Crisis económica
Los límites de la formación profesional
Hay quien sostiene que el paso de una economía excesivamente centrada en la construcción a una economía intensiva en el conocimiento y la formación exige un nivel educativo mínimo que consiste en la educación secundaria postobligatoria. Para la profesora Marta Rahona, este nivel de estudios se corresponde con la enseñanza de bachillerato y los ciclos formativos de grado medio. Así lo expone en el número 67 de la revista Presupuesto y gasto público. Su convicción se apoya, además, en el hecho de que en los países en los que la formación profesional tiene un peso importante en la oferta de estudios secundarios postobligatorios, las tasas de abandono escolar temprano son menores y el nivel de desempleo también. No está de más precisar que por tasa de abandono escolar temprano se entiende el porcentaje de jóvenes que abandona el sistema educativo tras la etapa obligatoria.
Si a partir de lo anterior se realiza una comparativa entre la situación en España y la Unión Europea, los resultados ayudan mucho a explicar por qué nuestro nivel de desempleo es un 10% superior a la media europea. Así, en 2009 sólo un 22% de los españoles había superado estudios secundarios postobligatorios frente al 48% del promedio europeo.
Para mayor abundamiento, con datos de 2009, el 81% de la población de la Unión Europea con edades comprendidas entre los 25 y los 34 años había cursado estos estudios frente al 64% de la población española a la que con jactancia llamamos la generación mejor preparada. Naturalmente, una de las causas que mejor explican estos 17 puntos de diferencia es nuestra mayor tasa de abandono escolar que en 2010 y para Andalucía, alcanzaba el 34,7 % de los jóvenes entre 18 y 24 años. La tasa de abandono en Andalucía superaba en más de 6 puntos la media nacional y ayuda mucho a explicar no sólo por qué la tasa de paro regional está 10 puntos por encima de la media nacional, sino también por qué la renta per capita andaluza está a la cola de España frente a las regiones ricas, como las provincias vascas, que exhiben la menor tasa de abandono del conjunto español con un 12,6%.
Lo anterior ha servido para que en los últimos años haya existido un «boom» en las políticas de apoyo a los ciclos formativos de grado medio. En 2010, el porcentaje de alumnos que cursaban estos estudios en relación a los de bachillerato era del 29,5% cuando en 2001 representaba el 22,5 %.
Sin embargo, existe una limitación muy importante al desarrollo de este tipo de estudios. La limitación tal es que si se atiende a los ciclos formativos más demandados y se toma como referencia el exitoso modelo alemán, es necesario que incluya un eficaz sistema de prácticas en empresas y éstas no están uniformemente distribuidas en el territorio sino concentradas en los polos, industriales de determinadas ciudades. Esto, sin duda, casa muy mal con los que entienden la vertebración territorial con prestar servicios públicos similares en todos los lugares. Naturalmente, nadie puede obligar a las empresas a elegir una ubicación tal que resulten repartidas uniformemente en el territorio, de manera que así pueda desarrollarse un sistema educativo que permita a la población realizar buenas prácticas en empresas sea cual sea su lugar de residencia.
La única posibilidad para desarrollar el sistema anterior es a través de un fuerte programa de becas de estudio que permita a los estudiantes financiar estudios y estancia en los lugares donde radican las empresas que se ajustan a la formación que quieren recibir. Por supuesto, y no es cuestión menor, esto necesita como pre requisito que los jóvenes estén dispuestos a marcharse de casa.
Pero, con todo, en la formación profesional hay que poner las expectativas justas. En la misma revista en la que publica su análisis la profesora Marta Rahona se incluye otro estudio de José María Arranz y Carlos García-Serrano (hijo del afamado literato). En él, estos profesores de la Universidad de Alcalá de Henares ratifican para España que las personas con niveles educativos mayores obtienen salarios más altos, sufren menos desempleo y trabajan en ocupaciones más valoradas socialmente.
En definitiva, la apuesta por los ciclos formativos es correcta en la lucha contra el abandono escolar temprano y contra el desempleo –lo que no es poco– pero no lo es tanto para cambiar sustancialmente el nivel de renta per cápita de una sociedad. Para ello se necesita, además, que buena parte de su población concluya exitosamente una adecuada educación superior.
* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Sevilla, director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente e investigador asociado Universidad Autónoma de Chile
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