Audiencia Nacional
Todo puede empeorar
Este es el tercer escrito en el que no puedo salir del caminito del precipicio. Desde el jueves que salió mi último artículo no hace falta que les diga que ya no hay caminito, directamente estamos en el precipicio. Pero a pesar de ello, por lo que se otea para los próximos días, todo puede empeorar. Por cierto, el tiempo sirve de decorado perfecto a la situación que vivimos: nubes, lluvias, tormentas, rayos... Todo esto a 27 de mayo.
No quiero meterme en política, que decía el dictador Franco; pero en plan comunicación tampoco acierta el PP. Todo el mundo sabe que los partidos tienen argumentarios que se reparten a escala nacional que realizan asesores de los presidentes o secretarios generales de las distintas formaciones. Se da por hecho que los creadores de esas ideas o mensajes que tienen que repetirse hasta la saciedad son unas verdaderas lumbreras, pero hasta las lumbreras se agotan. El jueves 24 marchaba camino de Antequera, donde grabo el programa «Original y Copla». Pedro, el magnífico conductor que he tenido la inmensa suerte que me asignara la producción, una de la muchas cosas buenas que he disfrutado estos diez meses en el referido musical, lleva puesto en la radio el programa de Herrera, que ese día tenía como invitado estrella al presidente del gobierno. A las pocas respuestas no tuve duda de que el argumentario para salir del actual y grave atolladero en que se encuentra el partido que preside se había puesto en marcha. Solo tres argumentos: que por diez o doce personas condenadas o imputadas no se puede juzgar a toda una organización; que cuando su nombre aparece en la sentencia es un comentario, una anotación, que no significa nada. ¿Quién tiene mas credibilidad, un señor que ha obtenido en las elecciones 85 escaños o quien ha obtenido 137? Posteriormente, estos mismos argumentos los ha utilizado Rajoy en distintas comparecencias, igualmente han hecho varios altos dirigentes en distintas entrevistas. Esto que viene ahora sí que es un comentario sin mayor importancia, que no tiene capacidad de crear grandes movimientos de opinión, pero para mí es básico, porque es lo que pienso. Además tengo todo el derecho a realizarlo, porque soy un español que tiene la suerte de llevar más de cincuenta años trabajando sin interrupción alguna, que he ganado y gano algo más que la media de los trabajadores y que, por tanto, estoy «apuñalaíto» por todo tipo de impuestos; que incluso he sido tentado por algunos de los imputados o condenados que protagonizan el tristísimo espectáculo de la corrupción. Grandes lumbreras de la Moncloa. Decir que los imputados o condenados por casos de corrupción son diez o doce es lo más descarado y cínico que he escuchado en mi vida. Que se cite entre los argumentos de una sentencia la poca credibilidad como testigo del presidente no es un comentario, como puede ser esto que escribo, tiene la fuerza de un tribunal de justicia. Además no de uno cualquiera, es de la Audiencia Nacional. Comparar la credibilidad de contrincantes políticos y jueces según el número de votos obtenidos en las últimas elecciones es argumento muy peligroso, primero solo hay que ver las últimas encuestas para ver la clara tendencia a la baja del PP. Ni obteniendo los más de 200 escaños que obtuvo Felipe González quedas blindado para cometer errores o delitos. Pero sobre todas las cosas, lo que hace que para mí sea imposible contemplar la posibilidad de votar al señor Rajoy, es que piense que soy un bobo y que machacando unos argumentos por muy poco que se ajusten a la realidad, voy a terminar creyéndolos. Los expertos que le han aconsejado, si no ha sido usted personalmente el que ha tenido la feliz idea, han pensado la eficacia con que manejaba estas cosas el maldito Dr. Goebbels –ya saben, aquel que decía que una mentira repetida cien veces, termina convirtiéndose en verdad–. La cuestión es que aquel vil personaje lo hacía en una dictadura feroz y España, a pesar de los graves problemas, es una democracia plena. Le reconozco que su partido y usted mismo han tenido mucho que ver en que afortunadamente esto sea así. En fin, me acojo al gran poeta y personaje Jaime Gil de Biedma, para terminar: hay días que sabes al despertar que no te van a invitar a la felicidad.
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