Sevilla
Los tres bomberos ya están en casa: paréntesis doméstico a la pesadilla
Fueron recibidos por familiares y compañeros en el aeropuertode San Pablo tras volar desde Atenas y hacer escala en Barcelona
Fueron recibidos por familiares y compañeros en el aeropuertode San Pablo tras volar desde Atenas y hacer escala en Barcelona
Los tres del Egeo durmieron al fin en casa. Al menos, hasta que la justicia griega los reclame para aclarar la imputación de dos delitos, tráfico de personas y tenencia de armas, que pesa sobre ellos. El vuelo con código VLG2226 que aterrizó anoche a las 22:25 en el aeropuerto San Pablo, procedente de Barcelona, traía a tres hombres aliviados y cansados a partes iguales. Las preocupaciones de Enrique González, Julio Latorre y Manuel Blanco, que partieron en ferry desde Lesbos dieciséis horas antes, están lejos de haberse evaporado. Pero el abrazo de sus familias y del centenar de amigos que los esperaban en el aeródromo sevillano los ayudará a sobrellevar el disgusto. Las explicaciones públicas se dejan para mañana, cuando ofrecerán una rueda de prensa en la sede del Ayuntamiento hispalense.
Salieron de Grecia como presuntos delincuentes pero Sevilla los recibió en loor de una pequeña multitud de allegados y en olor, si no de santidad, sí del heroísmo de quien se tiene por víctima de un proceso que nadie ha dudado en calificar de kafkiano. Tres hombres inocentes en la soledad de un lóbrego calabozo extranjero... bien podría ser un inicio de pesadilla para un relato de Franz el praguense, aunque su atormentado magín jamás hubiese alumbrado una escena tan sosegadora como la de ayer. Una bienvenida de final feliz hollywoodiense en la que no faltaron ni siquiera pancartas.
El problema más perentorio al que se enfrentan los bomberos sevillanos es económico. Desde el momento de su liberación, se afanan en reunir los 15.000 euros de fianza, 5.000 por barba, que las autoridades helenas les han impuesto para asegurarse de que regresarán a Grecia cuando se sustancie el proceso judicial que se seguirá a raíz de su detención en la madrugada del pasado viernes junto a dos ciudadanos daneses. Habrán de sumarse los casi 4.000 para satisfacer la minuta del experto en Derecho Internacional que ha contratado Proem-Aid para su defensa. La cantidad no es anecdótica para esta ONG minúscula con sede en Sevilla.
Los responsables de Proem-Aid entienden que el trato que recibieron sus tres compañeros en Lesbos estuvo «plagado de irregularidades», ya que ni siquiera se les permitió realizar la llamada telefónica para solicitar asistencia letrada. También les fueron requisados los móviles y otros efectos para aportarlos como pruebas de una acusación que «no se sostiene, carece de toda lógica» pero genera una cierta inquietud porque los hechos imputados «son muy graves». No era el día para estas cavilaciones, sin embargo, sino para el reencuentro con unas familias que han vivido «tres días de angustia», aunque mucha de la amargura tragada se diluyese en cuanto Quique, Julio y Manolo asomaron la cabeza por la puerta especial que les habilitaron los responsables aeroportuario.
Los tres hombres fueron recibidos al grito de «héroes» por los congregados y se limitaron a decir que estaban «bastante cansados», reiterando que seguían ignorando los motivos por los que fueron retenidos por la Guardia Costera griega. Mientras, sus allegados coreaban consignas tales como «No a la guerra» o «La culpa es de las bombas y no de los bomberos», cánticos de estadio que provocaban la sonrisa de los protagonistas a los regresados y que ponían un epílogo bienhumorado a una desventura que no concluyó anoche, sino que abrió un paréntesis hasta que la justicia helena decida continuar o sobreseer la causa abierta. Y cada uno en su coche, estos viajeros corrientes que ni en sus peores noches con la fugaz celebridad sobrevenida, se fueron a casa. Donde mejor se está.
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