Grupos
«Twang» para digerir a Trump
El músico actúa esta noche en la sala Planta Baja de Granada.
El músico actúa esta noche en la sala Planta Baja de Granada.
Todo el mundo pensaba que la ficción, todavía no lo ha hecho la sangre, no iba a llegar al río porque no era más que el bocazas que reparte tortas en el recreo. Un tipo inofensivo fuera del patio, donde no reina el sentido común. Sin embargo, no sólo bajó de la Torre Trump y cruzó el Hudson, sino que ya ha llegado hasta el Potomac, cuyas aguas llenan de humedad los cristales de la cercana Casa Blanca en los días de bochorno como hoy. Así es América y un lugar común es decir que en los momentos de mayor incertidumbre política, la creatividad se dispara. Veremos qué pasa porque entonces nos espera la llegada de una nueva ola cultural estadounidense sin precedentes en la historia de la humanidad. Mientras tanto, el momento, el espíritu, se merece iniciar el camino hacia la reconciliación con lo mejor que ha dado ese país, que es mucho y variado, mediante su música.
No hay que esperar demasiado, a las 21:00 horas en la sala Planta Baja de Granada actúa esta noche el Twangero, Diego García para el mundo civil, y uno de los guitarristas más valorados a nivel internacional que ha conseguido ya dos premios Grammy Latino por su contribución a la música popular. Acercarse a su música puede suponer uno de los ejercicios más interesantes en un momento de desierto creativo y retorno de la cultura del karaoke televisivo. En su guitarra están contenidos todos los grandes géneros de la música popular norteamericana del pasado siglo, pero tamizados por una ejecución magistral, única y personal, que le lleva a éste a encontrar ámbitos verdaderamente sugestivos.
Está de gira para presentar las canciones de su último trabajo, «Pachuco». El nombre hace referencia a un grupo de mexicanos asentado en Los Ángeles durante los años 30 y 40 que vivía entre la marginalidad y el crimen organizado con trajes y zapatos bicolores. Les gustaba mostrase desafiantes, ser los chulos del barrio, darle forma a esa ciudad deforme con su altanería, pero lo que de verdad les volvía locos era la música. Swing, boogie, jazz, mambo; ese ramillete de ritmos ocultos que se disfrutaba en ambientes tórridos y cargados de humo antes de saltar a las grandes salas de concierto.
«Octopus», «Twanguero», «The Brooklyn sessions» o «Argentina songbook», trabajos memorables que llegan después de alternar temporadas en Nueva York, Buenos Aires o de gira por Norteamérica, donde no sólo mostró su capacidad con la guitarra, sino que se fue empapando de las distintas sensibilidades del país. De su capacidad saben Calamaro, Jorge Urrutia, Fito Páez, Bunbury y, sobre todo, «El Cigala», con quien compartió escenarios en el tour «Sintiendo América», que fue comparado con aquel ya mítico que el cantaor realizó con Bebo Valdés. Antes de todo esto, su historia comenzó a los tres años recibiendo clases en el conservatorio de Valencia con un discípulo de André Segovia, José Lázaro Villena; con 13 años forma su primera banda y con 15 se encuentra ya en la cima musical. Su precocidad le lleva a formar parte, con poco más de 20 años, de la nómina de músicos imprescindibles en el estudio para quien quiera alcanzar una autenticidad en sus discos.
Armado con una guitarra Gibson dorada es capaz de alcanzar los sonidos más auténticos de las diferentes tradiciones musicales americanas, pero con una personalidad brutal en sus trabajos. Sorprendente por su versatilidad, asume el blues más puro oscuro, para sorprender en el siguiente tema con toques propios de la psicodelia, el rock o la canción popular norteamericana. Un maestro capaz de llegar al corazón de la música al que Gabriel García Márquez calificó como tal cuando actuó para el escritor colombiano. Un artista imprescindible en tiempos de infortunios, mentiras y artificios, un placer de mestizaje y verdad.
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