Educación

Los defensores de la incompetencia

La Razón
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Recientemente, la Consejería de Educación madrileña ha desvelado el vergonzoso nivel de conocimientos de buena parte de los candidatos a ocupar plazas de profesor de Primaria en la enseñanza pública. Muchos de esos maestros titulados se han mostrado incapaces de manejar algo tan elemental como el sistema métrico decimal, o de resolver ejercicios de aritmética básica, por no hablar de su rotundo desconocimiento del significado de palabras de uso común. Ante tan escandaloso hecho, resultan de lo más significativas las reacciones de algunos sindicatos, por cierto, abundantemente subvencionados con dinero público. Responsables tanto de CCOO como de UGT pidieron en una rueda de prensa la dimisión de la consejera de Educación madrileña por haber «filtrado» a la luz pública esos datos, acusándola de intentar desprestigiar a los docentes. También desde CSIF se habló de un intento de azuzar a la opinión pública contra los docentes.

Sin embargo, esos mismos sindicatos han callado siempre que la Consejería de Educación andaluza ha acusado gratuitamente a los profesores de Secundaria de ser los culpables del mal funcionamiento de la enseñanza por su falta de formación pedagógica. Una formación pedagógica cuyos lamentables efectos se han puesto ahora de manifiesto mediante esa «filtración». Una formación pedagógica que no es sino una farsa, gracias a la cual medra un auténtico ejército de parásitos.

La defensa de los intereses y derechos de los docentes es perfectamente legítima, pero previamente esos docentes o aspirantes a serlo deberán demostrar su capacidad para ello. Es inadmisible que, bajo el disfraz de la defensa sindical, se pretenda facilitar el acceso a una plaza en la enseñanza pública a personas que ignoran lo que se supone que deben enseñar a sus alumnos, ocultando de paso el escandaloso hecho de que, pese a su monumental ignorancia, les han concedido el título de maestros.

En realidad, esas protestas nos muestran una vez más que los citados sindicatos subvencionados forman parte de un oscuro entramado destinado a impedir que nuestro sistema de enseñanza transmita conocimientos, que es su recta finalidad. Un entramado del que forman parte los pedagogos responsables de las propias facultades de Ciencias de la Educación, que son los que han otorgado esos injustificables títulos de maestro. Esos mismos pedagogos que llevan veinte años diciendo que lo importante no son los conocimientos, sino unos supuestos valores que siempre se acaban revelando como meras consignas políticas. Esos mismos pedagogos que dicen que ellos enseñan a enseñar. ¿A enseñar qué, si sus alumnos no saben nada y ni se dan cuenta? Pero, en cualquier caso, el entramado no acaba ahí; el entramado a favor de la ignorancia es de origen político. Fue creado por una izquierda demagógica e irresponsable, que todavía, contra toda evidencia y disfrazándolo de defensa de lo público, se obstina en mantenerlo a pesar del daño que causa al país. Pero lo más desesperanzador es que cada nuevo borrador de la LOMCE es más descafeinado que el anterior. Ante el hondo calado que ese discurso pedagógico falaz ha alcanzado en la sociedad, el actual gobierno tampoco parece atreverse a desmontar esa gran superchería.