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La recuperación del cuerpo, en las mejores manos

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Los grandes logros requieren grandes riesgos. La frase, no es mía. Ni de nuestro protagonista. Es del Dalai Lama. Pero podría aplicarse a muchos de los emprendedores que han pasado por estas páginas. Entre ellos Javier Viaña, un joven que hace seis años se decidió y tras, haber permanecido otros tantos trabajando en clínicas privadas, optó por abrir un centro de fisioterapia para gestionarlo a su manera. Y la cosa funciona. Los clientes, repiten, y el boca a boca no para de aportarle más y más trabajadores y deportistas a los que tratar. Javier, como muchos jóvenes, apostó por una ciudad dormitorio, como Arroyo de la Encomienda, limítrofe con Valladolid, para adquirir una vivienda. Y allí vio oportunidades de negocio. «Muchos amigos me animaron a abrir mi propia clínica», explica, tras lo que indica que «me plantearon la oportunidad de adquirir este local, y a pesar de que fue con precios de otra época, a día de hoy estoy contento». En su 'puesta de largo' como autónomo, explica que contó con el apoyo de la Junta, la Diputación e incluso la Fundación Michelin. De las tres instituciones recibió ayudas a fondo perdido, si bien, considera que «es un dinero con el que no se cuenta, que llega tarde, pero es bienvenido». «A mí me pusieron todo negro, pero lo cierto es que tuve muchas facilidades, incluidas las del Ayuntamiento, que agilizó mucho las licencias de obra y de apertura». Lo mismo, añade, con Sanidad.

Apuesta personalizada

Javier decidió abrir su centro especializado porque, indica, «te das cuenta de que en las clínicas privadas, en las que trabajas con médicos y otras personas que pueden tener un concepto diferente al tuyo, no puedes emplearte en lo que quieres hacer». Ahora, recibe a un 95 por ciento de clientes particulares. El resto, derivados de mutuas. Si bien, explica que su idea sobre los tratamientos es diferente a la que puedan presentar otros lugares que atienden a 250 o 300 personas al día. «Es otra filosofía. Allí lo que se busca es, como suelo decir, pasar la tarjeta», añade, a la par que dice que «no existe la necesidad de que el paciente vaya todos los días a tu clínica, sino que con una o dos veces máximo a la semana, creo que puede resultar suficiente». Si bien, advierte que «no se trata de desprestigiar a nadie, porque entiendo que los resultados estarán ahí».

Sus especialidades son la fisioterapia deportiva y pediátrica y la osteopatía, que reciben, fundamentalmente, gente joven y niños. «En este pueblo es una población muy frecuente. De hecho, sólo este año nacerán unos 400 bebés», argumenta, para agregar que un 80 por ciento de sus clientes no supera los 50 años.

Sus sesiones rondan la hora, con un precio de 32 euros la sesión, y con una primera sesión gratuita. «Es económico en cuanto a los resultados y a la calidad-precio», expone, para lamentar que, como en otras muchas profesiones liberales, «el instrusismo está a la orden del día y esto debería vigilarse más en el ámbito de la salud».

«Cualquier persona que hace un curso de dos meses, piensa que puede completar funciones similares a las de alguien que tiene un grado, y me temo que no es así», apunta. Con respecto a la mejor época del año para acudir al 'fisio', apunta que todas. Porque siempre hay actividad física. Que no falte.

VALLADOLID- Los grandes logros requieren grandes riesgos. La frase, no es mía. Ni de nuestro protagonista. Es del Dalai Lama. Pero podría aplicarse a muchos de los emprendedores que han pasado por estas páginas. Entre ellos Javier Viaña, un joven que hace seis años se decidió y tras, haber permanecido otros tantos trabajando en clínicas privadas, optó por abrir un centro de fisioterapia para gestionarlo a su manera. Y la cosa funciona. Los clientes, repiten, y el boca a boca no para de aportarle más y más trabajadores y deportistas a los que tratar. Javier, como muchos jóvenes, apostó por una ciudad dormitorio, como Arroyo de la Encomienda, limítrofe con Valladolid, para adquirir una vivienda. Y allí vio oportunidades de negocio. «Muchos amigos me animaron a abrir mi propia clínica», explica, tras lo que indica que «me plantearon la oportunidad de adquirir este local, y a pesar de que fue con precios de otra época, a día de hoy estoy contento». En su 'puesta de largo' como autónomo, explica que contó con el apoyo de la Junta, la Diputación e incluso la Fundación Michelin. De las tres instituciones recibió ayudas a fondo perdido, si bien, considera que «es un dinero con el que no se cuenta, que llega tarde, pero es bienvenido». «A mí me pusieron todo negro, pero lo cierto es que tuve muchas facilidades, incluidas las del Ayuntamiento, que agilizó mucho las licencias de obra y de apertura». Lo mismo, añade, con Sanidad.

Apuesta personalizada

Javier decidió abrir su centro especializado porque, indica, «te das cuenta de que en las clínicas privadas, en las que trabajas con médicos y otras personas que pueden tener un concepto diferente al tuyo, no puedes emplearte en lo que quieres hacer». Ahora, recibe a un 95 por ciento de clientes particulares. El resto, derivados de mutuas. Si bien, explica que su idea sobre los tratamientos es diferente a la que puedan presentar otros lugares que atienden a 250 o 300 personas al día. «Es otra filosofía. Allí lo que se busca es, como suelo decir, pasar la tarjeta», añade, a la par que dice que «no existe la necesidad de que el paciente vaya todos los días a tu clínica, sino que con una o dos veces máximo a la semana, creo que puede resultar suficiente». Si bien, advierte que «no se trata de desprestigiar a nadie, porque entiendo que los resultados estarán ahí».

Sus especialidades son la fisioterapia deportiva y pediátrica y la osteopatía, que reciben, fundamentalmente, gente joven y niños. «En este pueblo es una población muy frecuente. De hecho, sólo este año nacerán unos 400 bebés», argumenta, para agregar que un 80 por ciento de sus clientes no supera los 50 años.

Sus sesiones rondan la hora, con un precio de 32 euros la sesión, y con una primera sesión gratuita. «Es económico en cuanto a los resultados y a la calidad-precio», expone, para lamentar que, como en otras muchas profesiones liberales, «el instrusismo está a la orden del día y esto debería vigilarse más en el ámbito de la salud».

«Cualquier persona que hace un curso de dos meses, piensa que puede completar funciones similares a las de alguien que tiene un grado, y me temo que no es así», apunta. Con respecto a la mejor época del año para acudir al 'fisio', apunta que todas. Porque siempre hay actividad física. Que no falte.