Andalucía

Su señoría Alcaraz

Francisco José Alcaraz, jiennense de Torredonjimeno, ha resucitado después de ser condenado (¡y mil veces ejecutado!) a la muerte civil con su nombramiento como senador por designación autonómica. Representará a Andalucía en la Cámara Alta, que vaya usted a saber por qué se llama así, por voluntad de Vox, una formación de dientes de sierra, pues combina propuestas del todo estrafalarias con ideas luminosas como convertirse en el último refugio político de quienes recibieron el zarpazo del terrorismo etarra. La derecha los abandonó y a la derecha se han ido. José Antonio Ortega Lara como epítome, pero también lo más honorable del PP vasco, ese partido heroico que pagó con sangre (como Jiménez-Becerril, como Martín Carpena...) su lealtad a la Constitución. Juntos pero no revueltos, los activistas de la AVT mantuvieron con ellos la llama de la dignidad durante los años de vaselina de Zapatero, tan dolorosos como los de plomo aunque mucho más vergonzantes por lo que tenían de claudicación. Al frente, siempre Alcaraz, modesto peluquero al que una bomba en la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza arrebató a su hermano y a dos sobrinas de corta edad. Mientras la España biempensante tildaba al inminente senador de ultra, entre otras lindezas, Josu Ternera, el malnacido que ordenó la atrocidad, recibía toda clase de mimos y parabienes: prófugo de la Justicia, el aparato del Estado sabe desde hace diez años dónde está, qué desayuna y cuántas veces obra al día sin que ningún Gobierno haya mostrado el menor interés por echarle el guante. Pues todavía no se ha oído que ningún victimado reclame el ojo por ojo, pero ellos son los peligrosos, por lo visto, y sus verdugos son unas venerables ursulinas. Pocas veces se habrán apoyado sobre los escaños del Senado posaderas más respetables.