Blázquez advierte sobre «demasiada cicatería a la hora de acoger al refugiado»
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española alerta también sobre «el rechazo en forma de sospechas»
/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/larazon/JOEE4HSMKRBJRGVRFWAFG7MWSI.jpg)
El cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, está preocupado por la situación actual de las personas que salen de sus países de origen para salvar su vida y la de sus familias o para labrarse un futuro mejor. Pero también por la «falta de acogida» que estos encuentran en los lugares a los que emigran, y especialmente en España.
Lo decía ayer durante su homilía en la parroquia vallisoletana de San Toribio de Mogrovejo, abarrotada de emigrantes de todo el mundo y de fieles de las distintas comunidades cristianas, con motivo de la jornada mundial de los emigrantes y refugiados: «La respuesta de los españoles está siendo demasiado cicatera».
En este sentido, el también presidente de la Conferencia Episcopal Española recordaba que los españoles «hemos sido también un pueblo migrante, y en ocasiones en oleadas», y advertía de que los emigrantes y refugiados «no siempre encuentran las puertas abiertas, y especialmente las del corazón». Blázquez alertaba también del rechazo en forma de sospechas que los lugareños tienen cuando se encuentran ante un emigrante o refugiado. «Sospechamos mal y no entiendo el por qué de esta actitud», se preguntaba el prelado mientras recordaba que estas personas tienen derecho a emigrar, y sobre todo si es por una necesidad vital, como es salvar su vida o la de sus seres queridos.
Por ello, el arzobispo apuntaba a la necesidad de escuchar a estas personas así como facilitar su desahogo y favorecer su socialidad e introducción en la comunidad cristiana a través de las parroquias. Y, en el caso de los españoles, a que aprovechen la experiencia migratoria como orientación para ver de qué forma se puede acoger a los que lo necesitan El cardenal advertía también de los guetos y del peligro que estos suponen «para el que se ve forzado a vivir en ellos», llamaba a la sociedad a fortalecer y proteger los caminos de la vida y a abrir caminos de maduración y crecimiento con los que llegan a nuestras vidas, tanto en el saber, como en el convivir y en la forma de actuar, así como en la lengua y en las costumbres. «No somos extraños», afirmaba haciendo suyas las palabras del Papa Francisco, a la vez que invitaba a integrar a los emigrantes y refugiados en la sociedad «y a no ser personas que solo se rozan».
El cardenal invitaba también en su sermón a salir a la calle y a los barrios al encuentro personal de estas personas, a través de la Fe, «porque con el ambiente de religiosidad que antes estaba impregnado en la vida ya no es suficiente».