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Bibliotecas contra la exclusión

Tetuán importa el modelo de «casales» de Barcelona para frenar la emigración de sus niños y jóvenes

Un grupo de jóvenes en uno de los talleres que ofrece la red de bibliotecas y centros cívicos de Tetuán para luchar contra la exclusión social que bebe del modelo de Barcelona, en Marruecos, más de 1,2 millones de jóvenes entre 15 y 14 años ni estudian ni trabajan.
Un grupo de jóvenes en uno de los talleres que ofrece la red de bibliotecas y centros cívicos de Tetuán para luchar contra la exclusión social que bebe del modelo de Barcelona, en Marruecos, más de 1,2 millones de jóvenes entre 15 y 14 años ni estudian ni trabajan.larazon

Amanece en Tetuán y en la biblioteca de Muhammad Lucach, en un barrio industrial de la ciudad marroquí, una cincuentena de escolares realizan un taller de animación.

Amanece en Tetuán y en la biblioteca de Muhammad Lucach, en un barrio industrial de la ciudad marroquí, una cincuentena de escolares realizan un taller de animación. Cuando llega la tarde, toca sesión del club de lectura con un grupo de jóvenes. En otro barrio, en el centro social de Albugaz, 60 mujeres de todas las edades se reúnen convocadas por una asociación feminista para hablar sobre la violencia de género. Son ejemplos de un proyecto pionero en Tetuán para convertir las bibliotecas y otros equipamientos de proximidad en centros socioculturales de referencia, especialmente, para jóvenes y mujeres. La idea es luchar contra la desigualdad y la exclusión social. Y se inspira en el modelo de gestión de bibliotecas y centros cívicos de Barcelona. El objetivo es exportar el modelo a otros puntos de Marruecos con déficit de inversión en políticas sociales, como el barrio de Beni Makade de Tánger.

Tarik, estudiante de primaria, participa en el concurrido taller de creación de dibujos animados de la biblioteca Muhammad Lucach. Antes de la inauguración del centro, él y sus compañeros tenían pocas más opciones de ocio que jugar en la calle. El equipamiento está en Coelma, un barrio al sur de Tetuán con viviendas ilegales, alta densidad de población y sin servicios públicos básicos.

Mohamed Fuad, director de la Asociación Tetuaní de Iniciativas Sociolaborales (ATIL), una ONG que trabaja desde 1993 en esta ciudad, traza una radiografía desalentadora de este barrio, que es la realidad que viven los jóvenes de otras ciudades: altas tasas de paro y de abandono escolar, inseguridad, delincuencia juvenil, tráfico de drogas y antecedentes de radicalismo. «Muchos jóvenes no están en riesgo, sino que se encuentran ya en situación de exclusión social», dice.

Coelma es una de las zonas donde se ha implementado este proyecto de cooperación impulsado por Fundación CODESPA en España y la ONG ATIL en Marruecos, apoyado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Comuna de Tetuán. Marta Borrat, técnica de proyectos de Fundación CODESPA, explica que surgió en 2014 . Por un lado, el Ayuntamiento de Tetuán quería impulsar el desarrollo de las zonas más marginales. Pensó que los centros cívicos eran una buena herramienta, pero no estaba preparado para gestionar y dotarlos de contenido. Por otro, las organizaciones de la sociedad civil, querían y tenían capacidad para ofrecer esos servicios, pero les faltaban espacios y recursos. Así arrancó un proyecto piloto en tres equipamientos de la ciudad (una biblioteca, un centro social y un polideportivo), situados en barrios desfavorecidos como el de Coelma.

Khalid Charif, jefe de equipamientos de proximidad del Ayuntamiento de Tetuán, explica que el primer paso fue consultar e implicar a los vecinos y entidades de los barrios. «Fuimos a cada uno de los equipamientos y les preguntamos a los directores de escuelas, a las asociaciones del barrio, a los responsables de centros de salud, a organizaciones de la sociedad civil, para preguntares cuáles eran las necesidades en el ámbito sociocultural. Apuntamos ideas y eso se tradujo en un plan de trabajo», cuenta.

En 2017, se inició la programación de actividades en esos centros, en colaboración con una veintena de actores de organizaciones de la sociedad civil y de la administración pública. En 2018, la experiencia se extendió a seis bibliotecas, un polideportivo y un centro social. Hoy, en estos espacios hay actividades tan diversas como clubs de lectura, cine, teatro, charlas sobre acoso escolar, derechos de la infancia, la mujer y el mundo laboral, o un aula para mujeres maltratadas.

En Marruecos, un 53% de la población tiene menos de 24 años, una cifra que supone un desafío. Más de 1,2 millones de personas entre 15 y 24 años no trabajan ni estudian. El curso pasado, casi 300.000 abandonaron el sistema educativo. Muchos sueñan con ir a Europa. Sólo en Cataluña, el año pasado llegaron más de 3.400 menores inmigrantes no acompañados, la mayoría marroquíes, el triple que hace solo tres años.

Antídoto contra la emigración

El objetivo es que las bibliotecas sean herramientas que contribuyan a fomentar la lectura y la educación. El Ayuntamiento de Barcelona y su modelo de gestión de los equipamientos han sido una referencia metodológica: «Salvando las distancias, esa cultura barcelonesa de casales de barrio, donde se reúnen las asociaciones, discuten temas y elaboran propuestas, nos ha servido de inspiración», expone Charif. Para conocer el modelo de gestión de Barcelona, se han realizado intercambios de experiencias entre ambos ayuntamientos. Pero el proyecto de cooperación ha puesto de manifiesto unos cuantos retos. «En un país donde la mayoría de la población es joven, hay que invertir en educación y ocio. Los jóvenes no están en fase de dar sino de recibir. Solo cuando la exclusión que sufren los jóvenes se ha convertido en un problema de seguridad en Europa, ha sido cuando la sociedad internacional ha cambiado sus recetas de recortes y ha permitido a Marruecos incrementar su políticas sociales», apunta Charif.