumpur, el hito más célebre de Malasia desde la teleserie Sandokan, adaptación de la saga de novelas de Emilio Salgari, Hong Kong se convierte en la escala más agradable del sudeste asiático en tránsito hacia el Pacífico Sur. La antigua colonia británica no tiene en su arquitectura la magnificencia de Shanghái, pero a cambio posee la mejor oferta de ocio imaginable, incluida la excursión a la vecina Macao, una especie de Las Vegas barnizada en portugués donde en los casinos monumentales y horteras replicando a Venecia o a París, se puede comer frango piripiri sobre un mantel de cuadros. El mero aterrizaje en el aeropuerto Chek Lap Kok es una aventura en sí mismo, pues no hay otro aeródromo en la Tierra en el que los pasajeros de los jumbos puedan verle durante el descenso la cara a los vecinos de los edificios colindantes, tal es la justeza con la que se ciñen a los rascacielos. Y el impacto cultural del primer paseo de un lugar donde se le supone al paisanaje cierto dominio del inglés es traumático: el 95% de los habitantes sólo se expresa en cantonés, aunque su incuestionable esencia china no impide que los habitantes más formados del territorio hayan emprendido una vibrante batalla contra la tiranía del Partido Comunista Chino. La lucha es desigual y se saben abocados a la derrota. En eso sí conservan rasgos del viejo imperio victoriano, ese gen anglosajón que entre el confort y la libertad siempre elige lo segundo sin detenerse un segundo a medir los sacrificios que ello comporte ni a calcular la relación de fuerzas o la escasez de aliados. Saben que la razón, frente al expansionismo dictatorial de Pekín, está de su lado y hallan en los bares de Lan Kwai Fong, donde ningún exceso está mal visto, el alimento para su espíritu irreductible.