India

CaixaForum rastrea la influencia de Japón en el arte moderno

Una visitante admira el retrato de Enric Cristófol Ricar, obra de Joan Miró de 1917, con motivos japoneses
Una visitante admira el retrato de Enric Cristófol Ricar, obra de Joan Miró de 1917, con motivos japoneseslarazon

La relación entre oriente y occidente siempre ha dado obras de arte de referencia, que han ayudado a tender puentes de entendimiento entre unos y otros. De China a la India, del mundo árabe al primitivismo, la influencia de culturas ajenas al cánon occidental ha sido clave a la hora de hacer progresar el arte europeo, abierndo nuevos mundos vírgenes por explotar. A partir del siglo XIX, los ojos se centraron en un pequeño país, tan misterioso y desconocido entonces como fascinante y arrebatador. Era Japón, y su arte, su filosofía, su moda y artesanía embrujaron por completo a los artistas de occidente.

Bajo el nombre «Japonismo. La fascinación por el arte japonés», CaixaForum acoge una exposición que con más de 300 obras dibuja un mapa preciso de la influencia del mundo nipón en la imaginación de los artistas europeos, con especial atención a los grandes maestros españoles.

Colores claros

La muestra incluye obras de artitas de la talla de Fortuny, Picasso, Manet, Rusiñol, Toulouse-Lautrec, Miró o Nonell, entre otros. El arte japonés aportó temas nuevos, motivos ornamentales nunca vistos antes, composiciones ajenas a las prácticas naturales europeas, técnicas revolucionarias y una dimensión poética que se escapaba de los caminos tradicionales, demasiado trillados ya por los tópicos.

Además de la pintura, el dibujo, el grabado o la ilustración, la exposición también muestra la influencia japonesa en disciplicas como la joyería, la decoración, la artesanía o el diseño de moda. El resultado es una exhaustiva radiografía de esta fascinación, iniciada en el siglo XVII, con los primeros comerciantes y misioneros que se encontraron con un mundo extraño y lleno de encanto. «Conseguir formar esta exposición ha sido un trabajo de hormigas que ha durado años. El resultado ha sido poder mostrar un conjunto espectacular que difícilmente se volverá a producir», asegura Ricard Bru, comisario de una muestra que incluye préstamos de más de un centenar de centros.

La exposición arranca con una pequeña introducción histórica, para luego dar un salto hacia mediados del siglo XIX, en un momento de crisis general de ideas. Su influencia en movimientos como el art nouveau o el modernismo es clara. El gran introductor en España de este mundo es Marià Fortuny. sólo hay que pensar en obras como «Los hijos del pintor en el salón japonés»; de 1874, para ver hasta que punto Fortuny se dejó seducir por el mundo nipón.

A partir de aquí, alrededor de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 esta influencia crece, con representantes como Diego de Regoyos, Francesc Masriera o Santiago Rusiñol. Los colores claros, las superficies planas, sin sombras, las perspectivas a vuelo de pájaro, y la fascinación por los insectos y la naturaleza fueron algunos de los elementos que conquistaron a Alexandre de Riquer, Apel·les Mestres o Joaquim Mir.

En el siglo XX y con la llegada de las vanguardias esta fascinación se consolidó. Una de las pruebas más evidentes es el retrato de Enric Cristófol Ricas de Joan Miró, de 1917, una de las obras estrella de la exposición.