Ciencias humanas
Todas mis preguntas
No es lo mismo razonar que pensar. Los razonamientos más complejos se componen de otros más simples a los que, en pocas palabras, pueden quedar reducidos. El profesional que a todo el mundo le gustaría tener al lado es el que debe darnos la explicación más sencilla de los problemas más complicados. Pero, los pensamientos no pueden quedar reducidos a nunca a explicaciones o razonamientos simples porque los pensamientos no son respuestas sino preguntas.
Toda pregunta es irreductible, es un acto de libertad ejercida por el que espera otro acto de libertad, es decir, una respuesta. Aún cuando la respuesta no sea ya posible, el que hace una pregunta no se cansa por ello de esperarla. Desesperar es, en realidad, esperar una respuesta imposible. El desesperado sabe que no hay respuesta pero no por ello deja de esperarla, no por ello deja de preguntar a quien quiera escucharle:
- ¿por qué?; la ciencia me ha explicado que yo también podía enfermar de cáncer y la fe que Dios está a mi lado y no me abandona, pero yo me sigo preguntando: ¿por qué?, ¿por qué a mí?
Podríamos decir que el pensamiento no es una actividad razonable porque pensar o preguntarse es dejar atrás las explicaciones razonables, sencillas y asequibles de un gran profesional. No porque no sirvan, sino porque no bastan. La razón, «cuanto más pura es, menos explica» -sentencia en uno de sus versos el poeta Antonio Piedra-. No me deja satisfecho, pues, lo que me pueda explicar un gran científico. Ni siquiera lo que me pueda asegurar un gran creyente. Me sirve, sin duda, pero no me deja sin preguntas. Al científico y al creyente tendré yo preguntas que hacerles. Aun a Dios mismo llegará el eco de mis preguntas.
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