Andalucía

Informaciones sesgadas II

La Razón
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A la gran obra se fueron uniendo muchos. Todos tuvieron papeles protagonistas y demostraron gran generosidad, borrón y cuenta nueva para perdonar. Lo primero es que había que olvidar. En ambas partes se produjo gran dolor. Fue uno de los grandes momentos de la historia de España, que provocó la admiración y el respeto universal. El ducado que recibe la hija del dictador como el que se le concede a la viuda son parte de ese finísimo trabajo que tenía un fin superior, lograr la plena libertad de los españoles. El diputado de Izquierda Unida que estaba en el programa de La Sexta alegaba que sería impensable en Italia o Alemania que existieran los ducados de Mussolini o de Hitler. Eficaz el argumento, pero demagógico. Los dos dirigentes nombrados llevaron a sus países a una guerra terrible que perdieron y que los dejó destruídos, sin contar las atrocidades terribles que cometieron contra millones de personas que no estaban en los campos de batalla. Franco, aunque queramos olvidarlo, murió siendo el jefe del Estado y a su muerte seguía teniendo amplios apoyos en la población. Los franquistas copaban todos los resortes del Estado. En el ejército eran en aquel momento más los que estaban por el franquismo sin Franco que por la democracia. Dado el panorama había que tener exquisito cuidado para poder ir caminando con cierta seguridad hacia el destino apetecido. Gestos como éste, que con los ojos de hoy parecen una ignominia, eran el chocolate del loro de la época. También se ha hecho mucho hincapié en que el actual monarca puede retirar el título como lo ha hecho con su hermana. No es así. Una cosa son los títulos nobiliarios, que es un honor que los reyes de España han concedido a través de los siglos a determinadas personas y que son hereditarios, y otra cosa son los títulos reales, que los concede el Rey en contadas ocasiones, generalmente a miembros de su familia que ostentan la dignidad de altezas reales. Son una cesión vitalicia y que como toda cesión puede ser retirada por el titular. De no ser así, a la muerte del afortunado la citada gracia vuelve a la real casa. El Congreso o el Ministerio de Justicia son los competentes , puesto que la anulación que se pide es de orden político. No hay la menor duda de que el Rey sancionaría con su firma el decreto pertinente que la sea presentado.