Castilla y León

Los emigrantes rumanos de rito ortodoxo celebran con gozo su Navidad

El 25 de diciembre es un día muy deseado para ellos y el inicio de un intenso y alegre encuentro familiar que se prolonga hasta la Epifanía

El Padre Laurentiu-Florian Datcu, párroco de la Iglesia de San Gregorio el Teólogo de Valladolid, oficia la ceremonia ortodoxa
El Padre Laurentiu-Florian Datcu, párroco de la Iglesia de San Gregorio el Teólogo de Valladolid, oficia la ceremonia ortodoxalarazon

La Navidad es el periodo del año más esperado por millones de personas en el mundo, aunque ésta no se vive ni se siente de la misma forma en todos los hogares. Cada país tiene sus tradiciones y creencias religiosas, y dentro de cada territorio conviven también diferentes sensibilidades espirituales así como maneras de celebrar el nacimiento de Cristo. La mayor parte de países occidentales y latinoamericanos tienen hondas raíces cristianas, sobre todo, católicas, para los que la Navidad es una fecha clave y, por ello, se celebra con gran alegría.

También se festeja con devoción y como una gran fiesta familiar entre los cristianos ortodoxos. Y en concreto, entre la comunidad rumana, de amplia presencia en España, en general, y en Castilla y León, en particular. «La Navidad es una de las fiestas más importantes para los ortodoxos y todo gira alrededor de Cristo. Él es el principio y fundamento de nuestra iglesia», señala a LA RAZÓN el Padre Laurentiu-Florian Datcu, párroco de la iglesia de San Gregorio el Teólogo de Valladolid, quien destaca la alegría y fortaleza espiritual con la que viven y celebran los rumanos ortodoxos la Navidad.

Unas fiestas invernales que empiezan a disfrutarse ya desde el 6 de diciembre, día de San Nicolás, donde los niños limpian sus botas la noche anterior con la ilusión de saber que al despertar habrá algún regalo dentro. Es típico que la semana antes de Navidad, las familias ortodoxas rumanas lleven a cabo la matanza del cerdo. «Comer esta carne es tradición en esta época y las familias más pudientes crían el animal y lo engordan durante el año antes de matarlo y comerlo, y las que tienen menos posibilidades lo compran en granjas», explica este sacerdote, que lleva en España más de quince años, diez de ellos como párroco en Valladolid.

En la celebración religiosa de Navidad, el cura oficia con un vestido amplio y de mangas largas de color rojo, simbolizando con ello el comienzo del martirio de Cristo. Los fieles suelen ataviarse con traje tradicional de Rumanía y participa bastante de la liturgia. Ya sea leyendo textos del Evangelio especiales, contestando incluso a las preguntas que hace el cura, o entonando también himnos litúrgicos típicos ortodoxos, llamados troparios y condaquios. Los cánticos son muy comunes y durante la Misa hay corales de niños que cantan villancicos populares alabando en nombre del Señor.

Tras el culto, más largo de lo habitual, llega Papa Noel. Los ortodoxos no celebran los Reyes Magos como los católicos y la influencia americana en Rumanía ha dado pie a que se celebre con devoción a este hombre barbudo vestido de rojo y cara de bonachón, que tras la ceremonia religiosa hace su entrada en la iglesia para disfrute de los más pequeños, que ven que su momento más esperado del año ha llegado.

Después de la ceremonia religiosa comienza la fiesta y las familias y amigos se reúnen para comer el cerdo, beber vino tinto y terminar con el postre típico rumano: el cozonac, un pan dulce relleno de crema de cacao y nueces elaborado en horno de leña.

Los días 26 y sobre todo el 27, San Esteban, primer mártir del cristianismo, son intensos en lo espiritual para los ortodoxos rumanos. Pero la Navidad en esta iglesia se prolonga hasta el 6 de enero, en el que se celebra la Epifanía o el momento del nacimiento espiritual de Jesús para los ortodoxos rumanos. «Es una jornada solemne en la que se bautiza al hijo de Dios y en este día se bendice el agua para todo el pueblo», apunta el Padre Laurentiu, mientras explica que después del culto, en la que el cura esta vez viste de azul, los fieles se llevan a su casa agua bendita bautizada por los sacerdotes. Y cuenta también que es tradición en Valladolid celebrar la Misa en la parroquia y luego procesionar hasta el río Pisuerga. Y desde uno de los puentes que divide en dos a la ciudad, lanzar una cruz, hace unos años de hielo, y ahora de flores, como signo de bendición. Y suelen los jóvenes más valientes tirarse al agua a recuperar la cruz, convencidos de que traer de vuelta la cruz significa prosperidad.