Pamplona
Puritanos en Gomorra
En todo el mundo, sólo el carnaval de Nueva Orleans, con esas muchachas que enseñan la pechera a cambio de un trago de cerveza, es una fiesta de costumbres más laxas que los sanfermines donde, al menos las tres veces en las que este veraneante acudió, era más sencillo toparse con un fornicio conejero que con una ducha en condiciones. Las costumbres del siglo pasado eran otras, de acuerdo, y la tolerancia no se pregonaba sino que se practicaba, pero los instintos humanos son los mismos y la carga hormonal del humano joven, idéntica. Acaba de empezar ese monumental jolgorio que hace de Pamplona una gozosa ciudad sin ley al mismo tiempo que Madrid celebra la semana del orgullo-de-la-sopa-de-letras que convierte a la capital en La Meca del apareamiento y de la exhibición porque, por lo visto, la «visibilidad» consiste en vestirse como el cowboy de los Village People y buscar al bombero para, ante las cámaras, meterle la lengua hasta la campanilla. «In the Navy, no te vayas a echar Reflex. / In the Navy, porque te puede escocer...» Desde las Baleares, a la misma vez, no paran de llegar noticias de la excitación de ciertos turistas, embarcados en una orgía “non stop” de alcohol y desenfreno, con consecuencias más odiosas todavía que la transmisión de enfermedades venéreas ya que muchos, directamente, vuelven a su país en ataúdes (media docena en lo que va de temporada) a causa de las reyertas, el “balconing” u otros incidentes. Ésta es la España que tenemos, o sea, un solar de alto voltaje sexual excepto cuando una periodista tiene que pedir perdón públicamente por ponderar el atractivo físico de un futbolista, como si estos arrebatos de puritanismo pudiesen exorcizar nuestra naturaleza promiscua, que tolera cualquier perversión excepto el erotismo consuetudinario y heterosexual.
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