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Pasión y Sevilla

La Razón
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Mientras a la mayoría, en este oficio, no nos cabe el ego en el pecho si nos enteramos de que un tuercebotas ha tuiteado su intención de negociar un contrato nuevo, él ha perdido la cuenta de los Juegos Panamericanos y mundiales de fútbol o baloncesto cubiertos in situ, eso sin contar sus experiencias olímpicas en Londres y Río. Cuando se resuma con una imagen el rigor periodístico, deberá hacerse con la foto de Antonio Gutiérrez, mi querido Toni, que sienta cátedra en la agencia Efe desde que Suker y Jarni jugaban para Yugoslavia. Si sólo la mitad de ese celo profesional suyo lo aprendió de su padre, el abogado Hermenegildo Gutiérrez de Rueda, ya tiene motivos sobrados para agradecerle el legado. Pero no conocí al patriarca, fallecido el lunes, en su faceta de jurista, sino como vecino, para poder afirmar que ha sido el buen humor a toda prueba la herencia más preciada que dejó a su prole. Cofrade benemérito de Pasión, ahí es nada, y directivo del Sevilla en los tiempos felices en los que un señor con ‘s’ mayúscula podía ir al fútbol sin miedo a que su vecino de palco le birlase la cartera, todo el barrio añora ya el placer de interrumpirle el paseo, ora en su viejo Mercedes ora en su motocarro de los tiempos recientes, para enterarse del último cotilleo balompédico o comentarle una fruslería al calor del insuperable jamón de Casa Ruiz, que tanto frecuentaba. El maestro Peris publicó hace poco una deliciosa crónica sobre el comercio perdido de la calle Francos y aquella tertulia permanente constituida en la puerta de los almacenes Peyré. Ya le estarán poniendo Paco y Consuelo la cabeza como un bombo con su Betis...