Andalucía
Un 21% de abandono escolar pero pendientes de los fichajes
“Algo o, más bien, muchas cosas deben encajar mal cuando tenemos uno de los sistemas de acceso a la profesión docente más exigentes, más de un 90% de alumnos que superan la selectividad pero una tasa a la cabeza de Europa de alumnos que dejan las clases”
“Algo o, más bien, muchas cosas deben encajar mal cuando tenemos uno de los sistemas de acceso a la profesión docente más exigentes, más de un 90% de alumnos que superan la selectividad pero una tasa a la cabeza de Europa de alumnos que dejan las clases”
En junio del año 2017 el Boletín Oficial del Estado modificaba la normativa educativa permitiendo que pudiesen obtener el título de Educación Superior Obligatoria (ESO) los alumnos con dos suspensos si estos no se daban simultáneamente en las materias de Lengua castellana y Literatura y Matemáticas. El título de la ESO habilita, por ejemplo, para acceder a los estudios de Bachillerato sobre los que recientemente se han pronunciado casi 200.000 personas a través de una conocida plataforma digital en favor de una prueba de selectividad común para toda España. La petición va en la misma línea de la que hace unos meses recogía el Manifiesto por la convivencia lingüística, la neutralidad ideológica y la calidad educativa entre cuyos firmantes se contaba al premio Nobel Mario Vargas Llosa o al Premio Príncipe de Asturias Juan Velarde.
Pero volvamos a la enseñanza de ESO e incluso a niveles inferiores. Si el alumno con dos suspensos reclama su aprobado ante los servicios de inspección educativa es aprobado automáticamente. Repasando los grupos de WhatsApp en los que uno coincide con excepcionales docentes se encuentra con el aplastante razonamiento de quienes sostienen «para que los apruebe la Consejería, los apruebo yo en junio y me evito la bronca del director del centro». Bueno, en definitiva el alumno se acoge a una norma en vigor.
Pero descendamos ahora a la educación infantil. En esta ocasión y en el mismo grupo de amigos otra profesora escribe: «Yo he dejado a cuatro niños con un área no superada y el director me ha mandado un grueso de documentos de autoevalución, medidas ordinarias que habrá de tomar, medidas complementarias, actividades específicas para cada alumno suspendido, así como un análisis del origen y causa de las dificultades». A todo ello acompañó una bronca por haber bajado las estadísticas de aprobados del centro. El resultado es que el año próximo se pensará muy mucho volver a dejar pendiente actividad alguna para un alumno. En cuanto a lo de las medidas específicas a llevar a cabo para mejorar los resultados afirma que para poder desarrollarlas necesitaría, como mínimo, diez alumnos menos por clase.
Todo lo anterior se produce a días de tomar las vacaciones de verano, esto es, el momento más idóneo para querer buscarse problemas con la Consejería. Por cierto y ahora que aparecemos los padres, basta oír a cualquier docente que se tome en serio su trabajo para que te cuente cómo en las últimas décadas se ha pasado de una relación asimétrica basada en un poder indiscutible del profesorado a otra igualmente asimétrica en favor de los padres. Esto es así pese a que la Lomce contempló la presunción de veracidad de los docentes en determinados casos.
El 26 de abril de este año la oficina de estadística europea –Eurostat– ponía a España a la cabeza de Europa en abandono educativo con un 17,9%, por delante de Malta y Rumania. Visto desde la perspectiva regional, Andalucía está a la cola de toda España con un 21% y eso con todo un sistema orientado a aprobar con normas como las referidas al comienzo. A pesar de lo alarmante de la situación poco tiempo ocupa en nuestras conversaciones comparando con el mercado de fichajes futbolísticos.
Algo o, más bien, muchas cosas deben encajar mal cuando tenemos uno de los sistemas de acceso a la profesión docente más exigentes, más de un 90% de alumnos que superan la selectividad pero un 21% de abandono escolar. Probablemente parte pase por recuperar la motivación del profesorado (es inaceptable que Andalucía lleve más de 20 años sin convocar las plazas de catedráticos de instituto y de profesores de escuelas oficiales de idiomas), revisar el sistema de formación del profesorado ya en plantilla o la autonomía del servicio de inspección educativa respecto del gobierno de turno que, por cierto, las inhabilita en la lucha contra el adoctrinamiento en regiones como Cataluña.
* José Manuel Cansino es Catedrático de la Universidad de Sevilla y profesor de la Universidad Autónoma de Chile
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