Andalucía

¿Qué significa hoy el 28F?

La Razón
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Existe hoy en nuestras sociedades un sentimiento generalizado de recuperación de la memoria histórica y la mejor prueba de ello (además de alguna iniciativa concreta y encomiable como la que afecta a las víctimas de la guerra civil) son las diversas celebraciones de acontecimientos históricos como el más reciente de la Constitución de 1812, o del nacimiento o muerte de personajes que dejaron un legado significativo en distintos ámbitos de la vida social. Estas iniciativas son dignas de elogio siempre que su uso no sirva para falsear la historia o tergiversar la realidad en beneficio de intereses partidarios.

La inmensa mayoría de los andaluces que hoy andan por debajo de la cincuentena ignora la trascendencia y el significado que tuvo aquel 28 de febrero de 1980 en la historia de Andalucía. La transición política culminaba en la Constitución de 1978, fruto del consenso de todas las fuerzas políticas, con alguna excepción insignificante, consenso ratificado por el pueblo mediante referéndum. Por primera vez en nuestra historia política la Constitución no era la obra de un partido impuesta a sus adversarios políticos ni arma arrojadiza ni argumento dialéctico en el debate político. Problemas históricos, enquistados y sin arreglo en nuestra vida política y social, como la forma de Estado, la cuestión religiosa y la territorial, encontraban su solución aceptada por la mayoría.

Antes aún de haberse aprobado la Constitución, los representantes del pueblo andaluz, reunidos en Antequera, acordaban reivindicar para Andalucía la autonomía más plena en pie de igualdad con las llamadas nacionalidades históricas. Iniciado el proceso autonómico previsto en el artículo 151 de la Constitución y a pesar de las dificultades de cumplir los requisitos exigidos por la norma, el pueblo andaluz, movilizado por la Junta Preautonómica y por las Diputaciones y Ayuntamientos y por los partidos políticos y sindicatos, consiguió el 28-F acceder a la autonomía plena. Esa fue la victoria, el éxito de un pueblo crecido ante las dificultades y trabas que imponía el Gobierno central y la mayoría de la derecha política. Los andaluces, conscientes de su responsabilidad y de lo que se jugaban en el envite, superaron todos los obstáculos opuestos a su decidida voluntad de conseguir la autonomía.

En el momento actual el 28-F debe ser ocasión propicia para reflexionar sobre la situación política y social de España y Andalucía, además de servir de recordatorio de aquel acontecimiento histórico. La Constitución de 1978 ha permitido una larga convivencia de los españoles en paz y libertad, pero la sociedad actual, muy distinta de la existente en los años 70, exige su revisión a fondo en muchos aspectos y, entre ellos, la organización territorial. El Estado de las autonomías ha cumplido su ciclo y su salida natural es el Estado Federal, sin desigualdades ni asimetrías.

Es también el momento oportuno para defender los derechos fundamentales como la dignidad de la persona, la igualdad, la educación, la salud y el trabajo que, so pretexto de la generalizada crisis económica están siendo recortados, cuestionados, o simplemente ignorados o conculcados. El Estado social, basado en la universalidad de la educación y de la sanidad, está siendo desmantelado en perjuicio siempre de los más necesitados y los más débiles.

Y por último, es la coyuntura adecuada para reivindicar una democracia real, de calidad, participativa, que supere la democracia puramente procedimental, reducida al formalismo del voto en las consultas electorales. La ciudadanía reclama y exige hoy a los representantes políticos, además de limpieza y transparencia en su actuación, una atención y dedicación para resolver los problemas que les agobian y afligen en su vivir cotidiano.