Crítica de cine

«No tengo ni idea de dónde está el dinero de Roldán»

El cineasta sevillano entra en el caso más mediático de Francisco Paesa
El cineasta sevillano entra en el caso más mediático de Francisco Paesalarazon

¿Quién se esconde realmente bajo el nombre de Francisco Paesa? Nadie en realidad lo sabe, quizás ni él. Eso es lo más importante para quien ayudó a Roldán a sacar los 1.500 millones de pesetas robados de las arcas públicas. Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) tiene nueva película en la cartelera, «El hombre de las mil caras», un trabajo que refleja la relación de ambos personajes en la España de los últimos años del felipismo.

–¿Quién es el hombre de las mil caras?

–Creo que en esta película podría ser cualquiera de los personajes, porque ninguno de ellos dice tres verdades seguidas, pero bueno, en esta ocasión es Francisco Paesa, que es un extraño personaje que ha sido prácticamente de todo en su vida: espía, play-boy, banquero, estafador. Sobre todo es una invención que él mismo ha hecho de su persona, una invención notable y, luego, un ser con una moral bastante difícil de justificar.

–¿Cómo llega a Paesa?

–Cuando terminamos «La Isla Mínima» y pasó todo el fenómeno que se montó pensé que llevábamos dos años y medio trabajando en esta historia que merecía la pena contarse. Aunque sea un cambio de timón importante, creo que no te puedes quedar anclado en el último éxito.

–¿Han hablado con él?

–No.

–¿Y tuvieron la intención?

–Sí, durante un par de años, pero no hubo manera de localizarle.

–Paesa es un poco un producto de esta relación que hay entre el poder, la política, el dinero...

–Pero no es exclusivo de España, es muy internacional, porque empieza tratando de engañar al dictador de Guinea Ecuatorial en plena descolonización española y lo último que se sabe de él es que se ha fugado de un magnate ruso porque tiene 10 millones de euros suyos. Entre uno y otro pasan 50 años de un personaje que vive en el alambre mientras hace todo tipo de cosas. No lo sé, pero sí creo que hay algo dentro de la película que sacamos como conclusión del libro de Cerdán en el que nos inspiramos (habla de «El espía de las mil caras», de Manuel Cerdán), hay una gente que nos ve como hormiguitas, como Harry Lime desde la noria, y que hace con nosotros cosas que ni nos enteramos. Cuando lo leí por primera vez en el año 2012 recuerdo que tuve que buscar términos como «offshore» o investigar cómo se mete legalmente dinero en un paraíso fiscal, no sabía ni que se podía hacer siquiera; pero me temo que en los últimos cuatro años, los españoles hemos hecho un máster en economía sumergida. Ahora le preguntas a un ciudadano y sabe de qué hablamos perfectamente.

–En su película, el abogado de Paesa negocia con el ministro Juan Alberto Belloch la entrega de Roldán. Ya sabemos que es ficción, pero me temo que así funciona la realidad.

–Hombre, no lo sé, porque no es más que una ficción, pero Le Carré dice que la diferencia entre la realidad y la ficción es que ésta tiene que ser coherente. Buena parte de lo que tiene que ver con Belloch está sacado del libro de Cerdán, con lo cual ya es un relato dentro de un relato, además está contado por una tercera persona que filtra todo con lo que se cuenta desde el futuro. Así, el único juicio de valor que hay es el suyo.

–En «La Isla Mínima» se retrata la transición vista por dos policías, un momento en el que España aspiraba a muchas cosas, pero en ésta ya es evidente que el país tomó otro rumbo.

–Lo que me sugirió el libro cuando lo leí por primera vez fueron muchas preguntas, porque hay una sensación de que esta historia podía haber ocurrido el viernes por la noche y no 20 años atrás, así que lleva a preguntarnos ¿por qué se reproduce este problema una y otra vez? Creo que esto está en la película, pero lo lamentable es que todo eso se ha multiplicado exponencialmente los últimos años.

–Roldán dice que no va a ver la película. ¿Han hablado con él?

–No, al principio pensamos que no íbamos a tener la oportunidad, pero luego cuando sí se pudo faltaban muy pocas semanas para empezar a rodar la película y era un guión que llevábamos cuatro años trabajando, de manera que pensamos que si nos encontrábamos con él, la historia quedaría mediatizada de una manera u otra. Por otro lado, tanto Roldán como Paesa han dado entrevistas en las que han dicho cosas totalmente contradictorias, incluso con lo que dicen en otras ellos mismos. No sé hasta qué punto hubiera sido productivo un encuentro, porque esto no deja de ser una ficción.

–Pero, ¿saben dónde están los 1.500 millones?

–No tengo ni idea de dónde están los 1.500 millones de Roldán. Si hay muchos periodistas de investigación que llevan muchos años indagando y tienen teorías contrarias, cómo vamos a saber nosotros dónde están.

–En los años noventa la gente quería ser como Mario Conde, como «El Dioni», Roldán..., ¿hemos cambiado algo?

–Pues sí, creo que la gente está muy cansada de estos asuntos. Probablemente, cuando ocurrieron los hechos fue cuando se tuvo conciencia de que no todo iba tan bien, hoy la gente está harta.

–¿Le han dado algún toque desde las altas esferas?

–Ninguno, ni durante el rodaje ni ahora. Creo que se puede ver como la historia de Paesa y Roldán, pero también como el punto de partida para analizar otras historias que han pasado antes y después.

–No me diga que Francisco Javier Guerrero no da para un personaje. ¿Rodaría una película sobre el «Caso de los ERE»?

–Si te digo la verdad, lo último que he escuchado son las conversaciones de Francisco Granados con dos guardia civiles y es que es de risa. Es increíble que pasen de decir que hay que tener cuidado porque los pueden pillar a preguntarse al minuto siguiente qué tarifa de teléfono tienen porque le están cobrando el doble a la mujer. Es un poco lamentable, pero hay muchos casos de corrupción en España que merecen una película.