Sevilla
Resurrección temprana
«El Cristo de la expiración y la Virgen de las Aguas son las imágenes más originales». «Te puedes pasar horas contemplando a mi Virgen Macarena»
«El Cristo de la expiración y la Virgen de las Aguas son las imágenes más originales». «Te puedes pasar horas contemplando a mi Virgen Macarena»
Este años los tiempos que enmarcan los momentos estelares –que dirían los argentinos– de Sevilla se han adelantado. Por ello, pasamos de San José a Domingo de Ramos sin un respiro. La verdad es que el domingo se salvó, no sin su carga de suspense, miradas al cielo y guerra de comunicados de urgencia sobre los posibles chubascos.
El lunes quedó reducido del Señor de las Aguas a la Señora de las Aguas del Museo. Posiblemente sería por lo que la lluvia dio un respiro y las cuatro hermandades que cerraban el día pudieron realizar sus estaciones de penitencia con mas público que nunca. Todos se volcaron con ellas. Directamente de una grabación televisiva me fui a la salida del Museo, sin dejar a la hermandad de mis amores hasta su recogida pasadas las 3:30 horas de la madrugada. Sin duda, tanto el Cristo de la Expiración como la Virgen de las Aguas son las dos imágenes más originales de nuestra gran semana. Ese Cristo con su insoportable dolor que se retuerce en la cruz en su último suspiro tratando de buscar a su padre, a Dios, en el cielo, expirando sin saber si encontró el rostro que buscaba para que mitigara su angustia. La cara suplicante al Altísimo, su tocado blanco inmaculado que enmarca con una luz especialísima su belleza suprema, su tiara rematada con los diamantes y esmeralda, su cruz con las mismas preciosas piedras, sus brazos a los que la colocación de su manto le dan una posición que parecen que llaman para que esté a su lado, ese palio, elegantísimo, etéreo, que parece tener vida propia en sus movimientos... Un paso de palio que se le reconoce hasta por sus andares. La larga chicotá con la marcha Amargura por delante de la fachada del museo de Bellas Artes resultó magnífica. Me gustó el nuevo itinerario.
El martes castigó con aguaceros a Los Javieres, San Esteban, San Benito y El Cerro. La Bofetá concentró en El Duque a todo el público. La Virgen del Dulce Nombre reapareció después del «lifting» al que se había sometido y sigue siendo la del dulce nombre que siempre fue.
El miércoles felicidad completa, disfrutar sin mirar al cielo. Las calles se llenaron, todas las hermandades dieron lo mejor para compensar las zozobras de los días anteriores.
El jueves, a pesar de acostarme una vez recogida Las Siete Palabras en San Vicente, la parroquia de mi infancia, el nervio que te se sirve de despertador hizo que a las nueve, hecho un pincel, estuviera rezándole al Señor de la Sentencia antes de dirigirme a la Gran Señora de los Cielos, la Esperanza cierta en tantos momentos de incertidumbre, mi Virgen Macarena. Te puedes pasar horas contemplándola con la cara inundada de la alegría de ver el bellísimo rostro de tu madre. Dejemos la lírica y pongamos la chispa mundana. Uno de los «armaos» que daban escolta al paso de palio me saluda y me fijo que el apuesto Marco Antonio que contemplo es Mario Niebla del Toro, que debutaba como centurión macareno. A pesar de estar en sagrado, no tuve más remedio que decirle que no tenía la menor duda de que terminaría de Poncio Pilatos en el misterio del Señor. Cuánta verdad, qué inmenso señorío en Jesús del Gran Poder, qué olor embriagador al entrar en la capilla de San Antonio y contemplar a la Pura Concepción, con esa especie de jardines flotantes de azahar. Y su hijo el del Silencio. Qué decir de la Esperanza trianera, del Calvario, de Los Gitanos. Juré que me tenía que reservar para la tarde y la «madrugá» pero, ¿se puede uno reservar cuando está pisando el cielo, que en mañanas así, te quedas convencido de que el cielo son las calles de Sevilla que hay entre las iglesias que acogen a nuestras cofradías? Ya saben, entrego artículo el jueves, lo que sucedió hasta el domingo estoy convencido de que fue estupendo.
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