Cataluña

Una feria triste en octubre

La Razón
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Terminé mi clase avisando a mis alumnos: «Prepárense para asistir a un día sumamente interesante en la banca española». Entre murmullos y gestos de asentimiento me despedían susurrando los nombres que todos teníamos en la cabeza.

Crucé la avenida y entré en la oficina del banco que explica por qué Cantabria tiene una recaudación tan alta en impuesto de sociedades. La sede social de una sola multinacional financiera española lo explica. Aquella oficina era una feria de clientes que esperaban su turno con mucha más paciencia de lo habitual. Con la paciencia de quien ha asumido que hoy no sale del banco sin hacer aquello que vino a hacer.

Sin embargo, el mayor movimiento no era el de personas, sino el tráfico en el sistema informático del banco; en su intranet. Sobre las 12:30 del jueves 5 de octubre, la intranet del banco estaba colapsada. No puedo afirmar si toda la red o sólo la de esa oficina, que es una de las más modernas y sofisticadas de la ciudad. Los empleados no podían mostrar el detalle de los fondos de inversión que el banco estaba ofreciendo a los clientes y que recepcionaban los traspasos procedentes de los fondos de las entidades catalanas. Hasta tal punto era así que el banco utilizaba lo que denominaba un «fondo refugio». Un fondo con rentabilidad negativa en los últimos meses y comisiones mucho más altas que las que cobraban los bancos que aún ese día mantenían su domicilio social en Barcelona. Era fácil de explicar. Los clientes no estaban para mirar ni rentabilidades ni comisiones. Buscaban seguridad y estaban dispuestos a pagar por ella.

Yo no podía evitar pensar en los profesionales de esas oficinas que estaban viendo salir sus fondos sin poder impedirlo. Muchos fueron compañeros míos de carrera en la Universidad. Profesionales de primer nivel. A otros los conocí hace casi dos décadas. Jamás me cobraron una comisión de más ni dejaron de estar pendiente de atender a cualquier consulta que les hice. Incluso me leyeron el comunicado interno de su entidad en el que se decía que el banco hará lo que tenga que hacer en defensa de los intereses de sus clientes. Sonaba al mensaje del Rey del martes anterior me decían. A mí me sonaba a la célebre frase del entonces presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, cuando el 26 de julio de 2012 comenzó a conjurar la crisis del euro con aquello de «haré lo que haya que hacer, y créanme, será suficiente».

¿Por qué no fueron suficientes los comunicados internos de las entidades financieras catalanas? No es fácil de adivinar. Basta con bosquejar en el imaginario colectivo de los españoles. Pero como eso es complejo, me referiré a algo absolutamente tangible sobre lo que me advirtió un amigo profesor de Derecho en la Universidad Pablo de Olavide. Se trata de la entrevista al catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, Françésc de Carreras, el pasado 1 de octubre en el canal 24 horas de TVE.

A las 18:27 minutos el profesor, uno de los líderes intelectuales de la defensa de España en Cataluña en estos años, explica lo siguiente. Si alguien quiere entender de verdad cómo se ha llegado a esta situación, que se venga a mi casa con la condición de que desde las
8:00 de la mañana hasta la noche esté oyendo y viendo los medios de comunicación –privados y públicos– catalanes. Todos ellos financiados por las grandes empresas de aquí. En el minuto siguiente, a las 18:28, cita: La Caixa, el Banco Sabadell y Gas Natural.

El mismo día 5 de octubre, ése en el que yo estaba en la oficina del banco contemplando aquella triste feria, a medio día, el Banco Sabadell ya anunciaba que por la tarde se reunía para aprobar el cambio de su domicilio social. Por la tarde lo hizo. Esa misma tarde lo anunciaba CaixaBank. Lo haría al día siguiente, 6 de octubre. Ese mismo día lo anunció Gas Natural. Las tres grandes empresas que citó el profesor Carreras a modo de ejemplo de financiadores de los medios que habían alentado la sinrazón secesionista.

Puigdemont recordó al jefe del Estado las ayudas que en momentos críticos de la monarquía había recibido desde Cataluña. No era difícil recordar el empleo de la infanta Cristina en la Fundación La Caixa. Desde otra perspectiva, también había que recordar que el Banco Sabadell tuvo que absorber en 2011 a la Caja de Ahorros del Mediterráneo y CaixaBank asumió –entre otras entidades– a Cajasol a través de un Sistema Institucional de Protección en 2012. Pero nada de eso pesaba en los que han movido sus fondos en estos últimos días ante el temor de la repetidamente anunciada declaración de independencia. En la cabeza de todas esas personas dominaba la búsqueda de seguridad jurídica y, en no poca medida, una animadversión hacia quienes
–como señalaba de Carreras– habían financiado generosamente los altavoces del secesionismo. En 48 horas se había concitado en un mismo bando la incomodidad de millones de ahorradores del resto de España contra estas entidades con la llamada al boicot por los antisistema de la CUP. Pocas veces se logran consensos de base social tan amplia.

Cuando salí de la oficina, los empleados preguntaban a los nuevos clientes por la situación en la oficina de enfrente. La respuesta era «igual que aquí, pero al revés».

No es fácil colocar en el imaginario colectivo de millones de personas una asociación entre marcas comerciales y conceptos. Cuesta mucho más cambiarlos. Que nadie se piense que estrategias del tipo cambiar la sede social pero no la sede fiscal pasarán desapercibidas o se revertirán a corto plazo. Es sabido que es posible engañar muchas veces a una persona o una vez a muchas, pero es imposible engañar muchas veces a muchas personas.

Una última nota a estas notas sobre tan triste feria. Ojo al Banco Mediolanum. Es otra de las entidades que ha cambiado su domicilio social fuera de Cataluña y es una banca personal con personal muy cualificado. Posiblemente asistamos a una expansión notable de esta entidad a muy corto plazo.